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Un artículo que parece un cuento

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Un búho rapaz que en la granja funge de juez intenta borrar de su laptop una palabra que para él es peligrosa. El vocablo fugitivo,trata de no dejarse atrapar por el mouse en un empeñoso intento por evitar una sentencia indebida. No lo logra. Ilícitamente, la palabra misteriosa es suprimida del texto y el búho corrupto la hace desaparecer.

—¡Traigan al acusado! –ordena el noctámbulo juez.

Atado por el cuello con una soga tricolor, un brioso caballo de porte elegante y alma insigne exhibe con orgullo la nobleza de sus principios y de su raza. Un grupo de ratas pequeñas y de hienas carroñeras y cobardes bailotean a su alrededor, temerosas de tocarlo pero intentando controlarlo.

Para sorpresa de todos, un grillo, con un grillete electrónico en la pata, se atraviesa y vocifera.

—Me he infiltrado en el mundo de los humanos –grita el grillo.

Los animales emiten sonidos de asombro pero ninguno deja de chatear por el celular. Un burro, cansado de que no le paren y de nunca entender lo que escucha, rebuzna con indiferencia y resignado mordisquea un mango que descubre pudriéndose en un rincón.

—Ellos no están bien. ¡No señor! –continúo el grillo–  Prefieren hablar por celular que hacerlo con el humano que está a su lado. ¡El peligro es que los estamos imitando!… Dicen que quieren libertad pero no participan, solo  insultan y destrozan por las redes sociales a los líderes que los defienden…

—¡Al grano, señor Grillo! –interrumpe con aburrimiento el búho- Está obstaculizando un juicio.

—¡Ese régimen está podrido! Los ancianos y los críos agonizan por falta de comida y pócimas. Encierran y torturan en jaulas a quienes intentan algo que llaman cese de usurpación. Hay abogados, como el señor zorro pero sin principios, que reforman las leyes a conveniencia de quienes temporalmente detentan el poder a pesar de que la mayoría está en contra.

El señor Grillo se aproxima al búho y le susurra algo que logra molestarlo. El búho gira su cabeza y en un descuido se zampa al grillo. Al rato, en un escupitajo, lanza al piso el grillete electrónico.

—Otro menos –dice el búho.

La risa sarcástica de un par de hienas y el miedo recién sembrado logra que los presentes enmudezcan y bajen la cabeza.

—Prosigamos –ordena satisfecho.

El bravo corcel se planta erguido ante el señor juez y con seguridad desafiante, habla.

—Se me juzga por arriesgar mi vida y mi familia para conquistar un sueño de libertad. Por creer en la esperanza y el futuro. Por unificar fuerzas e ideas de quienes queremos recuperar la paz y lograr que el pueblo tome sus propias decisiones… Exijo respeto por la vida y reclamo justicia para cada ser vivo. Exijo la elección libre y transparente de gobernantes, la autonomía de los poderes, la claridad incorruptible en la ejecución de las leyes y acudo a la consciencia de los Halcones Peregrinos, porque su deber es estar al servicio de la ley.

—¡Qué le corten la cabeza! –gritó a lo lejos una vaca loca.

El cerdo, los gallos, las gallinas, los patos, el puercoespín, los perros, los gatos e incluso otros búhos, dejaron de mirar su celular y se levantaron casi al mismo tiempo. En plan de defensa, se colocaron delante del valiente caballo y…

II

—¿Y qué pasó? –interrumpe emocionado un potrillo, que en medio de un grupo de terneros, lechones, pollitos y perritos, escucha atento lo que en un salón de clases cuenta, años después,  el otrora brioso caballo de porte elegante y alma insigne, convertido hoy en caballo viejo.

—Pasó -prosiguió el caballo- que lo logramos. Conquistamos los sueños de libertad. Conseguimos ser mejores. Aprendimos a perdonar a quien fue engañado y a ayudar a quien lo necesita. Recibimos a las familias que obligadas por las circunstancias decidieron emigrar. ¡Volvimos a vivir! Acabamos con la demoledora censura. Reconquistamos la justicia, la paz y recuperamos los principios, la salud y la calidad de la educación de nuestros críos… De nuevo, fuimos felices y aprendimos que la democracia es el mejor sistema de gobierno… Fue duro… Sí… muy duro. Pero unidos lo logramos.

—¿Y cuál era la palabra fugitiva y misteriosa que no se dejaba atrapar por el mouse? –pregunta  un cariñoso cachorrito Terrier.

—¡Justicia!, esa palabra ahora es libre y sustenta la democracia.

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