Mientras el gobierno colombiano trabaja aceleradamente para “certificar” al 100% de los miembros de la ex guerrilla de manera de poder comenzar a efectuar los pagos a que tienen derecho estos personajes previstos en el acuerdo de paz de Santos, en el país de al lado se siguen reportando acciones violentas de las FARC, las que se están traduciendo, en muchos casos, en crímenes horrendos. Los episodios reseñados por la prensa en Cauca y Nariño, esta semana, son solo algunos de ellos, pero su saldo es nefasto: muertos y heridos en muy fieros ataques.
Existe ahora toda una nueva jerga relacionada con el proceso que viven los vecinos en esta etapa de transición hacia la ansiada paz y ella sirve para calificar o para diferenciar a los actores de la lucha armada. Si es el gobierno quien habla de los supuestos ex guerrilleros de las FARC o ELN los llama “desmovilizados”. Pero si es la propia guerrilla la que se refiere a aquellos que debían cumplir con los compromisos de desactivación de la batalla guerrillera previstos en los acuerdos de La Habana, los llama con el épico calificativo de “ex combatientes”. Hay una tercera categoría con la cual se denomina a aquellos rebeldes que son refractarios a los acuerdos fabricados entre sus representantes y los del gobierno. A estos que, en principio, son los que perpetran hoy aún toda clase de crímenes contra la propiedad y los seres humanos, se les otorga la elegante calificación de “disidentes” queriendo decir que se trata de efectivos insurgentes de las FARC que deberían haber abandonado las armas pero que siguen actuando como guerrilleros, es decir, que van por la libre y hacen lo que les da la gana.
Pues bien, son estos “disidentes” quienes estarían al frente de las barbaridades que se siguen viendo a diario: atentados, asesinatos, secuestro y tráfico de drogas. Estos por supuesto que no han sido censados, por lo que no es posible imaginar el tamaño de este grupo de detractores de la paz.
Una evaluación que está publicada en el Blog de Periodismo sin Fronteras comenta lo siguiente: “Para quien conozca lo suficiente de los procesos de paz en Colombia, esto es algo común. En todos los procesos anteriores con FARC (y con otros grupos de facinerosos, como el M19), los terroristas entran en un proceso de paz donde los cabecillas se ‘desmovilizan’ y emprenden una nueva etapa en el proyecto comunista, desde la ‘legalidad’, y que no es otro que la toma del poder, combinando todas las formas de lucha. Entretanto, los mandos medios asumen los lugares vacíos, pero siguen bajo el mando y directriz del Partido Comunista. Las FARC han hecho esto en varias ocasiones, desde su mismo nacimiento, y como la fórmula les ha servido, la siguen implementando. Mientras hablan de paz, ordenan ejecuciones, tomas, asaltos, genocidios y, por supuesto, siguen controlando y lucrándose con sus rutas de narcotráfico”.
Todo ello está ocurriendo en el país vecino mientras parte de la prensa colombiana hace vítores y jolgorio en torno a los resultados de la implementación de los acuerdos de paz. Además, ello tiene lugar concomitantemente con el hecho de que los representantes de la fuerza guerrillera de las FARC se están dirigiendo a los países europeos y a la Cruz Roja Internacional para que estos actúen como verificadores del avance la justicia para la paz por considerar que el gobierno está en falta en el cumplimiento de su parte en los acuerdos pactados en materia de seguridad jurídica, física o personal, y seguridad socioeconómica.
Creíamos que ya habíamos visto todo, pero la realidad es que el desparpajo de todos: ex combatientes, desmovilizados y disidentes es de talla monumental.
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