Una vez más, la oposición de Venezuela se ve en la complicada situación de responder a una jugada sorpresiva del gobierno chavista.
El presidente, Nicolás Maduro, anunció el lunes la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) para escribir y aprobar una nueva Carta Magna.
Aunque se desconocen detalles de cómo se conformará la ANC ni de su funcionamiento, lo cierto es que el anuncio cambia, al menos en parte, el ajedrez político.
Tras un mes de protestas que habían revitalizado y unificado a la oposición en torno a la denuncia de autogolpe de Estado, el gobierno parece recuperar la iniciativa política. Y lo hace con el llamado a una constituyente que describió como «de clase obrera, comunal y popular».
La oposición, que también se enfrenta al desgaste de su gente, se ve ante el dilema de si entrar en el juego de lo que han tachado como «fraude» y autogolpe, o llamar al boicot y arriesgarse a verse como en 2005, cuando se negaron a participar en las elecciones parlamentarias y terminaron cediendo todo el poder al oficialismo.
La dirigencia opositora, que incluso adelantó la medida de Maduro, fue rápida en dar a conocer los siguientes pasos: para el lunes llamó a un cacerolazo, para el martes un trancazo de calles y para el miércoles una nueva movilización de calle.
El plan, de momento, es más protestas. La oposición, parece, considera que se agotaron los espacios institucionales.
El político opositor y presidente del parlamento, Julio Borges, pidió a su gente «no aceptar este golpe de Estado».
«Sabemos que tenemos muchos días en la calle, pero yo quiero decirles algo: la lucha apenas comienza porque vamos a seguir en la calle hasta lograr el cambio definitivo con el voto», añadió.
Seguir en la calle y desconocer la Constituyente
La primera opción que tiene la oposición es continuar y profundizar lo que viene haciendo: presionar al gobierno a través de unas protestas que, según el recuento oficial, han dejado 29 muertos.
Y de paso rechazar el llamado a Constituyente que considera «impertinente, inconstitucional y autoritario».
La oposición pide cinco cosas: elecciones generales, liberación de los políticos presos, canal humanitario para traer medicinas y alimentos, renovación de poderes públicos y desarme de bandas armadas cercanas al oficialismo.
El hasta hace tres meses secretario ejecutivo de la coalición opositora, Jesus «Chúo» Toerralba, le dijo a BBC Mundo que la oposición tiene suficiente respaldo interno y de la comunidad internacional para continuar esa lucha.
«Si no se produce un gobierno con amplio respaldo social, político, militar y económico, vamos a ver un escenario peor, de poder disgregado entre las mafias que componen la cúpula oficial y las bandas armadas que hay en el país», aseguró.
ara Torrealba, la exigencia por elecciones debe realizarse a través de la protestas, sobre todo en sectores populares y con una mayor sintonía con el chavismo descontento o disidente.
Pero la pregunta es si la protesta es la única forma de exigir un cambio. Y si el cambio que se exija se deba basar, precisamente, en esa cinco condiciones.
Jugar el juego de la Constituyente para que sea universal
La mayor crítica de la oposición a la Constituyente es que Maduro no la planteó como un proceso de voto «secreto, universal y directo».
Por el contrario, los críticos denuncian que el gobierno tiene la intención de que la Constituyente solo tenga en cuenta las organizaciones que se identifican con el gobierno, como consejos comunales o corporaciones sectoriales cercanas al oficialismo.
«Será una Constituyente chavista», dijo el mismo Maduro.
Sin embargo, algunos analistas aseguran que la oposición, a través de la presión política y, claro, de calle, puede lograr que la elección de los constituyentes sea, en efecto, universal.
Según la Constitución, aunque la iniciativa de convocar a la ANC también puede corresponder al presidente, «el pueblo de Venezuela es el depositario del poder constituyente».
«Eso sugiere que debería haber un referendo y eso, cualquier votación general, sería una alcabala para el gobierno», asegura el politólogo John Magdaleno a BBC Mundo.
«La oposición podría acumular fuerzas para que en la votación del referendo el oficialismo no sea mayoritario», añade.
«No es rechazar la idea, sino que se dé de manera equilibrada (…). La oposición no le puede tener miedo a ninguna elección». Eduardo Semtei, ex ministro de Chávez y asesor opositor
E incluso, dice Torrealba, se podría lograr que además de la celebración de la Constituyente se pregunte a los ciudadanos si quieren que Maduro siga en el poder.
Esto, sin embargo, depende de si es un comicio universal, secreto y directo.
«La oposición puede presionar para que los incluyan en la Constituyente. Puede negarse a que las bases comiciales sean desiguales. Si el gobierno presenta una ANC que se elija tradicionalmente, estamos obligados a ir», dice Eduardo Semtei, exministro de Chavez y asesor de la oposición.
«No es rechazar la idea, sino que se dé de manera equilibrada (…). La oposición no le puede tener miedo a ninguna elección».
Crear una gran coalición con sectores del chavismo
Otra de las opciones que tiene la oposición es lograr que cada vez más chavistas disidentes se unan en contra de los actuales gestores.
Durante los últimos años, exministros, exmilitantes y activistas chavistas se han vuelto críticos de Maduro, tanto así que la derrota del oficialismo en las legislativas de 2015 incluyó a 2 millones de personas que habían votado por el gobierno.
Incluso la fiscal general, Luisa Ortega, se ha mostrado crítica últimamente con decisiones que favorecían al oficialismo.
Según encuestas, casi el 80% de los venezolanos quieren un cambio de gobierno, pero solo entre un 30 y 40% se identifica directamente con la oposición.
Aunque, en un desarrollo inédito hasta ahora, en esta nueva ola de descontento se han visto protestas en sectores populares, a diferencia de episodios anteriores como el de 2014.
Nícmer Evans, politólogo chavista crítico con el gobierno, le dijo a BBC Mundo que «hay necesidad de un verdadero diálogo que no sea polarizado, que se incorporen los otros factores políticos que están hartos».
«Más del 57% de la población no está de acuerdo con la conducción política de lado y lado», agregó. «Ese factor, en el contexto de la polarización, no tiene voz política. Mientras tanto, nos distraen, nos postergan y nos sumergen en el grave problema del país que sufren los ciudadanos y no las élites políticas».
Evans es de los que, sin dejar de criticar al gobierno, asegura que la oposición sigue sin entrelazarse del todo con las clases más pobres, que fueron o siguen siendo chavistas pero están descontentos.
Para la oposición, precisamente, el reto es lograr que tanto militancia como ciudadanos chavistas pero no maduristas se unan a la movilización social que exige el cambio.
«Una estrategia global que cree una coalición que integre a sectores del chavismo puede subir los costos para quienes se quedan en el gobierno autoritario y represor y al tiempo puede bajar los costos para quienes se salen», explica Magdaleno.
Maduro, con la Constituyente, ya jugó. La oposición, ahora, tiene el reto de mover ficha.
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