Al proponerme la meta de comprender la relación entre historia y cine he disfrutado de 14 películas y 2 documentales dirigidos por John Ford (1894-1973): The Iron Horse, 3 Bad Men, Four Sons, The Lost Patrol, The Informer, Mary of Scotland, The Submarine Patrol, Wee Willie Winki, Stagecoach, Young Mr. Lincoln, The Grapes of Wrath, How Green Was My Valley!, The Battle of Midway, December 7th, They Were Expandable, The Quite Man. De cada una de ellas he realizado su respectiva crítica que publiqué en mi perfil en Instagram (@profeballa) y en mi blog (Venezuela y su historia), y seguidamente señalaré los que considero los principales aportes de este director a la cinematografía y a la percepción que tenemos de la historia. Me faltaron muchas por ver, lo cual es normal frente a 144 filmes (aunque más de 30 están perdidos), por lo que en otro momento espero hacer otro “ciclo” y la segunda parte de este artículo.
- John Martin O’Feeney, aunque era hijo de irlandeses, nació y creció en el estado de Maine y muy joven se trasladó a Hollywood (1913), siguiendo a su hermano y absorbiendo toda la cultura cinematográfica que estaba naciendo, en especial de la mano del gran David W. Griffith. A los 4 años de haber hecho todo tipo de trabajos en la elaboración de películas comenzó a dirigir y asumió el apellido artístico de su hermano: Ford. En su etapa de cine mudo se dedicó al género del western principalmente y lo cambió de manera radical al lograr convertirlo en la “gran épica americana” y establecer los arquetipos de personajes por el que lo conocemos hoy en día. En lo relativo a la épica, Ford construyó el mito de una nación de inmigrantes (melting pot) que por medio del trabajo y el coraje se atreven a conquistar una vasta geografía y hacerla próspera para ellos (“sueño americano”) y para Estados Unidos. Los mejores ejemplos de los que pude ver son: The Iron Horse (1924) y 3 Bad Men (1926).
- En relación con los arquetipos de los personajes de los westerns, Ford cambió el tradicional: vaquero-bueno versus indio o bandolero-malo, y nos ofreció el vaquero que se emborracha, que comete errores e incluso es malo pero luego se convierte en bueno o como todos: es una mezcla de bondad y malicia con defectos (o incluso algo de maldad). Todo esto en medio de situaciones o un lenguaje duro (nada elegante) pero cómico (irónico) a la vez. Pero también están un montón de arquetipos más, como el oficial de la ley, el joven vaquero idealista y noble, la mujer vaquera que es coqueta y ruda a la vez, la madre sacrificada y fuerte, la prostituta, el cantinero y el borracho, el médico, el comerciante, el banquero, pero también el indio noble y orgulloso de su pueblo y cultura (representados realmente por nativos americanos), el cuatrero, el afroamericano y varios inmigrantes donde aparecen los invisibilizados chinos y mexicanos.
- Ford se describió una vez como “hacedor de westerns”, lo que ha tendido a encasillarlo en este género (lo cual no es verdad) y además muchos piensan que por ello es un cineasta del estilo “americano” por excelencia: comercial, romántico y con finales felices (menos verdad aún). Y no lo es porque en la década de los treinta logra fusionar la herencia cinematográfica estadounidense con la europea de mano del expresionismo alemán (en especial del director F. W. Murnau). Por lo cual es uno de los directores que europeizó el cine industrial de Estados Unidos y a la larga de algún modo se puede decir que “americanizó” el cine de Europa. Un buen ejemplo fue la película con la que ganó su primer Oscar como director: The Informer (1935) con su ambiente de niebla y oscuridad en medio de la culpa de un delator de un miembro del IRA (Ejército Republicano Irlandés que lucha contra la ocupación británica).
- El escenario, la geografía y el clima pasan a ser otro personaje más en sus películas; influyendo claramente en los estados de ánimo y la historia. Un buen ejemplo es su uso de la fotografía de Monument Valley entre los estados de Utah y Arizona, que nos muestra la inmensidad de Estados Unidos y la gran épica de la conquista de su territorio. Filmó acá La diligencia (1939) y después volverá a él en 6 películas más. Por otro lado, si hemos visto Citizen Kane (1941) de Orson Welles después de las películas de Ford será inevitable pensar en la técnica de la profundidad de campo y saber quién es el maestro y quién el discípulo en su uso. Técnica que nos transporta al lugar que se nos muestra, y no sabemos adónde mirar al ver todo perfectamente enfocado. Un simple cuarto comedor se hace inmenso en la pantalla y creemos que tenemos un puesto para nosotros entre los personajes. Así logra incrementar nuestra identificación con los protagonistas.
- Ante la amenaza de la Alemania Nazi (1933-1945) lideró dentro de Hollywood una posición más beligerante del cine contra esta, y una vez comenzada la guerra se alistó en la Marina (aunque ya era parte de la reserva naval desde 1934) y trabajó en la Oficina de Servicios Estratégicos, que fue la predecesora de la CIA. Desde esta última reclutó un conjunto de cineastas que desarrollaron la propaganda que no solo animaría el apoyo de la población y los propios soldados al esfuerzo militar, sino que contrarrestaría la impresionante propaganda del lado nazi. En lo referente a las películas históricas de algún modo Ford dijo: “Lo que yo quería era hacer exactamente lo que había ocurrido”, y esto para mí es lo que se debe hacer en este tipo de filmes una vez superada la presión por hacer propaganda al vivir en tiempos de guerra.
Si a alguna persona le quedan dudas del peso e importancia de John Ford hay que recordar el hecho que hasta el momento posee el récord de premios de la Academia en dirección: cuatro. Por no hablar de todas las nominaciones que recibieron sus películas y los galardones que ganaron sus documentales de la Segunda Guerra Mundial: The Battle of Midway (1942) y December 7th (1943).
Y una pregunta para terminar: ¿por qué los venezolanos deberíamos ver las películas de John Ford? Les dejo las palabras del director de esa maravilla de programa que es Días de cine de la Radio Televisión Española (RTVE), Gerardo Sánchez, las cuales sirven perfectamente como respuesta:
«De John Ford aprendí eso que en el universo fordiano se conoce como ‘La gloria en la derrota’. La dignidad de los humildes ante la adversidad. Que la gente sencilla es siempre mejor que los poderosos. Que una familia es mejor que uno solo y que una de las cosas más dolorosas es perderla. Que la infancia es un terreno lleno de nostalgia y que en los horizontes del oeste se forjan las leyendas para imprimirlas». (30-8-2013, “40 años sin John Ford, el mejor director de la historia del cine”).
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