Las filtraciones del gobierno de Estados Unidos a los dos principales diarios de noticias de ese país van en el sentido de que México aceptó una especie de acuerdo de Tercer País Seguro light, y el envío de 6,000 efectivos de la nueva Guardia Nacional a la frontera sur, así como una ampliación significativa del programa Remain in México. Digo versión light porque solo aceptar el imperativo de solicitud de asilo de quienes pisan el primer país fuera del suyo, en los hechos es prácticamente lo mismo. Los guatemaltecos que lleguen a la frontera norte ya no podrán solicitar asilo, ni tener una audiencia, ni esperar en Estados Unidos, tendrán que solicitar asilo, en su caso, en México. Los hondureños y salvadoreños deberán solicitar asilo en Guatemala y no en México. Este parece ser el arreglo tentativo al que llegaron ambos gobiernos, junto con el envío de dichos 6,000 efectivos.
Es una vergüenza, pero una vergüenza inevitable una vez que México se había colocado ante esta situación que el propio Ebrard calificó de inaceptable o inmanejable. El hecho de que los detenidos en la línea o dentro de Estados Unidos durante el mes de mayo haya alcanzado la cifra estratosférica de 144.000 muestra que Trump puede estar utilizando todo esto para fines electorales, pero tiene una base firme para hacerlo. Conviene simplemente ubicar la evolución de esta cifra desde hace algún tiempo. Durante los últimos meses de 2018, y la mayor parte de los meses anteriores, el promedio de aprehensiones fue de 55.000. En enero subió a 60.000 y a partir de febrero se empiezan a disparar los números: 75.000, 85.000, 109.000, 144.000. El único factor nuevo que interviene en este crecimiento es el anuncio del gobierno de México de expedir visas humanitarias a quienes entraran al país, después de la recepción que tuvieron las primeras caravanas en octubre y noviembre por parte del gobierno de Peña Nieto. Digo el anuncio y no el número en sí porque lo que contó fue la impresión que se generalizó en el Triángulo del Norte, y seguramente en otros países, de que cualquiera que llegara a México ya tenía el libre tránsito garantizado hacia Estados Unidos. El hecho de que solo se hayan expedido aproximadamente 15.000 visas carece en cierto sentido de importancia. Esto fue lo que generó la situación que hoy estamos viviendo y que no va a disminuir sino hasta finales del verano, aunque según cuántos migrantes sean reprimidos por el gobierno de México, puede descender antes.
El tema aquí es si, como muchos han propuesto o exigido, todos los mexicanos debemos cerrar filas y unirnos al presidente López Obrador en un gran despliegue de “unidad nacional”. En México, quizás el primer caso claramente definido de unidad nacional se da durante la Segunda Guerra Mundial cuando el presidente Ávila Camacho hace ese llamado y, como expresión de la misma, nombra al general Cárdenas secretario de Guerra. La idea era que los partidos, sindicatos, intelectuales, personajes de izquierda, que en ese momento todavía traían el arrastre del cardenismo, se unieran con un gobierno visto como más conservador en aras de defender a la patria frente a la entrada a la guerra en 1943. El llamado funcionó muy bien, aunque los sectores de izquierda nunca pudieron recuperar la fuerza y la identidad perdidas.
¿El acuerdo de Tercer País Seguro light merece un gran pacto de unidad nacional por México como el que pide López Obrador para su manifestación del sábado en Tijuana? ¿Debemos todos apoyar las posturas de López Obrador, aunque no sepamos cuáles son? ¿No es momento de criticar sino de unirnos? Las pocas encuestas disponibles hasta el momento muestran que sí, en el sentido de que eso es lo que quiere la sociedad mexicana. Pero cualquier reflexión un poco más abstracta, compleja y de largo plazo, muestra que es lo peor que pudiera suceder. Quizás la última vez que aconteció algo por el estilo fue en septiembre de 1982 cuando tras la nacionalización de la banca por López Portillo se hizo un llamado a la unidad nacional y muchísimos sectores, desde el recién legalizado Partido Comunista hasta otros más, apoyaron la medida, que a la postre resultó ser desastrosa para la economía y el país.
