Niña en un campamento de las FARC en el Caguán
Desde hace más de cincuenta años, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, han estado en guerra contra el Estado, y han mantenido en jaque a la sociedad colombiana. A este escenario de conflicto bélico se sumaron el Ejército de Liberación Nacional, ELN, poderosos carteles de la droga y grupos paramilitares como el AUC. En el presente se habla de una posibilidad para la paz, no exenta de exabruptos políticos y de oscuros acuerdos fabricados en Cuba. En esta larga historia de violencia, la aparición de los niños soldados es una de sus indignantes consecuencias, que hoy diversos factores políticos tratan de ocultar.
Para entender la situación de los niños y adolescentes en el conflicto colombiano, tomemos como ejemplo un parte de guerra del año 2.000: “El ejército colombiano cercó la columna Arturo Ruiz, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia FARC- EP, en medio de la operación Berlín, en Suratá, Santander. Allí murieron 100 personas y fueron capturadas 90, de las cuales 72 eran menores de 18 años” (Ximena Pachón C., La infancia perdida en Colombia: los menores en la guerra, Universidad Nacional de Colombia, 2009).
Pero basta con recordar el informe que en el año 2004 ofrecieron una docena de organizaciones humanitarias, entre las que se encontraban Human Rights Watch, Save the Children y Unicef, donde calculaban un promedio de 11.000 niños, niñas y adolescentes reclutados por los ejércitos guerrilleros de las FARC, el ELN y las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC. Los menores, con edades comprendidas entre 9 y 16 años, entrenados para el combate y manipulados psicológicamente, han sido utilizados para acciones de alto riesgo, tales como la activación y desactivación de minas antipersonales, asaltos con armas cortas, espionaje, transporte de explosivos y servidumbre sexual para la tropa. Han sido reportados y documentados cientos de casos de niños, niñas y adolescentes que murieron o quedaron mutilados a consecuencia del manejo de minas antipersonales. No existe ninguna diferencia entre los “niños bomba” utilizados por Hezbollah y Hamas en el Medio Oriente, con lo ocurrido a sus pares colombianos.
Las FARC y el ELN son también responsables del reclutamiento de menores en las zonas fronterizas con Venezuela, amplia geografía por donde se han desplazado con total impunidad esos grupos narcoterroristas debido a las alianzas y apoyo logístico brindado por Chávez desde que llegó al poder de la mano de Fidel Castro. Imposible olvidar la frase de Chávez: “Venezuela limita por el oeste con las FARC”. Comunidades indígenas de Amazonas han denunciado por igual la utilización de sus jóvenes por la guerrilla, debido al conocimiento de la selva o como mano de obra en la extracción de oro que la guerrilla realiza a cielo abierto en territorio venezolano.
Niño reclutado por las AUC
Las “leyes de la guerra”, frágiles y variables, ponen ciertos límites al horror, pero cuando no se respetan las convenciones, la guerra se criminaliza. Las FARC y el ELN, con su ideología del “se vale todo”, aliadas con el narcotráfico, se ubicaron en la categoría de “terroristas internacionales”, incursos en crímenes contra la humanidad.
La aprobación en 1989 de la Convención sobre los Derechos del Niño es el principal instrumento legal para proteger a todos los niños, niñas y adolescentes del planeta. Las resoluciones y protocolos sobre los niños y los conflictos armados, tanto de la Organización de Naciones Unidas como de la Organización de Estados Americanos, instan a los Estados a impedir la utilización de niños como soldados. El Estatuto de Roma (1998) considera “crimen de guerra” el reclutar a niños menores de 15 años.
Uno de los más importantes instrumentos legales a escala internacional es el Protocolo Facultativo sobre la Participación de Niños en Conflictos Armados, que entró en vigencia en el año 2002, prohibiendo el reclutamiento obligatorio o voluntario de menores de 18 años.
Como corolario de los acuerdos de paz, el 26 de enero de 2017, el presidente Santos exigió a las FARC entregar a los menores de 15 años, al declarar: “La guerrilla ha incumplido esa parte del acuerdo, (los niños) deben salir ya de las filas de las FARC”, como fue estipulado en el pacto con los insurgentes el 15 de mayo 2016. Pero lo más grave es que no existen datos oficiales sobre el número total de menores que aún están en manos de los narcoguerrilleros o cuántos han sido desmovilizados “por la puerta trasera” para evitar denuncias.
Si bien se aprobó un protocolo para facilitar su reintegración a la vida civil, este se activará solo cuando las FARC ingresen definitivamente a las “orwellianas” zonas veredales transitorias de normalización (ZVTN), demarcaciones que agruparán a los guerrilleros como un primer paso para la “dejación (¿?) de armas y desmovilización”.
Por otra parte, Coalico, que hace parte de la Coalición Internacional contra la Utilización de Niños Soldados, constituida en 1998 por Amnistía Internacional, Human Rights Watch, Jesuit Refugee Service, entre otras ONG, emitió la grave denuncia de que, durante el primer año de negociación, las FARC habían reclutado otro medio millar de niños.
El periodista colombiano Eduardo Mackenzie lanza una alerta sobre los llamados planes de “normalización” de los niños soldados: “Las FARC quieren perpetuar el control de los niños reclutados y de los niños secuestrados que logren salir de sus filas en los próximos meses. Quieren controlarlos de cerca para que no le cuenten a la prensa qué vida desgraciada tuvieron dentro de esa organización criminal y para que no se pasen, con el tiempo y la reflexión, al campo político contrario. Para eso inventaron un astuto programa. Lo llaman ‘camino diferencial de vida’. Dicen que ese grupo se encargará de ‘consolidar’ los ‘proyectos de vida’ de los menores que dejen las armas. Prometen que a través de ese programa ellos podrán ‘reintegrar a la sociedad’ a esos menores. Pero no habrá la tal ‘reintegración’: esos niños pasarán directamente de los cambuches guerrilleros, o de las zonas de ‘normalización’, a ese organismo para seguir siendo adoctrinados por las FARC. ¿Para qué? Para enviarlos enseguida a engrosar las filas de la organización política que las FARC quieren lanzar bajo la cubertura del falso ‘proceso de paz”. (“No basta pedir que devuelvan a los niños”, Periodismo sin fronteras, 13 de febrero de 2017).
A esos niños entrenados para odiar y asesinar, se les han cercenado sus derechos, han sufrido humillaciones a su dignidad y a su inocencia, los que sobrevivan a este horror nunca podrán crecer un solo centímetro como hombres y mujeres normales.
¿Cuál ha sido o será el destino de los miles de niños y adolescentes (muchos de ellos ya son adultos) reclutados y entrenados por las FARC y el ELN en todos estos años? ¿Cuántos son? ¿Quiénes son? ¿Dónde están? Es un grave error político que en aras de una supuesta justicia transicional para lograr la paz con esos criminales narcoterroristas, se invisibilice a estos niños.
Niños y adolescentes reclutados por las FARC
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