Omar Véliz siempre está a la orden del hecho noticioso y lo asume con buena actitud. Hace dos semanas viajó a Choroní durante sus días libres y fue testigo de la tragedia que causó el deslave a media hora del pueblo. Sin proponérselo se encontró de vuelta al trabajo. «Salí a pasear unos días con mi novia y terminé tomando fotos con un celular para enviar al periódico. Si te gusta esta profesión tienes que dedicarte por completo», Comenzó su carrera muy joven como aprendiz de fotografía en Últimas Noticias. Luego trabajó en El Siglo y llegó a El Nacional hace ocho años. «En el camino he conocido a muchos grandes fotógrafos, de los que me he hecho amigo. De todos he aprendido un poco», señala.
«Estoy activo, estoy listo», suele responder cuando el periodista con el que va a salir a cubrir la pauta lo busca. Considera que las protestas y los disturbios son los escenarios en los que mejor se desenvuelve. Su precisión para captar la noticia lo hicieron ganar este año el Premio Francisco Edmundo «Gordo» Pérez.
«Es satisfactorio, los reconocimientos siempre son algo importante. Pero no lo he celebrado como en otras ocasiones. Estamos viviendo una situación muy difícil en el país y más los reporteros gráficos. Estar en la calle ha sido difícil. Vendrán años mejores», afirma.
Se considera una persona con suerte. »Trabajé durante la intentona golpista de Hugo Chávez en 1992 y también cuando le dieron el golpe en 2002. Pero la pauta que más me ha marcado fue la tragedia de Vargas, un momento muy duro».
Véliz se define cien por ciento cultor: «Desde pequeño he estado en la Sociedad de San Juan, bailo la Burra en diciembre, pertenezco a la Sociedad de Boleros, a la Sociedad Cruz de Mayo y a la de Parranderos de Barlovento. Lo heredé de mis padres, de mi abuela».
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