I
El cuento de cómo Carlos Andrés Pérez escapó el 4 de febrero de Miraflores y apareció en los estudios de un canal de televisión es famoso, casi digno de una película, pero no es mi objeto reseñar en este momento cómo el presidente constitucional de Venezuela se salvó de ser asesinado por Hugo Chávez.
Lo que importa para mí es lo que yo escuché esa madrugada. Me dormí extrañamente con la televisión encendida. En aquel entonces, última década del siglo pasado, los canales eran todos nacionales y tenían programación hasta la medianoche. Luego, la pantalla se ponía gris, con esa lluvia característica y ese ruidito shhhhhiiiiii (con el perdón de la onomatopeya).
Lo cierto es que me despertó la voz de Carlos Andrés Pérez: “Venezolanos, venezolanas…”. Y allí supimos, de su propia voz, con su acento andino característico, qué había pasado, cómo había pasado y que él tenía el control, nunca lo perdió.
II
Los cubanos se han ufanado de manejar las comunicaciones durante muchas décadas desde la raíz hasta la punta. Nada de lo que se dice u oye en Cuba es al azar. Lo sé, lo viví. Por eso pensaron que si comenzaban en la mañana del 30 de abril de 2019 a repetir que se estaba gestando un golpe de Estado, todo el mundo iba a repetir esa frase.
Lástima que no somos Cuba y que El Nacional y los otros medios venezolanos no son Gramma. No han calculado que no hace falta papel para tumbarles su matriz de opinión. Ni siquiera porque tiene al maestro de la manipulación como ministro de Comunicaciones.
Por supuesto que fue el primero en hablar, y luego el desfile de chavomaduristas, uno peor que el otro. Al final, un mensaje grabado de un triste remedo de líder, preparado con quién sabe qué cocktail de pastillas (especialidad del ministro también) para reconstruirle los “nervios de hierro». Siguen pensando que somos autómatas, que nos creemos sus mentiras y que tienen el mismo poder que hace seis meses.
Resulta que no. Porque para que sea un golpe de Estado tiene que haber un presidente constitucional. En este momento tenemos uno interino porque hay un usurpador. No tienen poder porque ni siquiera pudieron cortar las comunicaciones de cuajo como suelen hacerlo, ni la electricidad.
Pruebas de que están dando patadas de ahogado es que ni siquiera se atreven a tomar las medidas que la propia Constitución establece para momentos como estos, como sí lo supo hacer CAP. Suspensión de garantías incluidas. Están temblando y no consiguen quien les responda porque ni los colectivos les hicieron caso.
Y la gente, más que miedo, tiene hambre. El estómago vacío hace crecer más la rabia. No lo tomaron en cuenta.
III
Esto no es un golpe de Estado. Lo que queremos es que se vayan.
Ojalá este artículo llegue tarde y encalichado.
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