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Íntima carta pública para Juan Guaidó

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Sin que pretenda competir con respetables astrólogos, en mayo 2013 esta página publicó una con el mismo título para Nicolás Maduro, recién electo a dedo por el militarismo cubano. Casi todo su contenido (disponible por Internet) por ejercicio lógico, se ha cumplido al pie de la letra.

Esta vez por otro motivo, mayor angustia, menos capacidad intuitiva y por eso quizá equivocada. Pero comunicar a tiempo lo evidente es deber para quienes aún tienen el privilegio de espacios como este.

Usted, presidente constitucional interino de Venezuela desde el 5 de enero 2019, dispone hoy de un respaldo popular aproximado a 90%, por estricto mandato de ley y por su desempeño equilibrado frente a la mayor crisis total del país en más de doscientos años. Línea de borde entre la salvación y el derrumbe que compromete cada minuto más, con profundo sufrimiento, a la sobreviviente población todavía en sitio, a su gigantesca diáspora y se proyecta con sumo peligro a todo el hemisferio.

Durante dos décadas, competentes análisis de la situación que provienen de expertos con diversos enfoques, especialistas en asuntos políticos locales, regionales y mundiales, explican a fondo el origen, desarrollo y consecuencias del catastrófico “caso Venezuela castrochavista”.

Usted proviene del partido político Voluntad Popular conformado por una generación nueva que hasta el momento se retrata y perfila libre de taras surgidas durante los milagrosos, imperfectos cuarenta años democráticos que marcaron apenas un lapso republicano civilista en una historia nacional repleta de tribalismos castrenses. Ahora le toca soportar los remanentes tóxicos de esos vicios que dificultaron el logro definitivo de una Venezuela libre, por igual de su militarismo genético y de un partidismo democrático que degeneró en su segunda y última etapa, abriendo puertas al personalismo totalitario verdugo de la nación.

Miembro del sector social que a través de estudios pudo ascender en la escala profesional universitaria y formar parte de un partido político joven, hasta hoy limpio de lacras y delitos tradicionales, son dos de los factores que le permiten afrontar con calidad, serenidad y coraje el dificilísimo reto que por bendita casualidad jurídica lo sitúa en el centro de una situación límite tan comprometida.

Y al grano. Usted está rodeado, muy cerca, demasiado, de militantes no propiamente políticos, oportunistas y delincuentes locales y foráneos carentes de rectos principios éticos en lo personal y colectivo. Quizá por su condición de persona religiosa creyente y de praxis política reciente, ya que antes se limitó a la opositora, honesta y correcta investigación parlamentaria, no acaba de percibir en su peligrosa dimensión real los numerosos riesgos que lo acechan para beneficio del poder infiltrado, corrupto, traidor y usurpador. Alerta, presidente Juan Guaidó, pues hasta el último minuto esa brutal compulsión criminal, mafia de poder amoral, ilegal, ilegítimo, llamada revolución, es capaz de sacarlo con trucos y sin misericordia de la seria tarea que usted legítimamente representa y comanda.

Eso significa admitir el hecho y conjuntamente, sin complejos míticos, aceptar ayuda de otros elementos y poderes, también interesados para su ganancia material como lo muestra el eterno juego de tronos, pero esas conductas en nada son comparables a la congénita maldad, inhumana, cruel, de la psicopatía militarista y sus cómplices que, al criterio de Rómulo Betancourt, activa siempre en el país desde cloacas nativas y extranjeras.

Que para buena suerte de Venezuela, usted pueda disfrutar a Venezuela en libertad hasta los 120 años bíblicos que marca el llamado Antiguo Testamento, siempre vigente.

 

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