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Toda una vida, de Seethaler, entre el asombro y el estoicismo por lo vivido

El autor de la novela explicó que la complejidad de la obra radica en las minucias: “Cuando se trata de la muerte de un ser querido, o del amor, o de una enfermedad, la complejidad se disipa y entonces de lo que se trata es de sobrevivir”

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Este jueves sale a la venta la edición española de la novela Toda una vida, del austríaco Robert Seethaler, una historia «aparentemente sencilla» de un hombre que encaja con serenidad los golpes que le da la vida y que, llegado a viejo, vuelve la vista atrás «con asombro» por lo vivido.

En una entrevista con Efe, Seethaler, que se dio a conocer internacionalmente con su cuarta novela, El traficante (2012), repasa la historia del protagonista, Andreas Egger, que llega con apenas cuatro años a un pueblo alpino donde es acogido por su tío.

«Mi idea no es moralizar o aportar nada a nadie, o decirle a la gente cómo puede o cómo no debe vivir», agrega el escritor sobre su libro, publicado en español por la editorial Salamandra.

Traducido ya a una treintena de idiomas y nominada al Man Booker International Prize 2016, Toda una vida muestra cómo Egger, a pesar de ser maltratado por su tío, crece fuerte y con 18 años abandona por primera vez el pueblo para unirse a un grupo de trabajadores encargado de construir los primeros teleféricos en el valle, y una segunda, para combatir durante la Segunda Guerra Mundial.

Según Seethaler, prácticamente todas las personas se enfrentan en algún momento de sus vidas a adversidades como las que le sobrevienen a Egger, pero siguen adelante, «entre comillas, heroicamente».

«En definitiva, la complejidad radica en las minucias. Cuando se trata de la muerte de un ser querido, o del amor, o de una enfermedad, la complejidad se disipa y entonces de lo que se trata es de sobrevivir», señala.

Para Seethaler, «la sencillez es solo una posibilidad de ver el mundo»; Egger es simple en tanto que se asombra y que no ha olvidado cómo hacerlo y «este asombro, por su parte, genera curiosidad».

Según explica, la idea de un hombre en las montañas rondaba su cabeza desde hace décadas.

Como buen austríaco, ya de pequeño, con cuatro años, lo llevaban a esquiar a las montañas y en una ocasión, remolcado por el telearrastre, con el próximo esquiador fuera del alcance de la vista, rodeado de nieve, frío y un silencio sepulcral, le sobrevino una sensación de soledad, «a la vez hermosa y horrible» que todavía hoy guarda «profundamente en el corazón».

«Probablemente sea este el punto de partida de todo el libro, este silencio que se abre allí en las montañas, pero realmente lo hace solo en el propio corazón», dice el autor.

Antes de escribir, Seethaler fue durante años actor de cine -recientemente en La juventud, de Paolo Sorrentino-, televisión -entre 2003 y 2016 encarnó al doctor Kneissler en la serie alemana Ein starkes Team– y teatro, una profesión que solo le hizo sufrir, al hacerle sentir siempre vergüenza, volverlo agresivo, corroerle y llegar a enfermarlo, confiesa.

Tardó en percatarse de que detrás de este sentimiento de vergüenza había miedo, y cuando lo hizo, decidió retirarse de los escenarios -aunque todavía hace pequeñas incursiones- y regresar de donde viene, a su «pequeño y autista mundo de historias».

Al escribir, dice, se evade de la mirada humana, que es «algo muy íntimo» a lo que estaba expuesto como actor.

Sus historias y las imágenes que se forman en su mente no están inspiradas en la realidad, sino que se nutren de su imaginación y de sus sueños, agrega.

«Cuando quiero ver, cierro los ojos», dice el escritor, que explica que nació con una grave deficiencia visual que lo obligó a acudir a una escuela para ciegos y someterse a varias operaciones.

Seethaler está trabajando ya en su nuevo libro, una historia que transcurre en un cementerio de pueblo, en el que unos 30 muertos reciben la oportunidad de elevar por última vez sus voces y contar algo de su vida o del proceso de morir.

«Es un libro que trata sobre la muerte, pero naturalmente es un libro exclusivamente sobre la vida», precisa, porque al no conocerla nadie, la muerte «simple y llanamente no existe, solo existe el morir». 

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