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Más vivos que nunca, escape en cuatro ruedas a la plenitud

El largometraje dirigido por Alfredo J. Anzola, que se estrena el viernes en las salas del país,  relata la historia de un grupo de amigos que abandonan el asilo en el que están recluidos para cumplir el deseo de uno de sus más cercanos compañeros

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El retiro, esa palabra tenebrosa para muchos.

La vida activa, tan ajetreada, pero apasionante, cuando pasa a formar parte del pasado se recuerda con añoranza. En cualquier hogar donde los abuelos conviven con su descendencia más joven, esta suele escuchar con placer esos momentos gloriosos de la juventud.

Esta es parte de la premisa de Más vivos que nunca, película venezolana de Alfredo J. Anzola que se estrenará el viernes. Con guion de Laura Romero, el largometraje se inicia relatando la vida de un grupo de personas de la tercera edad que conviven en un asilo. Rigurosas son las normas que hacen el día a día cada vez más tedioso. No se puede fumar, ni beber ni comer dulces. Pero eso no importa, los más arriesgados tienen su mercado negro que complace vicios y placeres, ese que quita el mal sabor de boca de tantas pastillas y avena por montón.

Los domingos son días tristes. Se supone que es el momento de las visitas, pero muchos se quedan esperando. A pesar de los reveses emocionales, de las penas y los achaques físicos, cada quien encuentra cómo llevar mejor la indiferencia, y hasta el yugo de las normativas del lugar.

Paloma (Rosario Prieto) es la más bonachona. En su mesa reposan las fotografías de sus años como cantante, los viajes y las presentaciones de ensueño. Sus compañeros no se resisten a su encanto y ocurrencias. Es la que tiene la carterita con el licor, las llaves de la gaveta con las galletas y la que encaleta los cigarrillos.

Herminia (Haydee Faverola) decide mudarse al sitio. No resiste más vivir con su hijo –atento con ella y quien rechaza esa decisión– pues se siente como una intrusa en la intimidad de un matrimonio con hijos.

En el hogar también conviven Ángela (María Cristina Lozada), el profesor (Pedro Durán), Ovidio (Gonzalo “Chile” Veloz) y don Lorenzo (Eduardo Gadea).

Muchos son abandonados por sus familiares. Otros, con mucho dinero, deciden dejar el hogar porque la casona familiar les queda grande. Los hijos se han independizado y hay mucho espacio para atender. La cotidianidad entonces se interrumpe cuando este grupo de amigos decide cumplir uno de los deseos de sus integrantes. Comienza una aventura en carretera en la que buscan recuperar el control de sus vidas.  

Más vivos que nunca es el primer guion para un largometraje de Laura Romero, quien siempre pensó en Anzola para que se hiciera cargo de la dirección. “Con él trabajé en otros proyectos en labores de montaje y edición. Me dijo que lo dirigiera yo, pero no. Él, además de tener una obra importante de ficción, es un gran documentalista y me interesaba mostrar que este viaje que ellos emprenden fuera nuestro camino como país. No quería que transcurriera en no lugar, quería dejar claro que se trataba de Venezuela”.

El largometraje tiene una importante carga de simbolismos, especialmente en los objetos de otras épocas considerados obsoletos, pero que en la trama recobran su funcionalidad para llevar alegría a los protagonistas. “Si bien es una historia imaginada, siempre tuve la inquietud de hablar de la vejez, un tema tabú en nuestra cultura. Hay una resistencia a envejecer y un culto a la juventud”.

Si bien es ficción, la guionista estuvo en casas de cuidado de distintos niveles sociales. Quiso empaparse de distintas realidades para así tener un bagaje que le permitiera ampliar lo más posible sentimientos y situaciones en el filme.

“Más que el tema de la vejez y el abandono, quise resaltar la posibilidad de elegir qué hacer y evitar que otros escojan por ti. Se trata del sujeto que es capaz de hacer lo que desea sin la familia como impulso, sino con la amistades, esos parientes que escogen en el lugar en el que se encuentran”, añade Romero.

Para el cineasta Alfredo J. Anzola la película es más que pertinente en el contexto venezolano. “Hay un elemento humano de amor, comprensión y solidaridad en medio de esta crisis que atravesamos. Ellos deciden emprender un proyecto y reviven. Una trama de esperanza, una historia de amor”.

La actriz María Cristina Lozada reconoce que ni en el teatro en Venezuela ha encontrado textos que rocen este tema, que para ella es tratado en la película como una alegría luego de la tragedia. “A mí no me importa morirme si vivo bien, si disfruto los días que transcurren. Por eso no pienso en edades, sino en cómo se lleva la edad. Estos personajes están llenos de vida gracias a la felicidad que encuentran a medida que avanzan en su aventura. Es un grito de esperanza”, afirma la actriz, que destaca la juventud de la guionista: “Es mucho más joven que nosotros y me sorprendió la forma en la que reflejó estas vidas”.

Referencias 

El cine ha tomado como fuente la vida de las personas de la tercera edad en varias ocasiones. Una de las referencias más recientes es El exótico Hotel Marigold, de la que se han estrenado dos películas.  Entre los protagonistas están Judi Dench, Maggie Smith, Tom Wilkinson, Penelope Wilton, Dev Patel y Louise Brealey, quienes interpretan a un grupo de británicos que viajan a la India, donde encuentran un nuevo aliento para sus vidas.

Otros largometrajes que sirven como ejemplo son Antes de partir (2007),Cocoon (1985), Up (2009), Nebraska (2013), Paseando a Miss Daisy (1989),Las confesiones del Sr. Schmidt (2002), Mi amigo Mr. Morgan (2013), Youth(2015) o Fresas salvajes (1957).

María Cristina Lozada recuerda la serie estadounidense Los años dorados, comedia que se popularizó en los años ochenta. “Es la historia de cuatro señoras con mucho humor. Llegó a tener un rating fabuloso”, recuerda sobre el programa protagonizado por Betty White, Beatrice Arthur, Rue McClanahan, y Estelle Getty.

La guionista de Más vivos que nunca, Laura Romero, considera que en Venezuela la cinematografía no ha profundizado mucho en el tema. “Hay películas con abuelos, no son protagonistas, o siempre están acompañados de un joven”, dice quien recuerda historias como El manzano azul de Olegario Barrera o Patas arriba de Alejandro García Wiedemann.

“Cuando revisas esas tramas, hay muchos personajes encantadores, pero no con un protagonismo total. Suelen estar acompañados de alguien joven”, asevera Romero, quien también menciona a El amor en los tiempos de cólera, de Gabriel García Márquez.

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