Sé que formo parte de una pequeña minoría al pensar que si no estoy de acuerdo con lo que hace el presidente no debo apoyarlo, ni siquiera en tiempos de guerra, mucho menos en tiempos de lo que es a final de cuentas una escaramuza
Las filtraciones del gobierno de Estados Unidos a los dos principales diarios de noticias de ese país van en el sentido de que México aceptó una especie de acuerdo de Tercer País Seguro light, y el envío de 6,000 efectivos de la nueva Guardia Nacional a la frontera sur, así como una ampliación significativa del programa “Remain in México”. Digo versión light porque solo aceptar el imperativo de solicitud de asilo de quienes pisan el primer país fuera del suyo, en los hechos es prácticamente lo mismo. Los guatemaltecos que lleguen a la frontera norte ya no podrán solicitar asilo, ni tener una audiencia, ni esperar en EU, tendrán que solicitar asilo, en su caso, en México. Los hondureños y salvadoreños deberán solicitar asilo en Guatemala y no en México. Este parece ser el arreglo tentativo al que llegaron ambos gobiernos, junto con el envío de dichos 6,000 efectivos.
Es una vergüenza, pero una vergüenza inevitable una vez que México se había colocado ante esta situación que el propio Ebrard calificó de inaceptable o inmanejable en la reunión de ayer. El hecho de que los detenidos en la línea o dentro de EU durante el mes de mayo haya alcanzado la cifra estratosférica de 144,000 muestra que Trump puede estar utilizando todo esto para fines electorales, pero tiene una base firme para hacerlo. Conviene simplemente ubicar la evolución de esta cifra desde hace algún tiempo. Durante los últimos meses de 2018, y la mayor parte de los meses anteriores, el promedio de aprensiones fue de 55,000. En enero sube a 60,000 y a partir de febrero se empiezan a disparar los números: 75,000, 85,000, 109,000, 144,000. El único factor nuevo que interviene en este crecimiento es el anuncio del gobierno de México de expedir visas humanitarias a quienes entraran al país, después de la recepción que recibieron las primeras caravanas en octubre y noviembre por parte del gobierno de Peña Nieto. Digo el anuncio y no el número en sí porque lo que contó fue la impresión que se generalizó en el Triángulo del Norte, y seguramente en otros países, de que cualquiera que llegara a México ya tenía el libre tránsito garantizado hacia EU. El hecho de que solo se hayan expedido aproximadamente 15,000 visas carece en cierto sentido de importancia. Esto fue lo que generó la situación que hoy estamos viviendo y que no va a disminuir sino hasta finales del verano, aunque según cuántos migrantes sean reprimidos por el gobierno de México, puede descender antes.
El tema aquí es si, como muchos han propuesto o exigido, todos los mexicanos debemos cerrar filas y unirnos al presidente López Obrador en un gran despliegue de “unidad nacional”. En México, quizás el primer caso claramente definido de unidad nacional se da durante la Segunda Guerra Mundial cuando el presidente Ávila Camacho hace ese llamado y, como expresión de la misma, nombra al General Cárdenas secretario de Guerra. La idea era que los partidos, sindicatos, intelectuales, personajes de izquierda, que en ese momento todavía traían el arrastre del cardenismo, se unieran con un gobierno visto como más conservador en aras de defender a la patria frente a la entrada a la guerra en 1943. El llamado funcionó muy bien, aunque los sectores de izquierda nunca pudieron recuperar la fuerza y la identidad perdidas.
¿El acuerdo de Tercer País Seguro light merece un gran pacto de unidad nacional por México como el que pide López Obrador para su manifestación del sábado en Tijuana? ¿Debemos todos apoyar las posturas de López Obrador, aunque no sepamos cuáles son? ¿No es momento de criticar sino de unirnos? Las pocas encuestas disponibles hasta el momento muestran que sí, en el sentido de que eso es lo que quiere la sociedad mexicana. Pero cualquier reflexión un poco más abstracta, compleja y de largo plazo, muestra que es lo peor que pudiera suceder. Quizás la última vez que aconteció algo por el estilo fue en septiembre de 1982 cuando tras la nacionalización de la banca por López Portillo se hizo un llamado a la unidad nacional y muchísimos sectores, desde el recién legalizado Partido Comunista hasta otros más, apoyaron la medida, que a la postre resultó ser desastrosa para la economía y el país.
Sé que formo parte de una pequeña minoría al pensar que si no estoy de acuerdo con lo que hace el presidente, no debo apoyarlo, ni siquiera en tiempos de guerra, mucho menos en tiempos de lo que es a final de cuentas una escaramuza -seria- pero escaramuza al fin con Estadeos Unidos. Porque faltan muchas más. ¿Cuántas escaramuzas incluye una guerra, comercial o de cualquier tipo? No lo sé, pero esta, para mí, no.
seria- pero escaramuza al fin con EU. Porque faltan muchas más. ¿Cuántas escaramuzas incluye una guerra, comercial o de cualquier tipo? No lo sé, pero ésta, para mí, no.
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