Ahora es más grande la cancha en la que contienden el presidente Nicolás Maduro y sus opositores: la comunidad internacional no ha despegado el ojo vigilante, los reflectores más bien, que mantiene sobre la situación venezolana. No pasa un día sin alguna declaración, una medida en favor de alguno de los contendientes, una recriminación, quizá una advertencia, una mano tendida para el entendimiento, o el diálogo, o cualquier esfuerzo para superar la crisis y, sobre todo, para ayudar a conjurar el espectro de una guerra civil o de una inmersión en las profundidades de un caos que nadie desea para el país.
En esa comunidad de naciones y de tendencias, de actores en la política y en la economía que desde hace mucho son completamente globales y tienen a Caracas en su agenda, varios gobiernos comprenden que no pueden desentenderse del drama venezolano y mueven sus piezas para que, o ellos, o quienes mejor expresen sus intereses y puntos de vista, acompañen la búsqueda de salidas a la crisis que viven más de 30 millones de venezolanos.
Santo Domingo acogió una iniciativa en la segunda semana de septiembre: una invitación al gobierno y a la oposición de parte del ex presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero y del presidente dominicano Danilo Medina, para una nueva ronda de conversaciones, instigados por una declaración del canciller francés Jean-Yves Le Drian, según quien las autoridades de Caracas se arriesgaban a sanciones desde Europa si no relanzaban un proceso de negociaciones “creíble y sincero” con sus opositores.
Resultado: entablar un proceso de acercamiento hacia un nuevo diálogo. Cinco países ya fueron señalados como amigos acompañantes: Bolivia y Nicaragua, simpatizantes del gobierno, y Chile, México y Paraguay, valedores de la oposición. Otro par podría sumarse, puede que europeos. Y el Vaticano siempre estará por allí, a la mano.
Otra novedad ha sido la irrupción, con fuertes declaraciones en favor de la democracia venezolana, de países europeos como Francia, Alemania, Gran Bretaña, Italia, más España, con muchos meses de ping-pong verbal frente a Maduro, además del conjunto de la Unión Europea (UE), que amaga con acompañar las sanciones financieras iniciadas por Washington.
La ONU, el gran testigo
La Asamblea General anual de la Organización de las Naciones Unidas arrancó en la tercera semana de septiembre con Venezuela como uno de sus temas marcadores. El presidente estadounidense Donald Trump se estrenó en ese foro acusando a Maduro porque “ha retado a su propio pueblo, ha creado miseria por doquier”, y agregó que “no podemos seguir siendo observadores, tenemos un motivo para recuperar su libertad y reactivar su democracia”. Defendió las sanciones financieras impuestas sobre autoridades venezolanas y sostuvo que Washington “está listo” para incrementar la presión.
Le siguió Emmanuel Macron, el joven y liberal presidente francés. “No debemos ceder ante la tendencia dictatorial en Venezuela”, dijo, y reclamó que “la acción colectiva debe presionar para que haya respeto a la democracia” en el país suramericano.
Tercero fue el brasileño Michel Temer: “La situación que vive Venezuela es lamentable. Nosotros apoyamos al pueblo venezolano, con quien tenemos un trato fraternal. Hemos exigido democracia, y lo seguiremos haciendo”.
A su turno, el colombiano Juan Manuel Santos expresó que “nos duele Venezuela, con quien compartimos una inmensa frontera, una historia en común. Nos duele la destrucción de su democracia”, por lo que pidió “apoyar al pueblo venezolano en la búsqueda de una solución pacifica que devuelva a Venezuela la democracia y la libertad”.
En cambio el mandatario boliviano Evo Morales, principal aliado de Maduro en América del Sur, criticó las “sanciones unilaterales” de Washington sobre Caracas pues “nuestra región no es el patio trasero de nadie”, y consideró el discurso del presidente estadounidense como una “amenaza de invasión”. Incluso recreó una frase que el fallecido Hugo Chávez pronunció allí hace 11 años tras pasar por el podio de la Asamblea General el entonces gobernante George W. Bush: “Todavía huele a azufre”, aseguró Morales.
El canciller venezolano Jorge Arreaza, utilizando la presidencia en el Movimiento de Países No-Alineados, logró una nueva declaración y crítica de las sanciones provenientes del Norte industrializado. Una tesis constante en esa reunión de 120 países en desarrollo.
Al lado de la Asamblea General, el secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres, ha llamado a buscar soluciones políticas entre todos los factores que contienden en Venezuela, y el responsable de derechos humanos en la organización, el jordano Zeid Ra’ad Al Hussein, pidió que se atienda la situación humanitaria de la población y colocó al país en la lista de los que castigan o reprimen a defensores de derechos humanos.
En paralelo, y a iniciativa de Perú, cancilleres del Grupo de Lima (12 países americanos) se reunieron en la ONU para denunciar que, en las últimas semanas, “la crisis ha empeorado” en Venezuela, pese a lo cual “estamos esperanzados en la posibilidad de la apertura de un dialogo formal que conduzca al restablecimiento del orden democrático en Venezuela”, según dijo David Morrison, funcionario de la cancillería canadiense.
Europa ¿por qué y cómo?
Europa ha entrado con fuerza sobre el tema venezolano “porque ha arreciado la represión y ha habido un esfuerzo opositor por llevar el tema a la agenda europea”, señala Víctor Mijares, investigador del Instituto Alemán de Estudios Globales y de Área (GIGA), y además “porque los grupos de inmigrantes venezolanos en esos países han venido sensibilizando sobre el tema”, apunta el también docente de Relaciones Internacionales en la Universidad Javeriana de Bogotá.
Entre los hechos que activaron alarmas en el viejo continente están la atribución de facultades legislativas que asumió el Tribunal Supremo de Justicia, pues en Europa tienen preeminencia los parlamentos; el empleo de tribunales para detener procesos electorales o reducir alcaldes; la convocatoria de una constituyente sectorial, que rememoró usos del corporativismo (fascismo, nazismo, falangismo); y la represión de manifestaciones —aunque se criticaron excesos o violencia de algunos manifestantes— con la dura contabilidad de casi un muerto por día en cuatro meses de protestas.
Esa imagen de Venezuela retumbó en los públicos europeos de un modo que resultaba inescapable para sus gobernantes, aun cuando sus intereses directos estuviesen más centrados en el Medio Oriente, África, la contención de Rusia, las oleadas de refugiados o incluso el Cono Sur americano, un apetitoso bocado para su comercio e inversiones.
Europa es también una gran plaza de debate sobre los contenidos y alcances de los derechos humanos, de las relaciones Norte-Sur, cuartel general de las principales internacionales político-partidistas y sindicales, y no podía sustraerse a un tema que sus aliados e interlocutores de la otra orilla del Atlántico, América del Norte y la mayor parte de América Latina, han establecido como una prioridad en su política exterior. Por añadidura, la UE, de 28 países, se esfuerza por desarrollar una política exterior común sobre asuntos como los que se juegan en Venezuela, y en este país viven cientos de miles de ciudadanos europeos y sus descendientes.
El modo como se ha involucrado en la cuestión venezolana ha ido de menos a más, comenzando por la atención preferente que ya por años le ha dado España y se ha irrigado a otros países de Europa occidental: Alemania, Gran Bretaña, Italia, Suiza y de manera casi incandescente Francia: para Macron, en Venezuela existe “una dictadura” y para su canciller Le Drian —y para la secretaria de la UE para asuntos exteriores, la italiana Federica Mogherini— sanciones puntuales como las tomadas por Washington estarían a la vuelta de la esquina, como un mecanismo de presión sobre el gobierno de Maduro para que adopte medidas que permitan superar en paz la crisis venezolana.
En medio están declaraciones, llamados de atención, golpes de escena como la presencia de embajadores acompañando el asediado Parlamento de Venezuela o entrevistas con sus autoridades, y respaldo claro a las declaraciones del Grupo de Lima.
