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La historia de la joven desalojada de su casa por el desastre de Choroní

La empleada de la posada Bequevé dijo que el gobierno, en lugar de donar alimentos luego del siniestro del 21 de agosto, vendió unas bolsas tipo CLAP en 14.000 bolívares a los pobladores de Romerito

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Hubo un momento en que todo se tornó negro. En la posada Bequevé, que tiene acceso al río Grande de Choroní, empezó a entrar agua de la corriente, más crecida y oscura de lo normal.

Kellymar Pirela, que trabaja allí, decidió irse preocupada a su casa, donde estaban su esposo y su hijo. Mientras iba en camino, vio cómo el río crecía constantemente. Al llegar a Romerito se consiguió con el desastre provocado por una ola gigante que había arrasado con lo que estaba a su paso.

Desesperada, busco a sus familiares, que pudieron salvarse porque corrieron por la parte de atrás de la vivienda. Si no hubiera sido por el tronco de un árbol que Kellymar tiene en su casa, que permitió que se trancara la afluencia de agua, quizás la historia sería diferente. “Mi esposo y mi hijo están bien, no les pasó nada. Claro, mi hijo sí está como traumado. A veces se pone a llorar cuando llueve”.

La casa de la joven sufrió daños en la sala y el porche, así que el gobierno la desalojó por alto riesgo, junto con otras cinco familias. Les ofrecieron reubicación en un conjunto de viviendas que serán entregadas en La Pantojera y en La Loma. Actualmente vive con su suegra en un lugar pequeño, donde no puede tener todas sus pertenencias.

Pirela denunció que fue poco el apoyo que prestaron las autoridades a los pobladores luego de la tragedia, en la que murieron cuatro personas y desapareció un menor de 5 años de edad. En vez de donar alimentos por la situación, el gobierno vendió a la gente de Romerito unas bolsas tipo CLAP en 14.000 bolívares.

“Supuestamente mandaron bastantes donaciones, pero a Romerito y Tremaria no les llegó ni agua potable. Lo bajaron directo al pueblo (de Choroní). Nunca fue entregada en manos nuestras”, agregó.

Kellymar recordó que, al igual que otros testigos, el 21 de agosto se escuchó un ruido estruendoso, que ella define como una explosión. “Fue algo extraño, porque todo se ajustó: la centella, el eclipse, todo eso”. Con 20 años de vida en Choroní, asegura que nunca había visto una crecida parecida.

Con nostalgia añora los pozos que había antes del desbordamiento del río, ahora turbio y repleto de grandes rocas: “Por mi casa estaba el pozo La Lapa. Había muchos pozos famosos, pero ya no. Desaparecieron. Pero nada, ni las señas. Quedaron unos peñones de piedras”.

“Vi la pasarela verde en vertical”

Natalia Díaz estuvo justo en el instante en que ocurrió el desbordamiento. Pudo tomar fotografías y videos que ha difundido en su cuenta de Instagram. Ella salió junto con dos compañeros a las 3:00 pm de Choroní con destino a Caracas. Todavía no llovía, pero a medida que avanzaba acaecían las precipitaciones.

Al llegar a la altura de Romerito, se topó con el cauce crecido, así que se detuvo. Un autobús, que venía detrás, le tocó la corneta para cruzar y ella le dio paso. Entretanto se bajó de la camioneta para capturar algunas imágenes. “Tomé la primera foto y a la segunda vi el cambio en la crecida. Oí un ruido inmenso y comencé a correr por la carretera hacia abajo. Me costó tomar la decisión porque la conciencia me decía que debía ir donde mis amigos, que se quedaron en el carro”.

Mientras huía logró voltear por unos segundos y vio la pasarela verde en vertical, derribada por la fuerza del agua. Se movilizó varios metros hasta que decidió regresar por sus compañeros. Entonces vio los vehículos amontonados encima de un tubo de agua, que había servido como baranda para que no cayeran a la quebrada.

El carro del amigo de Natalia había aprisionado a un señor con un taxi, lo que le causó la muerte. Ella pensaba que debían irse rápido y evitar otra oleada. Sin embargo, un joven le pidió que lo ayudaran a rescatar el cuerpo del hombre fallecido. Tras mover troncos, lodo y piedras, lograron sacarlo. Díaz regaló su toalla para que fuera envuelto.

Después, un camión 350 ayudó con unas cuerdas a mover los carros. Tras lograr moverla, Natalia constató que la camioneta de su compañero funcionaba. Entonces se fueron otra vez a Choroní y se quedaron hasta el miércoles, día en que pudieron trasladarse a Caracas.

Denunció que la presencia de las autoridades fue una hora y media después del suceso, simplemente para acercarse y luego retirarse. “Todo el desalojo fue por los ciudadanos que estábamos allí. Nadie tiene medidas de seguridad. Choroní necesita urgente puestos de seguridad preparados para este tipo de tragedias”.

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