Es natural la controversia. Es lo democrático. Pero creo que uno de los peores argumentos para concurrir a esa eventual elección es decir que si las elecciones son medianamente limpias, ganamos; pero que si las trampean o las suspenden, también ganamos, porque se habrá “desenmascarado” (¿cuántas máscaras tendrá?) la dictadura. Es el tipo de razonamiento según el cual, ya que no habrá elecciones limpias, la derrota parcial o total de nuestra aspiración demostrará la perversión tiránica del régimen. El único problema es que estaremos muertos en la demostración.
La cuestión esencial de la participación en las regionales es que cambió el objetivo con el cual los mismos que las promueven habían impulsado la incorporación de la ciudadanía: el cambio de régimen. Se acumuló una inmensa energía social para la salida de Maduro que después intenta tomarla un grupo de partidos para postular a sus candidatos a las gobernaciones, lo cual significa el abandono o postergación del objetivo de la salida del régimen. El escepticismo que rodea esa decisión no es solo porque el CNE hace fraudes –eso se sabe desde hace mucho tiempo– sino porque defrauda el sentido y propósito de la lucha y de sus enormes sacrificios.
Ante la posición firme de María Corina Machado y Antonio Ledezma, al lado de muchos de la Resistencia y de los movimientos sociales que adversan esa decisión, se ha desatado una campaña contra ellos por “divisionistas”, cuando la realidad es que estos no se han apartado ni un milímetro del objetivo alrededor del cual los partidos y la sociedad civil estuvieron unificados hasta hace pocas semanas, reforzados con el mandato del plebiscito.
También hay una nueva realidad con el CNE. Es verdad que son los mismos rostros, pero siempre en la comisión de un fraude habían movido el tinglado para tener un discurso sobre su transparencia; con el fraude monumental del 30 de julio, al elegir la mamarrachada constituyente, la trampa fue vista en vivo por militares y civiles, nacionales y extranjeros, criadores de cochinos y Smartmatic. Y la continuidad de esa estafa es la constituyente con la cual se quiere obligar a la Asamblea Nacional a cohabitar y a colaborar.
No creo que esté planteado llamar a la abstención, aunque se producirá en algún grado. Lo que sería necesario es una rectificación urgente de los partidos que han acordado inscribir candidatos (¿ahora no son “comodines”?).
La comunidad internacional y el país están prontos para el cambio de piel. Para que amanezca de nuevo. Para la reconstrucción.
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