Nos referíamos la semana pasada a esta nueva iniciativa de Pekín y la influencia que desea consolidar en el área geográfica de Latinoamérica. Si los préstamos chinos comportan condiciones draconianas o no, como asegura Mike Pompeo, no es tema de esta entrega. Lo que sí es claro es que existe un esfuerzo sostenido de la potencia de Asia en penetrar nuestra región en temas diferentes al del mero comercio.
La realidad nos muestra que una vez que Panamá dio el primer paso para incorporarse a la nueva Ruta de la Seda en noviembre de 2017, lo hicieron Uruguay, Ecuador, Venezuela, Chile, Uruguay, Bolivia, Costa Rica, Cuba y Perú.
Solo el elevado volumen de los préstamos involucrados en el proyecto chino para nuestra región suena descomunal e involucra decisiones preocupantes para los americanos. Antes de que el primer país de nuestra área se sumara formalmente a la Ruta de la Seda, China ya había efectuado financiamientos en Venezuela, Brasil y Ecuador, para proyectos energéticos y de infraestructura por 45.800 millones de dólares, mientras que el Banco Mundial y el BID solo desembolsaron 19.800 millones de dólares.
Ahora hay organismos de investigación de las relaciones bilaterales que se refieren a intención de desarrollo de proyectos con fondos chinos por más de 250.000 millones de dólares. Ello es lo que explica que las tensiones entre Estados Unidos y China tenderán a subir de tono, como está ocurriendo por las mismas razones en las zonas de las rutas marítimas del Ártico.
Hay países que generan, evidentemente, más irritación en Washington que otros. México, su controvertido socio, es uno. Este país resulta un imán para las actividades chinas por la talla de su geografía, el tamaño de su población y el alto nivel de desarrollo que exhibe. Por ejemplo, allí China planea invertir en uno de los proyectos más destacados en cuanto a posibilidad de rendimiento económico como lo es el corredor del istmo de Tehuantepec, una franja de tierra delgada, donde el Atlántico y el Pacífico están separados por apenas 200 km. La mano de China se encuentra metida allí hasta el codo en el nuevo intento de construir un trecho ferroviario. Un corredor ferroviario a través de este istmo equivaldría a un mini Canal de Panamá y se transformaría en un nuevo atajo entre los dos océanos.
Otra muestra de tentacularidad es el la infraestructura del ferrocarril entre Perú y Brasil capaz de mejorar y facilitar las exportaciones y las importaciones de estos dos grandes países con China. Como estos anteriores, los ejemplos de penetración china en la región abundan y se centran en temas de gran calado.
Su gravitación en las actividades económicas venezolanas debe ser mencionada. Petróleo, agricultura, vías de comunicación y empresas básicas son un indicador del rol que China está llamado a desempeñar en el futuro de una nación de deberá reinventarse en el corto plazo.
En Argentina, a fines de 2018 anunciaron fondos destinados al desarrollo de energía térmica, solar, eólica, ferrocarriles y carreteras en montos superiores a 5.000 millones de dólares. Chile no se salva, con inversiones en 2018 cercanas a los 10.000 millones que van desde el área de las minas, la distribución de energía eólica, la producción de vinos, la explotación de salmones y hasta la banca.
Y así sucesivamente. Dentro del ideario chino el objetivo de la nueva Ruta de la Seda es simplemente el de acortar la distancia entre estas áreas y el pujante país chino. Pero su radio de acción y su penetración son tan vastos que resulta inevitable que se convierta para el mundo ajeno a China en un verdadero truco geopolítico. O en términos más coloquiales, en una fastidiosa piedra en el zapato.
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