Les Baux-de-Provence es un caso especial en Francia. Como el monte Saint-Michel, en Normandía, es de esos pueblos medievales, chiquitos, deshabitados y muy bien conservados que son un boom turístico durante el día y quedan en soledad de noche.
Está en lo alto de una colina en la Provenza, en el sur del país, a una hora de Marsella y a cuatro kilómetros de Saint Remy. La ciudadela, que recibe un millón y medio de visitantes por año, (el segundo pueblo de estas características, en cantidad de turistas después del monte Saint Michel) es de los tiempos medievales, fue escenario de varias guerras a lo largo de los siglos y pasó por varias manos: reyes, marqueses y príncipes.
El pequeño pueblo tiene 900 metros de largo, 100 de ancho y ahora solo cuenta con 22 habitantes estables. Es bueno llegar temprano (y preferentemente en días de semana), antes de la horda de visitantes, que colman con microbuses y carros particulares el estacionamiento e inevitablemente aturden la tranquilidad de un pueblo desolado, y comenzar a subir. Porque el recorrido es en ascenso, hasta donde estaba el gran castillo, del que ahora quedan solo ruinas, pero regala una vista panorámica del valle, con viñedos y plantaciones de olivas, que tienen denominación de origen en la región.
En lo alto de las colinas Alpilles se levantó este castillo-fortaleza, que representó uno de los mejores ejemplos de la arquitectura militar medieval. Sufrió varias demoliciones y reconstrucciones, hasta que finalmente fue derruido.
Pequeño laberinto. La edad de oro del pueblo fue en el siglo XVII, cuando se reconstruyeron los edificios. Luego de la Revolución Francesa, la zona fue anexada a Francia y Les Baux gradualmente fue abandonado por la población. Anteriormente, la región de la Provenza pertenecía a Italia.
Poco después de la Segunda Guerra Mundial el pueblo tuvo una nueva vida 100% turística con la apertura de L’Oustau de Baumanière, un hotel y restaurante que atrajo celebridades de todo el mundo y que ahora, a cargo del nieto del fundador, Jean-André Charial, tiene dos estrellas Michelin.
Caminar por Les Baux (viene de una palabra provenzal que quiere decir promontorio rocoso) es sumergirse en el pasado, con callecitas empedradas que forman un pequeño laberinto del que nadie quiere salir, con construcciones originales muy bien conservadas. Las paredes de piedra color ocre brillan con esa luz tan especial que hay en la Provenza y que deslumbró a los impresionistas. Vincent van Gogh estuvo internado a unos pocos kilómetros de Les Baux, en el hospital Saint Paul de Mausole, en Saint Remy que se puede visitar y ver su habitación.
Las mansiones privadas de otrora se transformaron en galerías de arte y museos como el Yves Brayer Museum y la Fundación Louis Jou. El Museo del Santón (con entrada libre), una construcción del siglo XVII, atesora piezas de una de las tradiciones más arraigadas de la Provenza, que es la fabricación artesanal de figuras religiosas, muchas de las que se usan para armar el Pesebre. Del castillo (se paga entrada para recorrerlo) solo quedan algunas ruinas y se exponen antiguas armas de guerra medievales como diferentes catapultas y se hacen exhibiciones sobre cómo funcionaban.
Muchas otras construcciones históricas ahora son bares, restaurantes y negocios de suvenires a precios altos. Para un cierre de día glamoroso se puede cenar en el histórico L’Oustau de Baumanière, el restaurante que hizo revivir la zona hace más de 50 años. Una cocina clásica provenzal, con productos frescos y muchas verduras de la huerta orgánica. Las dos estrellas Michelin tienen su costo: menú desde 160 euros.
Datos útiles
Cómo llegar: está a cuatro kilómetros de Saint Remy. Durante el verano europeo hay un autobús que llega desde Arlés todos los días.
Visitas: para recorrer el pueblo y conocer su historia se puede alquilar una audioguía (6 euros) en la oficina de turismo en la entrada de Les Baux.
Juego de luces
El paseo por Les Baux se puede completar con una visita a Carrières de Lumières, una especie de museo multimedia que está justo abajo. En las paredes y pisos de una antigua cantera abandonada de 7.000 metros cuadrados se proyectan imágenes de artistas clásicos con un realismo que impresiona. Cada show, que incluye música, dura media hora. Hasta enero, la exhibición es con obras de Bosch, Brueghel y Arcimboldo. La entrada cuesta 12 euros. Horario, de 9:30 am a 7:00 pm.
Noticias Relacionadas
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional