“Educación, educación, educación”, así definió Tony Blair las prioridades de su programa electoral en 2001. Once años después, José Mujica lo repetía en su toma de posesión como presidente de Uruguay. Andrés Oppenheimer, escritor y periodista argentino con muy amplia audiencia, ha hecho del tema el punto central de algunos de sus libros. En ¡Basta de historias! menciona la respuesta de la presidente de Finlandia, Tarja Halonen, preguntada por el secreto del éxito de su país. “Educación, educación, educación”.
Puede parecer innecesario insistir en las razones que justifican esta posición. Bastaría, quizá, con mencionar el valor de la educación como el gran instrumento y el único verdaderamente efectivo para reducir la desigualdad. O bastaría recordar su función determinante para el desarrollo de los pueblos, más aún en este momento de la humanidad marcado por los abismales cambios generados en el mundo del conocimiento y de la tecnología. Para nadie es ya un secreto que productividad, competitividad, innovación, no se entienden sin un sostenido esfuerzo de educación de calidad, una educación que no termina en la escuela y que no se limita a la acumulación de conocimientos, sino a su generación, al desarrollo de los talentos, a la estimulación de los procesos de análisis y creación.
Nunca como hoy se ahonda tanto la diferencia entre el acceso o no al conocimiento, entre la generación de ciencia y sus aplicaciones tecnológicas o su desconocimiento, entre la propiedad de bienes tecnológicos y la dependencia o el aislamiento. Nunca como ahora, tampoco, los avances científicos y tecnológicos se dieron con tanta velocidad e intensidad y cambiaron de modo tan profundo los modos de vivir y de entender la vida y las relaciones. Nunca, en definitiva, la educación marcó de manera tan terminante la diferencia entre países con posibilidades de desarrollo y países atrasados. “La prosperidad pasa por la educación de calidad, la ciencia y la tecnología”, dice Oppenheimer. Para él, como para todos los estudiosos del tema, la educación asociada a creatividad, productividad e innovación está intrínsecamente vinculada a las posibilidades de prosperidad y desarrollo.
La reciente entrega del Premio Arturo Uslar Pietri al mejor proyecto educativo, otorgado por El Nacional en la celebración de su 74 aniversario, es una buena oportunidad para reflexionar sobre esta prioridad, en un momento en el que todo impele a ocuparse del difícil presente, pero en el que es preciso hacer un esfuerzo consciente para no despegar la mirada del futuro.
El ganador del premio ha sido este año el Programa Proexcelencia de la Asociación Venezolano Americana de Amistad, AVAA, una organización fundada en 1942, cuya misión es promover y apoyar la educación integral y la formación de jóvenes venezolanos que contribuyan al desarrollo sustentable del país. El programa, alentado por un voluntariado ejemplar, ha beneficiado ya a más de 800 jóvenes de escasos recursos económicos del área metropolitana de Caracas. AVAA cuenta actualmente con 250 becarios activos. Gracias al apoyo recibido, estos jóvenes han podido cursar sus estudios universitarios e incorporarse como profesionales con alto índice académico, dominio de un segundo idioma y capacidad de impulsar el cambio con liderazgo, solidaridad y compromiso con los otros.
Recibir este premio es para la AVAA una buena manera de celebrar su 75 aniversario y para El Nacional una forma de rendir homenaje a quien fuera su director, Arturo Uslar Pietri. Es también la oportunidad para recordar la vigencia de su pensamiento, muy especialmente en relación con la educación y en su insistencia en ella como factor fundamental para la comprensión y el desarrollo del país. Si contáramos hoy con su presencia, no hay duda de que compartiría su asombro frente al espacio creciente del conocimiento y de la tecnología y a sus consecuencias para los individuos y la sociedad. Vería con nosotros cómo se expande la brecha y la dimensión del peligro del aislamiento. Se uniría, sin duda, al reclamo de educación, más educación, mejor educación.
Noticias Relacionadas
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional