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«Hay pueblos que tardaron 20 días, otros que 20 años. Vamos a ver cuánto nos demoramos nosotros», me dice Francisco Yánez mientras mastica un provocativo tequeño, el famoso bocado de queso típico venezolano.
Yánez, un administrador de 61 años, está sentado -«como en la playa pero sin licor», apunta- en plena autopista de Caracas, tomada este lunes por la oposición en una nueva protesta en contra del presidente, Nicolás Maduro.
Miles de personas como él llegaron a ese punto neurálgico de la capital con sombrillas, asoleadoras, alfombras de yoga, comida y libro para una forma de protesta inédita en un país donde no pasa un día sin que alguien se manifieste contra el gobierno, según el Observatorio Venezolano de la Conflictividad Social.
Aunque el gobierno minimizó la movilización y los medios de comunicación del estado mostraron fotografías y vídeos de varias zonas de Venezuela sin manifestaciones, arterias viales sin cortes, oficinas y comercios operativos para destacar la «normalidad».
Y si bien la jornada transcurrió sin los graves disturbios de las últimas semanas, sí se registraron algunas escaramuzas y enfrentamientos.
En Mérida, en el este del país, se reportó la muerte de un funcionario oficialista. Y la fiscalía investiga otra muerte en el estado de Barinas.
Ola de protestas
El plantón nacional, que también se vivió en ciudades como Maracaibo y San Cristóbal, fue el ingrediente novedoso de una jornada más de tensión en el país.
Venezuela cumple tres semanas de protestas diarias después de que el Tribunal Supremo de Justicia, al que la oposición tacha de estar al dictado del gobierno, decidió allanar los poderes de la Asamblea Nacional, que está en control de la oposición.
Y esa resolución que la oposición llama un autogolpe de Estado, aunque luego fue matizada por el TSJ, sirvió para revivir la iniciativa de protesta entre los simpatizantes opositores, que exigen elecciones y la liberación de los que consideran presos políticos.
El gobierno asegura que la oposición busca generar violencia y alcanzar el poder a través de métodos inconstitucionales.
El domingo, de hecho, Maduro reiteró su llamamiento al diálogo e incluso habló de unas posibles elecciones regionales.
La oposición, sin embargo, no cree en las palabras de Maduro -ni en los reportes de Venezolana de Televisión- y dice que se mantendrá la protesta hasta que haya cambios concretos.
«Estamos tan mal que cualquier cambio es una buena noticia, pero lo urgente son las elecciones», asegura desde el plantón Ana Mendoza, una ingeniera que asegura que ha asistido a todas las marchas de la oposición en esta nueva ola de protestas.
«De acá nadie nos mueve, nos quedaremos todo el día acá y protestaremos hasta que haya un cambio en este país», añade, mientras muestra el líquido con bicarbonato de sodio que preparó en caso de que se lancen gases lacrimógenos.
Renovación de la protesta
Esta suerte de nuevo aire que han tenido las protestas ha sido acompañado de una iniciativa de la oposición de refrescar los métodos de protesta que hasta ahora han usado.
El sábado, por ejemplo, una marcha silenciosa logró lo que ninguna otra había alcanzado en dos años: entrar al municipio Libertador, en el centro de Caracas, que es gobernado por el chavismo.
«Toda lucha implica usar varias tácticas», dice a BBC Mundo Freddy Guevara, el diputado que impulsó la idea del plantón.
«Esta iniciativa nos permite presionar y al tiempo no frustrar a la gente», asegura, mientras camina por el plantón y saluda y se toma fotos con simpatizantes.
«Nos permite que las protestas sean largas y se puede replicar en otro puntos centrales del país», continua.
Guevara actualmente es la figura más visible de Voluntad Popular, el partido de Leopoldo López, quien está preso desde 2014 por «incitación a la violencia».
El partido Voluntad Popular es considerado una de las corrientes más radicales contra Maduro. Desde hace años, ha sido partidaria de enfrentar al gobierno a punta de calle.
Guevara, incluso, dice que es partidario de llamar, en los próximos días, a un paro nacional.
Qué viene ahora
«Tenemos que lograr que para Maduro sea imposible gobernar», asegura. «Hacer tanta presión que sea insostenible, políticamente, mantenerse o ejercer el poder».
La oposición tiene una serie de peticiones concretas al gobierno para salir de la calle, como la «liberación de presos políticos, convocatoria elecciones y la renovación de los poderes estatales».
Pero, a juzgar por lo que ha pasado en los últimos años, los asistentes al plantón con los que hablé se mostraron escépticos ante cualquier resolución negociada.
«Sabemos que la protesta puede no terminar en nada, pero no tenemos otra opción, así que lo haremos hasta que toque», me dice Yánez, que insiste en ofrecerme un tequeño.
«Esta va a ser una lucha larga, dura y lenta, pero ya todos estamos pasando las mismas penurias; esto es el pueblo contra un régimen afianzado», apunta, enfurecido con Maduro.
«Algo tiene que pasar».
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