Se agrega que Europa interviene a través del principal arquitecto de los encuentros entre gobierno y oposición, Rodríguez Zapatero, y de la secretaría de la ONU en manos de Guterres, quien además de primer ministro de Portugal fue presidente de la Internacional Socialista, sombrilla que cubre tanto a socialdemócratas europeos como a los criollos: Acción Democrática, Voluntad Popular, Un Nuevo Tiempo y Movimiento al Socialismo.
Algunos gobiernos europeos no se enfrentan al de Venezuela con buenos resultados en la relación económica y política con Caracas. Es el caso de Portugal, que siempre acoge para pláticas y negocios al presidente Maduro y a sus ministros, y de Grecia, cuyo primer ministro Alexis Tsipras sostiene simpatías hacia la revolución bolivariana. En la hipótesis de que algunos europeos se conviertan en acompañantes de un proceso de transición en Venezuela, Lisboa y Atenas serían candidatos, de lado del oficialismo.
El otro eje
El otro “eje” extra continental, el de respaldo al presidente Maduro o a las fórmulas que propone para encarar la crisis, permite alinear a otros países. En primer lugar, Rusia y China, “socios estratégicos” de Caracas tras la llegada al poder de Hugo Chávez. También Irán y otros países que más de una vez han exteriorizado respaldo a los presidentes Chávez y Maduro, aunque sin capacidad para influir en los acontecimientos políticos venezolanos, como Argelia, Siria, Sudáfrica, Palestina o Turquía.
Para Rusia y China “no se trata solo de apuestas políticas, pues más allá de las coincidencias ideológicas que pueda haber, hay un interés concreto económico y financiero, al haber hecho inversiones en Venezuela”, apunta Andrei Serbin, director de investigaciones en la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (Cries), basada en Buenos Aires.
Beijing “quiere estabilidad política, no quiere default (cesación de pagos de deuda externa) o que un cambio de gobierno signifique desconocer las acreencias que mantiene Venezuela”, según Serbin. Caracas ha recibido más de 50.000 millones de dólares en financiamiento de China, pagado buena parte de ella con petróleo y las deudas pendientes trepan a 20.000 millones de dólares, según la comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional de Venezuela. China a través del grupo estatal CNPC estudia más inversiones, por varios miles de millones de dólares, en la Faja Petrolífera del Orinoco.
Venezuela “para la visión geopolítica de China significa meterse en el área de influencia de Estados Unidos y eso por ahora es secundario, lo más importante para ella es lo financiero”, asegura Serbin.
El experto sostiene que para Rusia, en cambio, aunque tiene un fuerte interés económico en el área petrolera, pues ha adelantado dinero respaldado en un porcentaje de Citgo (la filial de Pdvsa en Estados Unidos) o, en su defecto, en la empresa mixta Petropiar que opera en la Faja, Venezuela sí representa una pieza en su ajedrez político. “Además de la venta de armamento a Caracas, hay hechos, como que un bombardero ruso ha ido a ese país, algo que no debe ser grato para los mandos militares de Estados Unidos”, comenta.
Aunque pueda no ser más que retórica, el presidente Maduro proclama a su homólogo Vladimir Putin como el líder más importante del mundo actual y, desde los tiempos de Chávez, Caracas ha respaldado a Moscú cada vez que le ha sido posible: al reconocer repúblicas separatistas en el Cáucaso, en la polémica con la alianza atlántica (OTAN) por la división de Ucrania o en el conflicto que ha despedazado a Siria.
Rusia ha correspondido a esos gestos. El canciller Serguéi Lavrov criticó la declaración del presidente estadounidense Donald Trump según la cual no se descartaba una opción militar sobre Venezuela, e insistió en que la crisis venezolana debe resolverse no solo por medios pacíficos, sino sin intervención del exterior. Pese a esto último, el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, en una reciente visita a Moscú dijo que Rusia “puede contribuir al diálogo” en Venezuela, habida cuenta de las “estrechas relaciones” que mantiene con su gobierno. Para Mijares el papel de Rusia y las propuestas del Vaticano “pueden sin duda ayudar a estabilizar a Venezuela, pero eso no implica promover la democracia” en el país.
Irán y otros países de Asia y África, pese a sus simpatías con el gobierno de Maduro, carecen de la influencia y musculatura necesarias para influir en el caso venezolano.
La incógnita Trump
«Tenemos muchas opciones para Venezuela, incluyendo una posible opción militar, si fuese necesaria», dijo el mandatario estadounidense desde su club de golf en Nueva Jersey el pasado 11 de agosto. Ha sido la más publicitada de sus frases sobre el país, disparándose alarmas y rechazos por la amenaza del uso de la fuerza. El vicepresidente Mike Pence y otros asesores de Trump han negado que existan planes concretos de una acción militar estadounidense sobre Venezuela. En cambio, con el correr de los meses se ha visto que Washington, como también dijo Trump, tiene “muchas opciones” y ha comenzado a aplicar algunas, en el ámbito financiero, y las continuará.
La incógnita es qué hará el presidente estadounidense, cuál de las opciones que coloquen sobre su escritorio avalará y cuáles desechará o pospondrá según las circunstancias a medida que lo requiera su punto de vista sobre el conflicto venezolano.
Juegan, entre otros factores, los intereses petroleros, la margarita que casi siempre deshoja Washington entre actuar unilateralmente o en conjunto con países aliados (en este caso los latinoamericanos), sus prioridades en política internacional, el juego político interno con líderes como el senador Marco Rubio, devenido en el referente republicano sobre el tema Venezuela, la presión del público —léase el electorado— hispano, y el criterio extendido en la región de que Estados Unidos es quien dispone de las herramientas políticas y financieras para presionar fuertemente a un gobierno como el de Caracas.
Por otra parte “la coordinación entre Estados Unidos y la Unión Europea podría lesionar los intereses del chavismo en el corto plazo”, apunta Mijares, aunque a mediano y largo plazo implicaría “inclinar más a Venezuela hacia potencias no occidentales”.
Canadá, el otro norteamericano, está desde temprano en el lado crítico frente al gobierno venezolano, se acopló al Grupo de Lima y por sus relaciones con el Caribe anglohablante puede ayudar a romper la barrera que esos pequeños países han opuesto a medidas hemisféricas sobre Caracas.
La región y Cuba
América Latina ha girado del apoyo, simpatía o comprensión por el proceso bolivariano durante los primeros 15 años de este siglo, al distanciamiento, la crítica y la confrontación que pesa sobre el gobierno de Maduro. Es la tendencia dominante en la región, acorde con el movimiento político pendular que ha regresado a varios países desde mandatos de izquierda o centro-izquierda, a gobiernos de derecha o centro-derecha. Obviamente, no es una situación homogénea y en la región el chavismo-madurismo conserva como aliados a Bolivia, Ecuador, El Salvador, Nicaragua, buena parte de la Caricom, y Cuba.
El Caribe de habla inglesa más Haití y Surinam, reunido en la Caricom (14 estados independientes) tiene “el corazón partío”, como cantaría Alejandro Sanz. Varios países —Belice, Jamaica, Santa Lucía— acompañan al bloque latinoamericano que ha exigido la reinstitucionalización de Venezuela con base en el credo de la democracia representativa —separación de poderes, respeto al parlamento, cronograma electoral ajustado a la Constitución, ausencia de presos políticos—, mientras que otros —Antigua y Barbuda, Dominica, Haití, San Vicente y las Granadinas, por ejemplo— son reacios a colocar palos en las ruedas de la carreta que lleva el presidente Maduro. Otros, como Guyana, marcada por la controversia territorial, Barbados, o Trinidad y Tobago, receptor de migrantes venezolanos, han optado por una cierta equidistancia.
