Ante todo Fedosy Santaella es un apasionado por la lectura, entre sus obras favoritas destacan los nueve libros de la serie de Henning Mankell, protagonizada por Kurt Wallander; aunque aún le faltan cuatro por leer. Su faceta de escritor la conjuga con la docencia: quiere transmitir a sus estudiantes el mismo amor por aprender. Desde su punto de vista, esta pasión se pierde en el proceso educativo entre primaria y bachillerato por los métodos que se utilizan para enseñar los clásicos de la literatura.
Por ejemplo, señaló que hay docentes que piden leer Doña Bárbara y, en vez de incentivar su disfrute, exigen una serie de análisis gramaticales que llevan a que se pierda el interés, o solicitan el estudio de libros complejos, como La Caverna de José Saramago.
Expresó que, aunque leer no hace a las personas mejores, sí aporta a que sean más críticas ante la realidad. Otro punto que resaltó es que la literatura permite desarrollar el lenguaje. Cree también que en medio de una sociedad caótica la creatividad puede florecer.
El autor de Las peripecias inéditas de Teofilus Jones tiene esperanza de que la nueva generación de escritores venezolanos sepa aprovechar los conflictos del país.
¿Para qué sirve la literatura en la actualidad?
Eso es una discusión larga. Hay quien dice que leer no te salva de nada, yo soy más optimista e inocente en ese sentido. No creo tampoco que leer te pueda hacer una mejor persona, pero sí te puede hacer alguien más crítico ante la realidad. La literatura te permite desarrollar tu propio lenguaje.
Quien no tiene bien desarrollado el pensamiento deja agujeros por los que se pueden filtrar ideas que lo dominen. Eso ni siquiera me pertenece a mí, ya Rafael Cadenas en su libro sobre el lenguaje (En torno al lenguaje) habló de eso de una mejor manera de lo que lo podría hacer yo.
Cadenas dice: «La deficiencia del lenguaje nos va a hacer deficientes ante la capacidad de pensar el mundo, de entenderlo y de criticarlo». El que tenga esa deficiencia será afectado por un pensamiento ajeno que le dice cómo pensar y qué hacer.
Esa preocupación de Cadenas fue en la década de 1980 y ahora estamos en un momento histórico en el que una pretendida ideología le quiere decir a la personas cómo tienen que pensar y cómo deben entender el mundo. Estamos viendo que la deficiencia del lenguaje y la pobreza en la lectura pueden llevar al país hacia un barranco absoluto.
¿Podríamos decir que la literatura libera?
Podríamos decir que la literatura nos ayuda a liberarnos. No sé si nos libera, pero contribuye. Ayuda a que seamos mucho más críticos ante la realidad y ante las ideas de otros.
¿Cómo se puede divulgar la lectura?
Yo he visto en los últimos años que hay un gran interés en los colegios por difundir la lectura. Cada vez que me toca hablar con docentes en instituciones a nivel nacional, en las visitas que hago como autor de literatura para niños y jóvenes, tengo que hablar con muchos profesores, también he participado en varios congresos.
He visto que hay bastante interés en los educadores por lograr que sus niños lean. Yo les digo que primero, si quieren que lean, deben leer ellos primero. Esa preocupación debe ser compartida con sus padres. Uno escucha padres que dicen que sus hijos no leen, pero no tienen una biblioteca en su casa.
Mi papá, por ejemplo, fue un hombre que llegó hasta primaria y no pudo seguir con sus estudios porque tuvo que trabajar desde muy joven, aunque siempre se preocupó por aprender.
Cuando él construyó la casa donde actualmente vive mi mamá, dedicó una parte de ese hogar a una biblioteca (yo tenía 5 ó 6 años). ¡Un hombre que llegó a primaria tenía un cuarto hecho para una biblioteca! Ahí yo lo veía mientras leía. Me parecía fascinante ver a alguien haciendo esta actividad un fin de semana en un sofá, con aquella pasión. Pensé: «Tiene que haber algo bueno».
Yo soy de Puerto Cabello, pero mi papá era de Caracas, entonces los fines de semana me traía a la capital e íbamos a librerías. Me premiaba con libros, siempre me llevó hacia la lectura. Él es el culpable del ser que yo soy.
Creo que también se debe apartar un poco la gramática del disfrute, en el sentido de que tú les das a los niños libros y entonces los docentes los utilizan para buscar sujetos, predicados, complementos directos, complementos indirectos, adjetivos, artículos; ya eso los mata. Es algo que no terminan de entender.
Deben evitar matarles la creatividad. Dejar que ellos interpreten lo que quieran y que lean lo que deseen.
Y la bendita búsqueda de valores en los libros, que es otro factor que mata la lectura; para eso que tengan una materia que sea sobre ese tema.
Yo he visto maestras que me han venido a decir, orgullosamente, que en quinto grado les mandan a sus estudiantes La caverna de José Saramago, le van a matar la lectura a esos pobres muchachos. Hay un momento de enseñanza en literatura entre primaria y bachillerato en que le echan a perder la lectura a los estudiantes. Yo creo que es culpa de todo ese proceso diabólico que tiene que ver con la gramática, malos profesores que no aman realmente la literatura, que realmente no son creativos, que no les interesa.
Entonces, cuando uno llega a la universidad, recibe jóvenes que detestan la literatura. Después es difícil hacer que vuelvan a amar la lectura.
¿Tú crees que la situación del país sea favorable para la creatividad?
Sí. Digamos que una de las pocas cosas buenas del caos es que la gente siempre empieza a buscar formas de orden. Esas maneras de ordenar el mundo dentro del caos, siempre son creativas. Evidentemente también hay constructores, ingenieros del pensamiento que lo hacen de manera matemática. Para eso ayudan los momentos de dificultad humana por los que pasa un país.
Creo que hay un nutrido grupo de jóvenes que están trabajando para resistir los conflictos. De algún modo tienen la sensibilidad para responder o resistir a ello imaginativamente. Tenemos ejemplos dentro de la literatura como Hensli Rahn, Enza García, Mario Morenza, Miguel Delgado o Domingo Michelli (que lamentablemente ya no está con nosotros).
En concursos literarios importantes como el Sacven o el de cuentos de El Nacional han quedado siempre en los primeros lugares o, incluso, como ganadores, personas jóvenes; una es Carolina Lozada, que no es una mujer de 50 ó 60 años. Si lees su último libro, El cuarto del loco, verás una reacción maravillosa en torno a todo este caos de las colas y la escasez. Ella transforma esa situación en literatura.
En el libro de Rahn se observa una reacción ante la decadencia humana, con personajes muy jóvenes, que en algunos momentos son nihilistas y después se ven un tanto heroicos ante las cosas.
Fedosy Santaella en gustos
Un libro
Ética a Nicómaco, de Aristóteles.
¿Qué libros tienes pendientes por leer?
Siento que me hace falta terminar la serie, protagonizada por Kurt Wallander, de Henning Mankell. Me he leído como cinco, me faltan cuatro. También me faltan los de Jim Thomson, tengo varios leídos, pero aún le debo el resto.
Una película
Podría recomendar Los idiotas de Lars Von Trier, que va muy de acuerdo con nuestros tiempos.
Una pintura
Cualquiera de Edward Hopper.
Una canción
Caramba. Me la pones difícil porque estoy bastante alejado de la música en estos tiempos. Cualquier tema de David Bowie, algo de Iron Maiden o de John Coltrane, por ahí…
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