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Carta al diputado Diosdado Cabello

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Sr. Diputado Cabello:

He tomado la decisión de escribirle por esta vía pública dado que usted eligió, desde hace unos años, hablar sobre mi hijo, mi nuera y mi familia, en su programa del canal del Estado, Con el mazo dando, haciendo público mensajes repletos de injurias, adjetivos procaces, ofensivos y penosas apreciaciones.

Habría preferido conversar con usted, cara a cara, de manera civilizada y con altura, un tema tan serio y trascendental como es la privación de la libertad de un ciudadano, hoy su secuestro, ambos denunciados por el propio fiscal.

Escribo esta carta para recordarle la obligación legal y moral que tiene el régimen del que usted forma parte de garantizar la protección constitucional inherente a todo ser humano privado de libertad, y su dignidad, independientemente de la filiación política.

Le recuerdo las madrugadas de 2014 en las que usted, sin detentar cargo en el sistema judicial, se presentó en nuestra casa con el propósito intimidante de procurar en Leopoldo, mi hijo, un cambio de opinión respecto a la decisión tomada de entregarse. Proponía usted el asilo en alguna embajada o negociar exilio. Recordará que ante su negativa hizo esfuerzos por lograr silenciar su protesta.

Curiosamente cuando condujo el vehículo que le transportó desde Fuerte Tiuna hasta el Palacio de Justicia y, posteriormente, hasta la prisión de Ramo Verde, los militares le saludaban a usted como a un superior.

Habiendo observado su capacidad de dictar órdenes tanto en el Palacio de Justicia como en la prisión de Ramo Verde –algo que dista de su cargo como diputado a la Asamblea Nacional– estoy convencido de que tiene pleno conocimiento de los reiterados castigos a los que ha sido sometido Leopoldo, sin mencionar la negativa impuesta ilegalmente y sin órdenes judiciales de limitar las visitas de sus familiares y abogados. Ante tales situaciones y debido a los rumores que se esparcieron por redes sociales sobre la salud de Leopoldo, los familiares hemos exigido y continuamos exigiendo se nos permita verle.

Usted pretendió solucionar nuestra situación de indefensión mediante la presentación de una dudosa fe de vida, algo que en un Estado de Derecho sería no solo innecesario, sino impensable pues no corresponde al modus operandi de un Estado constituido.

Intentó usted ponerle un seudónimo a mi hijo al llamarle monstruo, ante lo cual confirmo que sí, lo es pero de grande y le recuerdo que el diccionario de la RAE define monstruo a aquella persona que sobresale en alguna actividad por sus cualidades extraordinarias.

Mi posición como padre no puede ser distinta exigiendo la restitución inmediata de las garantías legales que brinda la Constitución, permitiendo a familiares y abogados acceso a sus visitas.

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