Los observadores de la conducta de la Caricom, cuyo peso numérico se hace sentir en la Organización de Estados Americanos, donde todos tienen igual voto independientemente de su tamaño, destacaron como factores de su prudencia el hecho de que la mayoría se beneficia del programa de cooperación Petrocaribe con el que Venezuela les provee combustible, la tendencia a actuar unidos para conservar su influencia y la moderación para cuando llegue el momento de respaldar a Georgetown en el diferendo por el Esequibo.
En Lima, el pasado 8 de agosto, los gobiernos de Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay y Perú produjeron una declaración de 16 puntos en la que condenaron “la ruptura del orden democrático en Venezuela” y a partir de allí desconocieron a la asamblea nacional constituyente y sus decisiones, respaldaron a la Asamblea Nacional que preside Julio Borges, condenaron la existencia de presos políticos y demás violaciones a los derechos humanos, y se comprometieron a trabajar “por el pleno restablecimiento de la democracia” en su petrolero vecino.
Ningún observador pudo entonces obviar que, independientemente de su número, son los países con 90% de la población y del producto económico bruto de la región. De ese grupo ya salieron tres Estados que ayudarán a conducir el nuevo diálogo entre el gobierno y la oposición. En Nueva York han vuelto a reunirse y lo harán una vez más dentro de dos meses.
Cuba, aunque es parte de la región latinoamericana, sigue desde hace casi 60 años un curso político muy diferente, se mantiene como un país del llamado socialismo real, no participa del sistema interamericano, se ha imbricado en el quehacer económico, social, cultural y militar de Venezuela y su gobierno se ha hermanado con el venezolano de modo que resulta imprescindible para la evolución política del país sudamericano. “Cualquier solución pasa por Cuba, cuyo régimen se encuentra en una situación comprometida desde que Trump congeló el proceso de reaproximación cubano-americana”, apunta Mijares. Difícilmente una fuerza tan mineralizada y probada en tantas batallas internacionales como el Partido Comunista de Cuba va a sustraerse de cualquier cambio político en Venezuela. “Sin Cuba cualquier transición es difícil, por la sencilla razón de que Cuba no la quiere, sino que permanezca el actual régimen de Venezuela”, señala Serbin.
Sea como fuere, la crisis venezolana, aletargada durante años por la bonanza petrolera desaparecida desde hace tres años, que creció como un problema doméstico, fue desde 2016 un problema hemisférico que movilizó a los actores en la OEA, en Unasur, Mercosur (creado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) y la todavía imberbe Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe), y ahora ha devenido en un problema global, un tablero para que se muevan las piezas de la política internacional.
El panorama de los que nos rodean
Los países y gobiernos que se han involucrado en la crisis de nuestro país tienen cuadros políticos complejos, apuntados varios de ellos hacia procesos electorales en el corto plazo que pueden ser afectadas por el tema venezolano, lo que explica por una parte su velocidad y contundencia en la crítica y, de otro lado, su prudencia al incidir sobre Caracas. Pueden verse algunos ejemplos:
Argentina
El presidente Mauricio Macri encara el 22 de octubre unas elecciones parlamentarias cruciales para apuntalar las reformas de tipo liberal que imprime a la economía. Su coalición Cambiemos está bien posicionada, pero su rival y predecesora, la ex presidenta peronista Cristina Fernández de Kirchner, repunta como aspirante a una senaduría en la que piensa basar una posible nueva candidatura presidencial.
Brasil
El del presidente Michel Temer es un “gobierno inerte”, al decir del ex mandatario Fernando Henrique Cardoso, a pesar de que hace importantes cambios para liberalizar y desestatizar la economía. El ex presidente izquierdista Luiz Inázio Lula da Silva está en campaña para las presidenciales de 2018 mientras se estudia una reforma política, pues en el Congreso hay 30 partidos representados y medio centenar de parlamentarios están investigados por corrupción y parte de la clase política está salpicada por el escándalo de corrupción con lavado de capitales Lava Jato.
Colombia
El país más comprometido por lo que pasa en Venezuela, recuerda Víctor Mijares. Acaba de culminar la paz con la guerrilla FARC y se apresta a una elección presidencial en mayo de 2018 para la que hay 20 precandidatos. Puntea en algunas encuestas, para desazón del presidente Juan Manuel Santos, el izquierdista Gustavo Petro.
