En una democracia, lo que hay que hacer para sustituir a un gobierno es perfectamente predecible, porque la alternabilidad y el cambio político son rasgos característicos y consustanciales con ella. La gente se organiza, expresa su voluntad soberana a través de mecanismos electorales, y todos respetan la decisión mayoritaria de los ciudadanos.
En una dictadura, por el contrario, el cambio de gobierno no solo está prohibido, sino que quienes lo intenten son considerados por los usurpadores como reos de delito. Por tanto, lo que hay que hacer para superar una dictadura tiene que enfrentar la inevitable incertidumbre de lo no predecible, pero además debe asumir la necesaria flexibilidad que requiere una lucha contra un enemigo que desconoce normas y escrúpulos.
Cuando la oposición democrática venezolana habla responsablemente de que en la estrategia de liberar a Venezuela “todas las opciones están sobre la mesa”, se refiere a la necesidad de enfrentar a la dictadura con todas las armas de la lucha cívica. Y en esta lucha, como en el ajedrez, todas las piezas cuentan. Es un grave error pensar que con solo una de ellas se puede ganar el juego. De hecho, si usted en el ajedrez mueve bien todas sus piezas, pero se equivoca con una, no importa lo bien que lo hayan hecho las demás, usted no va a ganar. Exactamente igual que en la lucha política.
La alternativa democrática venezolana tiene en su tablero de juego varias piezas simultáneas: la articulación social, la organización popular, la presión de calle, la protesta legítima, el trabajo político de socavamiento de las bases de apoyo del régimen, la presión y la acción internacionales, la docencia social, el acompañamiento a las luchas ciudadanas y la exploración sobre la viabilidad de mecanismos de negociación con el enemigo, por citar solo las más importantes.
Todas estas modalidades del combate político son complementarias e incluyentes. Unas son más visibles, públicas y evidentes; otras más propias del trabajo callado y sin estridencias, y algunas se desarrollan con el menor ruido posible, como corresponde a quienes enfrentan una dictadura. Pero todas son elementos necesarios de una misma ecuación, que deben ser combinados y coordinados con adecuada direccionalidad, de manera inteligente y simultánea.
Lamentablemente, cuando algunas personas oyen la expresión “todas las opciones sobre la mesa” piensan solo en la que les gusta y tienden incluso a satanizar a las demás. Es necesario, por tanto, seguir insistiendo: no se trata de una opción o la otra. Es una estrategia integrada, de adelantar y trabajarlas todas, porque todas las opciones se alimentan mutuamente y contribuyen al mismo objetivo.
En el tablero del modelo fascista que hoy nos explota también hay varias piezas de juego. De ellas, hay tres de mayor peso e importancia, sobre las cuales descansa su esperanza de ganar el juego. En primer lugar, la represión y el uso de la fuerza bruta, con los cuales se busca quebrar la capacidad de resistencia de la gente y disuadir sus expresiones políticas a punta de miedo. Luego, el uso de los recursos del Estado para chantajear a los más vulnerables, obligándolos a canjear su dignidad por derechos que les son propios. Y, por último, la emisión sistemática de mensajes cuyo objetivo es generar desánimo, desunión y desesperanza en la población.
Aquellas son las piezas de la estrategia democrática. Estas últimas, las armas de la dictadura. Pero nótese algo importante. En esta etapa del combate por la liberación de Venezuela, hemos avanzado al punto de que ya nadie habla del símil de “David contra Goliat” para referirse a la asimetría de fuerzas de la oposición democrática frente a la tiranía. Hoy se usa, en cambio, la analogía del “choque de trenes” para describir la paridad de la coyuntura. Del lado democrático tenemos a la inmensa mayoría de la población, a casi todos los sectores sociales organizados, a la comunidad internacional y a la Constitución. ¿Qué tiene la dictadura? Recursos para chantajear y capacidad de represión y tortura.
Ante el choque de trenes, cobra más importancia que nunca la activación integrada y coordinada de todas –léase bien, de todas– las piezas y herramientas que conforman la estrategia democrática. Dejar de lado alguna por razones de popularidad, simpatía o argumentos subjetivos es simplemente debilitar las opciones de liberación, que al final de todo es lo que el pueblo pide a gritos y lo único que verdaderamente cuenta.
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