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Mamarracho constituyente y salida de Maduro

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Nicolás Maduro promueve una asamblea constituyente “electa directamente por el pueblo para elegir unos 500 ‘constituyentistas’… electos por las clases obreras y los movimiento sociales… para derrotar la oposición y para que sea el pueblo con su autonomía quien decida la paz y el destino del país… Quiero una constituyente ciudadana; de campesino, de indígena, obrera, comunal, de jóvenes, de estudiantes”.

Esta maniobra postrera de Maduro confirma que el cadáver sigue siendo cadáver, que la Constitución ya ni siquiera era el librito sino un compendio agusanado de normas violadas o sencillamente inútiles, salvo en lo que se refiere a la consagración del poder de los poderosos.

La protesta opositora ha sido unánime. Y, por fortuna, lo que la calle ha unido no parece que Maduro lo pueda disolver, ni siquiera con la trampajaula de diálogo que todavía agita el Cuarteto Libertino encabezado por Zapatero. El llamado a la rebelión hecho por Julio Borges, presidente de la AN, reitera el de enero pasado, y es un alerta para que ahora no haya incautos que le quieran encontrar alguna “ventaja” al espantajo articulado por los jurisconsultos del Reich.

Esta operación es la muerte del voto. Es oportuno recordar cómo el proyecto de reforma constitucional de Chávez en 2007 contenía en su artículo 136 la siguiente joya: “El pueblo es el depositario de la soberanía y la ejerce directamente a través del Poder Popular. Este no nace del sufragio ni de elección alguna, sino que nace de la condición de los grupos humanos organizados como base de la población. El Poder Popular se expresa constituyendo las comunidades, las comunas y el autogobierno de las ciudades, a través de los consejos comunales, los consejos obreros, los consejos campesinos, los consejos estudiantiles y otros entes que señale la ley”.

La liquidación del sufragio mediante el sufragio ya la hizo Hitler en su momento.

Este adefesio constituyente requeriría pasos que Maduro quiere eludir, como el referéndum que lo autorice. Las elecciones generales, regionales o locales en el marco de un “paquete” de exigencias opositoras dirigidas al cambio de régimen han sido rebasadas por esta brutal maniobra. Parece claro que lo que estaba claro está claro: Maduro y su corte no se van a medir ni siquiera en las condiciones ventajistas de 2015 en las que fue derrotado. Maduro ya no gana ni una elección secreta dentro del gabinete o del Alto Mando. Lo que queda es la desobediencia civil que solo producirá el cambio de régimen cuando los militares se coloquen a su lado.

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