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Un mazo de amor lleno de odio

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No voy a hacer burlas de la ley contra el odio. Tampoco ironías ni cinismos. Desconozco si la directiva de la constituyente y su cuerpo burocrático, con Darío Vivas al frente, siempre tan proactivo y deseoso de liberar cámaras, grabadores y demás equipos electrónicos, ha tomado las medidas para resguardar los registros impresos y digitales de las propuestas, discursos, zalamerías y bobadas que se escuchan en las sesiones del cuerpo supraplenipotenciario.

Si no lo hubiese hecho aún, habría que nombrar una comisión encabezada por Elvis Amoroso, el estudiante de Ciencia Política que más tiempo pasó en el cafetín de la Facultad de Derecho de la UCV, para que los recopile de ahora en adelante y se dedique a reconstruir el palabrerío habido en su seno en estos 27 días que han asombrado al mundo. Remember John Reed.

Elvis, por razones de apellido, podría haber sido el proponente de la ley que rechaza el aborrecimiento, la tirria, la ojeriza, la aversión, el rencor, la animosidad, la animadversión, la enemistad, la antipatía, la hostilidad, el incordio y similares, pero estaba tomando ventaja en otros asuntos. Tampoco fue de Elvis la idea de montar en la Casa Amarilla una biografía fotográfica de Nicolás Maduro, pero ya podrá sacarle provecho. Mientras, se ha empezado a mover para que en todas las plazas Bolívar se coloquen amorosos retratos del mandón, como lo ordenaron los usurpantes-usufructuantes de la soberanía popular.

De lo poco que se ha divulgado del proyecto de ley llama mucho la atención la gramática de su redacción y las características léxico-semánticas intrínsecas del lenguaje utilizado, tan alejadas de las formas venezolanas y tan cercanas al palabreo cubano de los habaneros. También es motivo de alarma la creación de brigadas interinstitucionales que se encargarán de imponer la convivencia pacífica, inspirados quizás en los comisarios del amor de 1984 de George Orwell, la Santa Inquisición, la SS de los nazis, la Gestapo, los policías de la revolución cubana entrenados para perseguir homosexuales y encerrarlos en campos de concentración, menos a uno, a Raúl Castro.

Las amenazas y consignas propias de una guerra a muerte que se han escuchado en las sesiones y las declaraciones de los plenipotenciarios que prometen levantar la nueva patria sobre las cenizas de los venezolanos que no aceptan tantas pruebas de amor y convivencia deben ser incorporadas en una gran antología, que muy bien podría obsequiarse con un ejemplar de la Historia de la estupidez humana de Paul Tabori. Remato el leño de Trucutú, soberano primitivo.

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