En República Dominicana, donde el dictador Trujillo gobernaba en 1916, a los norteamericanos les colocaron un neologismo peyorativo: los “pariguayos”, que proviene de “party watcher”, el que mira las fiestas. Y así comúnmente los denominaban. Por cierto, los neologismos son empleados con mucha frecuencia aún en América Latina y el Caribe. El pariguayo es el que no sabe bailar, no tiene con qué. Iban a las rumbas dominicanas y no participaban, simplemente miraban.
Muchas personas se imaginan que las sanciones impuestas por la Secretaría del Tesoro norteamericano al clan o secta de funcionarios bolivarianos se validaron y contabilizaron en ese volumen de recursos que manejó el país, y que solo ellos accedieron a esa inmensa montaña de dólares que lograron amasar, ellos y sus aliados, y en ese proceso de seguimiento de las investigaciones cruzaron diversas fuentes asociadas al flujo de ese dinero. Hemos escuchado variadas cifras totales acumuladas en todos estos años y la más conservadora asciende a 300 billones de dólares, léase bien, 300 billones (cifra conservadora).
Se sabe que algunos tienen sus cuentas y propiedades mínimas a su nombre (muy sencillo de detectarse), pero se cree por lógica que las investigaciones también abarcan el flujo del dinero de sus familiares –hijos, por ejemplo– en las universidades, cuánto y cómo cancelan esas matrículas. Aunque siempre declaran no tener ninguna vinculación con ese circulante del dinero, pero tanto la diáspora como las redes personales de los sancionados informan.
Otra arista de esas conexiones de la red son las cifras, por ejemplo, del estado de Florida. Las noticias nos indican que en este siglo los venezolanos han liderado y siguen liderando en inversiones inmobiliarias. En un informe del año 2016 Venezuela punteó con 14% del mercado por 30% de las transacciones inmobiliarias en ese estado. Venezuela alimentó la reactivación del boom mayamero, obvio que se deduce quiénes fueron y de dónde proviene el dinero. Otro dato adicional corresponde al año 2014: nos dicen que se construyeron 38.000 nuevas viviendas y en ese solo año los compradores venezolanos inyectaron en esos desarrollos la generosa suma de 500 millones de dólares, aunque se cree que fue muchísimo más. Eso quiere decir que durante la última década se adquirieron anualmente, mínimo, de 1.500 a 2.000 propiedades al año solo en Miami y sus alrededores; o sea, que los desarrolladores y realtors anclados allí crecieron enormemente, y se recuerda que en Venezuela hubo grandes y exclusivas exposiciones sobre el tema.
Y es a partir de estos eventos que nos preguntamos: ¿quiénes compraban? ¿Quiénes podían y en qué volumen?
No sabrán bailar mucho los norteamericanos, pero hicieron honor al neologismo “party watcher”, miraron la fiesta de dólares, simplemente no bailaron. Pero empezaron a sancionar y pusieron a bailar a la secta. #AsíDeSencillo
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