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La cultura de la libertad: nuevas formas de difundir el ideario liberal

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“La libertad es un bien precioso, pero no está garantizada (…)

La literatura, que respira y vive gracias a ella, que sin ella se asfixia,

puede hacer comprender que la libertad no es un don del cielo sino una elección…”.

La civilización del espectáculo, Mario Vargas Llosa

Hace dos años empecé a organizar charlas sobre liberalismo y literatura, porque siempre he tenido la convicción de que a través de la literatura, el cine, el arte y otras expresiones, se difunden mejor las ideas defendidas por el liberalismo. En una entrevista que Carlos Rangel y Sofía Ímber le hicieron a Jorge Luis Borges en 1981 cuando estuvo en Caracas, a la pregunta sobre si el escritor tiene un compromiso, Borges respondió que él tenía un compromiso con la literatura y que aspiraba a que sus libros mejoraran a las personas que los leyeran.

No creo traicionar el pensamiento de Borges si digo que por mejorar entendemos a una persona cada vez más crítica, autónoma e independiente. Podemos incluso fundamentar esta afirmación al ver la posición política del escritor (su posición frente al Estado para ser más exactos) que definitivamente permeó en su obra.

Gracias a Cedice Libertad e inicialmente al profesor y amigo Ricardo Ramírez Requena se empezaron a organizar estas charlas hace dos años, que hoy en día han incluido la participación de importantes expertos nacionales, como Gisela Kozak, e internacionales como Martin Krause, y que además han ido más allá de la literatura.

El pasado sábado 2 de septiembre, por ejemplo, en la librería Lugar Común en Las Mercedes, una de nuestras aliadas, efectuamos el cineforo de La ciudad perdida, película protagonizada y dirigida por Andy García, y cuyo guion es de un grande la literatura hispanoamericana: Guillermo Cabrera Infante.

La película muestra de principio a fin cómo dictaduras como la cubana van destruyendo las instituciones, entendidas como los límites al poder del Estado. La propiedad, que no es solo un derecho humano, sino una institución propia del Estado de Derecho porque da autonomía e independencia al individuo frente al Estado, es precisamente destruida por estos regímenes.

La película trata la propiedad de una forma inteligente y profunda. No la muestra como algo económico o patrimonial (es una de sus dimensiones), sino que muestra su lado humano. Frases como «Fidel pasará pero la tierra queda» muestran que la propiedad es el resultado del esfuerzo y del amor por lo que uno hace.

Otra de las instituciones destacadas como tal en la película y que sufre los embates de estos regímenes, tal vez más especialmente, es la familia.

La familia, las amistades, las relaciones personales son destruidas porque son lo que, en regímenes de este corte, nutren el alma y mantienen en pie al individuo. Lamentablemente, no podemos evitar hacer los paralelismos con la situación actual en Venezuela y la contradicción que lamentablemente nos tocó vivir. Sí, la familia, las amistades, las relaciones personales son importantes para mantenernos en pie, pero al mismo tiempo no se pueden estrechar lazos porque la realidad es que ninguno de nosotros sabe cuánto tiempo aguantará el régimen. Como un querido amigo nos dice, debemos proteger nuestra integridad física y espiritual.

De momento, quien escribe estas líneas suscribe (y agradece) completamente la reflexión que hizo el pasado lunes Tiziana Polesel, al ser designada presidente de Cedice Libertad. Dijo: “La gente como nosotros tiene que seguir luchando, porque todos los que están afuera van a regresar a reconstruir este país. Yo quiero ser de esas personas que van a cuidar la casa mientras regresan”.

¡Yo también soy de las personas que van a cuidar la casa!

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