Por Maria Margarita Galindo
Hablar de producción científica implica aludir los productos de investigación, llámese artículos en revistas arbitradas o indexadas, libros, tesis, ponencias, trabajos de ascenso, entre otros, los cuales deben ser generados en condiciones normales por nuestros profesores en todos los espacios, principalmente desde nuestras universidades porque ellas representan el alma mater del conocimiento científico.
¿Pero qué son condiciones normales para investigar? Me atrevería inicialmente en colocar la motivación sobre la producción del conocimiento y su valioso uso para el desarrollo de un país, pero nuestra realidad nos enfrenta ante presupuestos miserables en el sector universitario, profesores con salarios infrahumanos, condiciones de vida no aptas,y en permanente sobrevivencia para cubrir necesidades tan elementales como resulta nuestra alimentación. La situación país nos indica que estamos muy alejados de una reconocida cultura investigativa que instaurada como política pública debería recibir desde el Estado el necesario apoyo para la innovación y creación del conocimiento.
Se reconoce que algunos docentes hacen valiosos esfuerzos para mantener activa la producción científica, pero las condiciones sociales se encuentran cada vez más deterioradas y por ende se hace una tarea muy difícil. Es preciso reconocer que aún existen profesionales que, a pesar de dificultades, han hecho de la investigación una forma de vida, siendo el recordado doctor Jacinto Convit un gran ejemplo de ello, quien con gran esfuerzo hasta el final de su vida estuvo investigando y produciendo por el bienestar del país.
Desde esta consideración, nuestra nación es el reflejo de la improvisación. Creer que el desarrollo está fuera de la globalización, teniendo discursos que hablan de una Venezuela “potencia”, mientras el hambre y la miseria arrastran nuestros ciudadanos sacudidos por discursos llenos de falsedad. Entonces, ¿dónde está el desarrollo de la academia y la ciencia? Irónicamente, tenemos un país capaz de invertir en la compra de armas rusas, pero tenemos universidades sin laboratorios, sin presupuestos, sin incentivos para investigar, así no se construye un país, más bien es la fórmula de la involución y el atraso más caótico que nos puede ocurrir.
En este sentido, es vital reconocer que solo la investigación contribuye al desarrollo. Cuando nuestras investigaciones científicas se conecten al aparato productivo del país, entonces sí estaremos en el camino del verdadero desarrollo. El desarrollo no se construye con discursos populistas de ninguna élite de poder. El desarrollo se construye a partir de la inversión en la producción del conocimiento científico y tecnológico, y esto implica invertir desde lo que significa la capacitación y formación del talento humano que debe estar encabezado por nuestros docentes, pues este recurso es pieza clave del desarrollo.
Algo es necesario comprender, si nuestros docentes no son docentes y tampoco investigadores, menos serán productores y promotores del conocimiento a partir de la propia enseñanza, razón por la cual estaremos lejos de tener profesionales productivos en sus respectivas áreas del saber, pues los docentes, en sus diferentes niveles de desempeño, son los responsables de formar el talento que ocupará los espacios de productividad del país.
Producir conocimiento en Venezuela es toda una aventura, no hay apoyos ni incentivos, es necesario ejercer la lucha por nuestros derechos, el conformismo no es una conducta de investigadores y algo que se aprende en el mundo de la investigación. Ser investigador no es el que se denomina investigador, es aquel que produce conocimiento para el avance y progreso de su entorno local, regional y nacional.
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