Uno de los actos que empodera más al ser humano es el acto de crear. A través de la creación, podemos hacer que un pensamiento ocupe un lugar en el mundo físico, hecho que nos llena de un sentimiento difícil de describir y al cual podríamos llamar “plenitud”.
No necesitamos ser artistas para crear, solo basta tener la actitud adecuada y emprender un camino hacia la consecución de ese algo que te hará experimentar nuevas emociones.
La expresión plástica es una vía idónea para la resolución de conflictos internos, para estimular y liberar emociones, desarrollar habilidades interpersonales, incrementar la atención; en fin, explorar e ir más allá de lo que es evidente.
A través de actividades grupales se desarrolla la interacción social y la empatía. Se propician momentos para establecer relaciones positivas con los demás, esos terceros que en muchas oportunidades llegan y permanecen en nuestras vidas para nutrirnos y crecer en conexión.
De este modo, el arte como terapia aporta beneficios inmediatos, comportándose como un vehículo a través del cual se facilitan procesos de comunicación no verbales, armonizando realidades internas y generando sentimientos de confianza, autoestima y valía. Solo debemos priorizarnos, descubrir nuevas destrezas, fortalecer nuestras debilidades y aceptar lo que debemos cambiar.
“Arte es lo que nos hace conocer las maravillosas versiones de uno mismo”
Ralph Waldo Emerson
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