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El Guernica es un grito contra la represión y la violencia

Han pasado 80 años del terrible bombardeo que inspiró el cuadro más famoso de Picasso, que se convirtió en una declaración universal contra los horrores de la guerra. La obra recuerda a los pueblos su justo derecho de disentir

 

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La cabeza de una mujer eleva su llanto al cielo. Lengua, ojos y dientes devoran la escena para demostrarlo. Su cuerpo está en llamas. A su izquierda, un grito de espanto escapa de la boca de otra con su hijo muerto en brazos. Su mirada está convertida en lágrimas por el inexplicable dolor. Tirado en el suelo, el cuerpo de un hombre descuartizado. Un caballo corre desbocado con una lanza que le atraviesa en medio y sus miembros dislocados. Los cuerpos se presentan enroscados como ovillos. El Guernica de Picasso quita el aliento al verlo.

Han pasado 80 años del atroz bombardeo que inspiró uno de los cuadros más famosos del pintor español y marcó la historia del siglo XX. La impactante escena en blanco y negro se presenta como el retrato del bombardeo a la localidad vasca de Guernica, ocurrido el 26 de abril de 1937. En menos de cuatro horas los aviones alemanes e italianos, aliados de Francisco Franco, arrasaron con la villa y la dejaron envuelta en llamas. Uno de los tantos tristes episodios que dejó la Guerra Civilde España.

Guernica es una de esas obras esenciales en la historia del arte occidental que sobrepasa su planteamiento de origen para convertirse en emblema de los horrores de la guerra, la autodestrucción”, indica la curadora María Luz Cárdenas. “Representa un punto de inflexión en la trayectoria de Picasso, que formuló un idioma nuevo para pronunciar el espanto. Es un quebranto anteriormente no escrito, una lengua gráfica y pictórica que nos hace traspasar el atroz sentimiento del exterminio”.

La imponente obra de más de siete metros de largo por casi cuatro de alto causó tal impacto en la opinión pública mundial que terminó convirtiéndose en el emblema universal de los conflictos bélicos y sus consecuencias en el desarrollo de la humanidad. Lo importante de la obra es su actualidad. “Picasso es profundo y pinta la guerra de siempre, diseña en ella la condición última y sangrienta del hombre, que se hizo elocuente en la apoteosis europea del fascismo y pervive hoy en todas las formas de totalitarismo y persecución”, afirma Cárdenas.

El Guernica se encuentra actualmente expuesto en el Museo Reina Sofía de Madrid, España. Ha sido objeto de un sinfín de disertaciones, pues representa un grito a favor de la libertad y contra todo lo que implica el fascismo. Les recuerda a los pueblos su justo derecho de disentir, de protestar contra las injusticias. Es también un retrato vivo de la violencia, de la represión desmedida contra los civiles, de la barbarie que puede ocurrir si las armas son disparadas contra una población indefensa.

“Es inolvidable la conmoción que sentí al pararme frente al Guernica por primera vez”, dice la cineasta Margot Benacerraf. “Es un grito desgarrador, de dolor y rabia, ante la guerra, la muerte y la injusticia. Haber logrado organizar y transmitir ese caos que deja la guerra con tanta intensidad dramática solo podía ser la obra de un genio como era Picasso”. Genialidad que conoció de primera mano, cuando el pintor la invitó a filmar una película en 1953.

Condena universal. Guernica no es un trabajo improvisado. Picasso cuidó mucho los detalles y llevaba tiempo articulando los propósitos del cuadro, en el que utiliza elementos y simbologías propias, presentes en su obra anterior, como el toro, el caballo y la paloma. El cuadro tiene múltiples lecturas, existen numerosos estudios e interpretaciones sobre todo lo que integra la dantesca escena, que se acentúa por los matices en blanco y negro que la componen.

“Pero más allá del valor pictórico, Picasso le otorga una dimensión universal a la tragedia: se trata de una condena de todas las guerras, de todo el mal que se abate sobre inocentes, así como los aviones dispararon a los civiles desarmados. Guernica presenta un pueblo herido, sufriente y pacífico”, señala Cárdenas.

Para el fotógrafo Juan Toro, la obra de Picasso termina siendo una señal. “Se convirtió en un testimonio que debe llegar a las personas con la capacidad de tomar decisiones, para que estas tragedias no se repitan. Aunque es una pieza distante de nuestra realidad, nos habla de un hecho tan atroz como es la falta de entendimiento en las sociedades y sus consecuencias”.

El trabajo plástico de Toro ha seguido el rastro del conflicto social venezolano desde 2014. En su muestra Índice riesgo país, de 2015, presenta a una sociedad desarticulada, en riesgo, de una nación fragmentada amenazada por sí misma. “El Guernica retrata y tiene símbolos propios de una sociedad que no es la nuestra. Pero hemos empezado a ver cosas que nos hablan de ese no entendimiento. Más que el tema de la lucha por el poder, el Guernica termina hablando de una sociedad que no pudo ponerse de acuerdo y solucionó sus diferencias en un conflicto bélico. Esperamos que eso no ocurra acá”, expresa el fotógrafo.

En la actualidad el Guernica no ha perdido su fuerza de denuncia. La magnífica obra no solo fue un instrumento eficaz de protesta sino que se convirtió en el más fuerte grito en contra de las injusticias del arte contemporáneo, aún vigente.

Como expresó el mismo Picasso en una entrevista en 1945: “No, la pintura no está hecha para decorar las habitaciones. Es un instrumento de guerra ofensivo y defensivo contra el enemigo”.

El manifiesto de Venezuela: el horror

Una de las tantas leyendas que se ha erigido alrededor de Picasso cuenta que, en 1940, con París ocupada por los nazis, un oficial alemán asaltó la residencia del pintor y, al pararse frente a una reproducción del Guernica, le preguntó si lo había hecho él. “No, lo hicieron ustedes”, le respondió el artista.

Desde que salió del taller, el Guernica se convirtió en un manifiesto contra la violencia, el sectarismo, la crueldad a la que puede llegar la humanidad para imponer un solo pensamiento. “Una de las mayores referencias que podemos tener de lo que significa la barbarie nos la dio esta obra. Se transformó en una declaración contra el horror”, indica el artista plástico Eduardo “Edo” Sanabria.

Toda la fuerza que tiene el Guernica le sirvió de inspiración para su más reciente obra, que decidió llamar Venezuela: el horror. “Desde hace un tiempo estaba buscando una imagen que interpretara lo que siento con ese horror que se vive a diario en las calles de Venezuela. De pronto me topé con los 80 años del Guernica. Deliberadamente decidí hacer una reinterpretación de la obra”.

Los gritos de hombres y mujeres se unen a la desesperación de la justicia, que está siendo ahorcada por las fuerzas opresoras, que muestran los dientes afilados. La tétrica escena de violencia está siempre vigilada por el ojo que todo lo ve. La luz del camino la señala Simón Bolívar, que entra en el cuadro desde una ventana, que simboliza la esperanza. Al fondo, un joven toca cuatro y suelta una lágrima. Es la representación del futuro.

Edo compartió la imagen en sus redes y en poco tiempo se volvió viral. La gráfica fue reproducida la semana pasada en papel, en un mural de 2 metros de alto por 5,40 de ancho que se colocó en Las Mercedes y Altamira. Un manifiesto de protesta que pronto va a estar presente en la UCAB y en la Universidad Metropolitana.

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