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La salida democrática

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Está claro que la propuesta de justicia y felicidad del actual régimen ha fracasado irremediablemente y no tiene futuro. Lógicamente los maduristas no lo confiesan públicamente, pero están convencidos y lo sufren. Prolongar la agonía de este fracaso agrava la situación del gobierno, aumenta el dolor generalizado de los venezolanos y eleva el costo: Hoy para todos los venezolanos y para el gobierno las cosas están mucho peor que hace un año, y dentro de un mes el sufrimiento será mayor.

Los “revolucionarios” marxistas, aun en los casos en que llegan al poder por la vía electoral, se establecen para perpetuarse. No son “partidos burgueses” que aceptan la alternancia, la posibilidad de perder el gobierno y pasar a la oposición, recuperarse y volver. No así en la dictadura marxista.

Llegados a este punto lo más sensato es buscar la salida democrática excepcional con el menor costo posible para toda la población, para los que están en el poder y los demócratas opositores que deben gobernar mañana y guiar la reconstrucción de la vida democrática política, social, económica y moral en sana convivencia hacia la sociedad que deseamos y necesitamos. Es de vida o muerte. El costo humano y material de la reconstrucción será tanto mayor cuanto más se prolongue esta agonía.

Hace un tiempo el gobierno podía apelar –nacional e internacionalmente– a su legitimidad, y la Fuerza Armada considerarse defensora de un gobierno democrático. Ahora los militares están obligados a defender a un gobierno dictatorial que anuló el Parlamento resultante del voto soberano de los venezolanos, que viola la Constitución y somete al hambre, a la grave falta de medicinas, a la improductividad y a la cotidiana pérdida de valor de sus escasos ingresos. La mayoría ve que vivimos en el más corrupto reino de la ineficiencia, de la inseguridad y de la represión. Ya no es un gobierno civil con apoyo militar, sino un gobierno militar que reprime, cargando con todas las consecuencias de sus actuaciones delictivas. Por donde se mire nuestra tragedia nacional, hay que buscar un cambio democrático que es imposible sin una decisión predominante en la Fuerza Armada para el rescate de la democracia. No estamos ante elecciones normales en circunstancias normales. El gobierno no las permite, pues las sabe perdidas. Si las hubiere, el nuevo gobierno elegido se enfrentaría a la inmediata necesidad de una “cirugía mayor”, para salvar a esta nación moribunda, lo que no podría hacer un gobierno elegido en mayoría precaria y con fuerte oposición. Es imprescindible un gobierno de transición, de “salvación nacional” que abra un camino inequívocamente democrático y electoral con decisiones que requieren apoyo masivo y plural para relanzar la economía, sanear la inflada, corrupta e incapaz burocracia, recoger las armas de su actual posesión y uso malandrizado. Es indispensable el apoyo internacional rápido y efectivo. Sin todo esto, no hay salida democrática exitosa. Nada de esto será posible con generalitos miopes, pequeños y corruptos regodeándose en el disfrute de su botín. Tampoco con políticos sin visión, buscadores narcisistas que sueñan con su foto con banda presidencial. El chavismo originario e idealista –del que algo queda– debe salir al encuentro de los millones de venezolanos a quienes se les ha arrebatado la comida, la salud, la seguridad y, lo que es peor, la dignidad y la esperanza.

Es hora de tender puentes hacia aquellos con quienes ayer no queríamos hablar y de rechazar el falso y burlón discurso oficial dedicado a ocultar la realidad y la gravedad del enfermo. En las áreas fundamentales ya se sabe lo que hay que hacer, pero es imposible sin unión y sin encuentro con el otro, sin verdadera negociación de propuestas y decisiones concretas. Incluso con ese gobierno de transición, antes de la no lejana elección, hay que sanear y legitimar al CNE y al TSJ, hoy sumisos sirvientes del dictatorial Poder Ejecutivo.

Ya es hora de hablar claramente y sin eufemismos de la salida democrática y de dar sin complejos pasos audaces, que no nos devuelvan a la nación enferma de 1992, sino a la producción creativa de una Venezuela con futuro y esperanza para todos. Estamos en una hora dramática que exige y busca en millones de la sociedad civil, en la Fuerza Armada, en el régimen y en la oposición, decididos y capaces demócratas. Hay una base constitucional firme y plural producto de la última masiva manifestación electoral democrática (6 de diciembre de 2015) que es la Asamblea Nacional. Aunque violada por la dictadura, tiene plena legitimidad de origen y va al encuentro con el país entero con su nueva legitimidad de ejercicio y de conducción política en situación de emergencia excepcional. Así hemos visto a la dirigencia política en estos días, la misma que meses antes fue repudiada por su falta de unidad y de conducción responsable. Es la hora de quienes pueden tender puentes para salir de la actual agonía dictatorial y conducir a la población a un nuevo gobierno centrado en la reconstrucción democrática.

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