Chile
Elecciones presidenciales en noviembre. La coalición de la presidenta Michelle Bachelet, Nueva Mayoría, con su candidato Alejandro Guillier, sería batida por el opositor y ex presidente Sebastián Piñera, un firme soporte de la oposición venezolana.
Perú
El presidente liberal Pedro Pablo Kuczynski no escapa a la ya tradicional pérdida de popularidad de los mandatarios de su país (29% de aprobación, 64% de desaprobación). Con minoría en el Parlamento, hace esfuerzos por recomponer su gabinete mientras encara una creciente agitación sindical. Ha tendido la mano a los migrantes venezolanos.
México
El presidente Enrique Peña Nieto, del viejo Partido Revolucionario Institucional (PRI) está bajo la presión de la Administración Trump, que quiere construir un muro anti-inmigrantes en la frontera y deshacer el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. En lo interno tendrá elecciones generales en julio de 2018 con perspectivas de que el izquierdista Andrés López Obrador (Morena) se imponga sobre el PRI y la entente del derechista Partido Acción Nacional y el Partido Revolucionario Democrático (izquierda).
Bolivia
El presidente Evo Morales es el más firme aliado sudamericano de Maduro. Sin fuertes rivales a la vista en su país, aunque su gobierno ya de más de diez años acusa desgaste. Una prioridad internacional es el contencioso con Chile en procura de que Santiago se vea forzado por la Corte Internacional de Justicia a negociar una salida al Océano Pacífico bajo soberanía boliviano.
Nicaragua
Con la aureola sandinista, Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo lucen firmes como presidente y vicepresidente del país, y ha sido consistente su apoyo al gobierno de Venezuela, su gran benefactor durante años, mientras mantienen la apertura y facilidades a la inversión extranjera, estadounidense, china y europea.
Paraguay
Su gobierno ha sido desde 2016 un fuerte crítico del de Nicolás Maduro. El presidente Horacio Cartes dijo en la ONU que Venezuela “requiere atención urgente” para “encontrar una solución a su quiebre democrático”. Con buen crecimiento económico en los últimos años —exporta energía eléctrica, soya y carne vacuna— el país se prepara para elecciones generales en 2018, contendiendo el oficialista y conservador Partido Colorado con la alianza opositora del Partido Liberal y el izquierdista Frente Guazú.
España
Por estos días el gobierno de centroderecha de Mariano Rajoy, otro consistente apoyo de la oposición venezolana, está centrado en el dolor de cabeza que representa el desafío de Cataluña, la industriosa región del nordeste cuya Generalitat (gobierno autónomo) prepara un referendo sobre la independencia para el 1° de octubre que es objetado por los poderes en Madrid.
Francia
El tradicional papel francés como actor de primer orden sobre África, en Europa y el Medio Oriente, resulta ampliado hacia América Latina por el joven presidente Emmanuel Macron al involucrarse en el pleito venezolano y declarar que este país vive bajo “una dictadura”. Huelgas de centrales obreras contra su plan de reforma laboral, para flexibilizar los despidos, terminan la “luna de miel” tras sus arrolladoras victorias en las presidenciales del pasado mayo y las parlamentarias de junio.
Portugal
Las buenas relaciones diplomáticas y comerciales con Venezuela, y la recuperación de la economía lusa en los últimos años, facilitan algún papel para el gobierno del socialdemócrata Antonio Costa. Amén de que su ex primer ministro, también del Partido Socialista Portugués, es ahora el secretario general de la ONU.
Grecia
El primer ministro Alexis Tsipras, un admirador de Chávez —estuvo en las exequias del fallecido presidente en 2013, antes de llegar al poder a la cabeza de la coalición izquierdista Syriza— ha enfrentado la quiebra económica en que estuvo su país hace tres años y está en mejores condiciones de actuar, si fuera necesario, como otro país facilitador o garante de los encuentros entre el gobierno y la oposición.
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