¿Sabrán capitalizar este momento para convencer al pueblo de que, sin exclusiones, son capaces de unificar y de reconstruir el país, en contraste con la destrucción, el odio y la división de que ahora somos víctimas?
¿La asamblea nacional constituyente, ya cuestionada por su manera de ser electa y su talante ideológico sectario, logrará generar la confianza, la tranquilidad, el sosiego y la armonía que la patria de Bolívar necesita para superar esta coyuntura?
Las interrogantes anteriores nos llevan a hablar de la paz. Es necesario encontrarnos a fin de comenzar a debatir ideas sobre la manera de entendernos, abriendo un debate franco, sincero y respetuoso que allane un camino común y avance hacia un acuerdo de concepto de país, hacia un proyecto de nación para así construir la conciliación que permita encauzar el desarrollo social.
Sin embargo, debemos comprender que en la realidad que existe en la Venezuela de hoy, que vive su etapa más sombría, no es permitido buscar la concordia de manera unilateral; es fundamental que los involucrados se sienten a dialogar, naturalmente satisfaciendo las condiciones que abajo se enumeran, no para doblegar a una de las partes involucradas, no, sino para mostrar buena voluntad por parte de quienes detentan el poder a fin de que asuman sus excesos y a la vez tengan la intención de rectificar. Miles de detenidos, más de un centenar de muertos, cientos de agresiones a los periodistas, millares de heridos y denuncias sobre torturas, saqueos y vandalismo, muestran una realidad que hay que aclarar. Debemos desafiar a la oscuridad a objeto de construir así el futuro que todos nos merecemos.
Hay que comenzar a liberar a todos los presos políticos, los de siempre y los de ahora, abolir las inhabilitaciones políticas, para allanar el camino de la tolerancia y la buena disposición. Al mismo tiempo, dar libertad plena a los ciudadanos detenidos por las protestas.
Además, es necesario que el sistema judicial trabaje en función de impartir justicia en los casos de los compatriotas vilmente asesinados por los cuerpos de seguridad del Estado y también, para castigar a aquellos funcionarios que vejaron y martirizaron a los ciudadanos cuando fueron apresados.
Permitir la apertura de un canal humanitario para facilitar el ingreso de alimentos y medicinas, a fin de poder ayudar a aquellos sectores de la sociedad más vulnerables, pues son los más afectados por la crisis que estamos atravesando.
Fijar los cronogramas de las elecciones de alcaldes y gobernadores y las presidenciales. Solo a través del voto se podrán canalizar las inquietudes del pueblo, que es el verdadero objeto social de la democracia.
Desarmar a los grupos paramilitares o colectivos que actúan con total impunidad, dado que son utilizados para amedrentar y controlar a la sociedad. El desmantelamiento de estas agrupaciones es necesario para la reconciliación.
Poner fin a la criminalización de las protestas, que es la forma en que expresan los ciudadanos su descontento. Cesar en la represión policial. Evitar auspiciar una paz desde la victoria, desde la derrota del otro, desconociendo que hay otros actores involucrados en la construcción del país.
Estructurar una comisión de la verdad que ayude a aclarar los sucesos violentos que se suscitaron a partir de las protestas pacíficas. Que esa comisión sea paritaria y que sus investigaciones estén apegadas a la exactitud de los hechos ocurridos, caiga quien caiga.
Que los venezolanos, sin importar su tendencia política, tengan acceso al sistema nacional de medios públicos. Detener la censura y la presión a los medios de comunicación privados. Todos tienen derecho de manifestar sus ideas, sin miedo, pues el pensamiento no delinque.
Renovar la plantilla de magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, el defensor del pueblo, la fiscal general, el contralor general y rectores del Consejo Nacional Electoral, algunos de los cuales tienen sus períodos vencidos y otros muestran una experticia y un desempeño de dudosa capacidad para cumplir con dichas responsabilidades. Escoger funcionarios que tengan como norte servir al país, no a un partido político. A la vez, despolitizar a la Fuerza Armada, auspiciando su institucionalidad, no su apego partidista. Hay que eliminar el marxismo primitivo y el populismo, para levantar una nación sobre la base de sus capacidades y desarrollar así sus potencialidades.
Atacar la corrupción e investigar a aquellas empresas fantasmas que les fueron otorgados dólares preferenciales. También, eliminar los subsidios a otros países mientras haya venezolanos con necesidades. Auspiciar la producción nacional de bienes de consumo. El pueblo no quiere más revolución sino progreso, oportunidades, seguridad y productividad.
Como colectividad debemos mantener el optimismo, la paciencia y la persistencia, porque son armas infalibles en el camino de la vida. Esto nos indica que la esperanza no tiene fecha de caducidad, es la forma de fortalecernos como sociedad para así construir el cambio que Venezuela necesita. En fin, la paz no se invoca, se construye.
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