El tiempo pasa y se cuenta en muertos. La sociedad democrática sufrida y resiliente es la que cuenta con la empatía del mundo bueno; ella pone los muertos en la lucha contra un totalitarismo asesino y aspira a un cambio de paradigma. Su lucha es por una ruptura histórica y el cambio de modelo, erradicar la corrupción con la justicia que ha de llegar, esta es la salida que quiere, para nada una transición que nos conduzca al mismo Estado de la Guisocracia. No más crímenes e impunidad, queremos libertad. La corrupción está en el germen de esta tragedia.
Política y ética deben ir juntas. Queremos limpieza y decencia moral. Ponerle fin a la violencia promovida por el régimen entre la población, al horror que está cometiendo contra la población infantil, a la frustración de la madre que no puede mandar al hijo a la escuela. No podemos cerrar los ojos ante el drama nacional, tapándonos los ojos ante las muertes diarias, ante la maldad absoluta de dominación, ante la opción siniestra entre idos a la diáspora y esclavos.
La lucha es por el desmontaje del régimen forajido que rompió el orden constitucional. Están dadas todas las condiciones para una coalición militar por la paz. Lo primero cuando se habla de soberanía es la protección de su población. Existe una cohesión entre el frente interno y los países democráticos.
Descartamos la falsa narrativa de la guerra civil, que solo es posible la transición si los actores de las mafias son parte. No va a haber confrontación entre venezolanos, cuando es monumental el acuerdo social para salir del régimen. Supera al que se dio cuando la vaca sagrada surcó los cielos caraqueños con la huida del tirano, y resultan incomparables en cuanto la distorsión en las condiciones de vida de esta hora. La Fuerza Armada dominada se quebrará con la amenaza creíble del apoyo externo.
Juan Guaidó es ampliamente recocido como nuestro presidente interino, pero se la está jugando con el diálogo en Noruega que pudiera llevarnos a un matadero histórico. Ignoramos hacia dónde nos llevan. Se pudiera estar negociando lo peor. No sabemos dónde estamos parados. El destino es conducido por manos desconocidas. La usurpación no es solo Maduro, es el aparato chavista con todas las mafias. Dónde queda la justicia y la moral, si las mafias financian su permanencia para tener una paz precaria. A la vuelta las mafias regresarían con más fuerza. El chavismo invisible corrupto y letal seguiría ahí intacto. Entraríamos en un escenario de desgaste absoluto y seguiríamos vegetando en la zona oscura que hoy vivimos. Pediremos cuentas y cargarán los actores que desvíen la ruta acordada con el costo político de sus errores y responsabilidades.
¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!
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