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¿Quién es responsable de la educación?

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Ser ciudadano es resultante del ejercicio de responsabilidades. En la educación hay evidencias de que en las dos últimas décadas esta tarea ha sido controlada, monopolizada y concentrada, a nivel estratégico, dirección y visión por el Estado. Sobra decir que la educación ha sido para el socialismo del siglo XXI un tema de proselitismo, falsas y mentirosas promesas.

El balance de hoy coloca nuestro sistema educativo en las últimas filas del mundo, azotado por el socialismo: escuelas abandonadas, liceos, profesores y maestros sin recursos, salarios miserables menores a 3 dólares por mes, edificaciones y servicios en deplorable estado. Las 50 universidades autónomas en desgracia, éxodo de docentes por la pobreza, presupuestos recortados mezquinamente, al igual que el mantenimiento de las instalaciones, laboratorios cerrados por carencias de todo tipo. La formación para el trabajo, lo más requerido por las clases populares, completamente inexistente, sin recursos y sin perspectivas. La única acción heroica es Fe y Alegría y algunas organizaciones privadas. El INCE creado por Luis Beltrán Prieto Figueroa degradado, una logia de adoctrinamiento socialista improductivo y corrupto.

Frente a esta debacle, el régimen ha erigido un monstruoso esperpento mal nombrado educación bolivariana. Otorga diplomas y títulos sin ninguna constancia de calidad académica, desconectado del desarrollo tecnológico, económico y humanístico que priva hoy en el mundo. La educación bolivariana ha sido la obra de un régimen militarizado ignorante de que los seres humanos se mueven por sus capacidades, sus conciencias y no por la estricta obediencia que reina en sus cuarteles. En el gasto público, el Ministerio de la Defensa recibe créditos por 36.131.051.079.471,30 bolívares, 35% más que los asignados al Ministerio de Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología, 26.670.124.603.782 bolívares y 17 veces más recursos que la agricultura, que solo percibe 2.101.194.320.783 bolívares.

Hoy, las perspectivas de cambio político abren nuevas oportunidades. Plenamente conscientes de la necesidad de reconstruir el país y comprometernos con la educación, única vía para garantizar que la igualdad de oportunidades se convierta en una realidad para los sectores de menores recursos. En una etapa inicial habrá que velar acuciosamente por la salud y alimentación de infancia y adolescentes, huestes que han sufrido los embates del hambre en los últimos 18  años. Hay que internalizar la situación de las universidades e instituciones de educación superior. En 2001 los recursos aprobados para la UCV, por ejemplo, representaban 1,37% del presupuesto de la nación, cifra que se redujo a 0,35% en 2017. Este año es de 0,1%. La formación docente necesita un lugar privilegiado, tienen que ser los trabajadores mejores pagados de nuestro presupuesto, junto con el personal de salud. La formación para el trabajo demanda un esfuerzo ingente, valoremos la experiencia de 60 años de Fe y Alegría, tal como señalaba el padre Vélaz, su fundador: Fe y Alegría comienza donde termina el asfalto, nuestras escuelas están insertas en esas comunidades, dan herramientas a nuestros estudiantes, es un punto de luz y esperanza para esta Venezuela necesitada de técnicos.

No se puede aplazar la responsabilidad de crear un sistema de formación para el trabajo acorde con los más altos requerimientos técnicos, que integre al trabajo y a la ciudadanía a los millones de jóvenes venezolanos que hoy subsisten en la miseria, tentados por las drogas y la delincuencia. Según Paul Johnson, “la principal ventaja económica de Japón   para alcanzar su prodigiosa industrialización es un gran acervo de tecnología intermedia muy desarrollada, con centenares de miles de artesanos hábiles y una tradición de disciplina de taller que se remontaba a muchos siglos” producto, como señala, de la claridad de las élites y de un consenso nacional sobre la dotación de capacidades como clave para el crecimiento.

En la educación tiene que ocurrir una cambio de narrativa, imposible abandonar la responsabilidad en el Estado, en las burocracias y los regímenes de turno, si queremos un país distinto,  próspero y con libertad, los ciudadanos tienen que reinventar el sistema educativo, integrar educación pública y privada, sinergia para alcanzar los objetivos más preciados. Fin de la pretensión monopólica del Estado en la educación, obligada participación de  intelectuales, empresarios, industriales, comerciantes, agricultores, ganaderos, pescadores, mineros, gremios profesionales, sindicatos y organizaciones informales, en la construcción de un sistema educativo que muestre la dignidad de ser venezolano.

Convertir la educación en la clave del progreso técnico y humanístico es una responsabilidad indelegable de cada uno de nosotros y de las instituciones legítimas, sin excusas.

 

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