Apóyanos

La política de sujeción de las manifestaciones de la música al marxismo

Un recorrido por los compositores y músicos perseguidos, callados o desterrados por no atenerse en sus creaciones a las pautas del llamado “realismo socialista”. Serie “Hechos y personajes de la revolución rusa en su centenario (7 de noviembre de 1917 - 2017)”. Parte XXXVII

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En febrero de 1935, la Unión de Compositores Soviéticos condenó la música de Arnold Schoenberg (1874-1951), el creador de la técnica del dodecafonismo y líder de la llamada Segunda Escuela de Viena; la de Darius Milhaud (1892-1974), quien junto con Arthur Honegger promovió el Grupo de los Seis; y por último Igor Stravinsky, el ruso que abandonó su país antes de la Revolución y no volvió sino por unos momentos a Moscú en 1964.

La Unión de Compositores publicó en su órgano editorial, la revista Música Soviética (Sovietskaya Muzyka), que en uno de sus primeros números dictó la siguiente consigna: “La principal atención del compositor soviético debe concentrarse en los victoriosos y progresistas principios de la realidad, en todo lo que es heroico, brillante y bello. Esto es lo que distingue al mundo espiritual del hombre soviético y tiene que tomar forma mediante imágenes musicales llenas de belleza y de fuerza. El realismo socialista demanda una implacable lucha contra las direcciones modernistas que eliminan al elemento popular y que son típicas de la decadencia del arte burgués contemporáneo, una implacable lucha contra la subordinación y el servilismo ante la cultura burguesa moderna”. En tal virtud, los movimientos literarios del principio del régimen soviético fueron condenados como “formalistas”. El dodecafonismo de Schoenberg o Webern, la música funcional (Gebrauchsmusik) de Hindemith, el constructivismo de Milhaud o Honegger, los caminos heterodoxos de Stravinski o Bartok fueron todos denunciados como “formalistas”, ajenos al concepto socialista del arte. Las obras “formalistas”, ajenas al movimiento popular, eran producto de la burguesía y, por tanto, opuestas a la revolución.

No fueron aislados los casos, ya relatados en anteriores entregas, de compositores, intérpretes, narradores y poetas que fueron perseguidos, callados o desterrados por no atenerse en sus creaciones a las pautas del así llamado “realismo socialista”.

Entre quienes emigraron, además de Rachmaninov y Prokofiev (aunque luego regresó) se cuentan los siguientes compositores:

Aleksandr Grechanínov (1864-1856), estudió en el Conservatorio de Moscú y luego en San Petersburgo bajo la tutela de Rimski-Korsakov, quien lo apreciaba mucho. Compuso varias sinfonías, conciertos y óperas. En 1925 emigró a Francia, y a partir de 1939 se residenció en los Estados Unidos. Murió en Nueva York y fue incinerado en una iglesia rusa de New Jersey.

Nikolai Cherepnin (1873-1845). Estudió con Nikolái Rimski-Kórsakov en el Conservatorio de San Petersburgo. Dirigió la primera temporada de los Ballets Rusos de Serguéi Diáguilev. En 1918 fue del Conservatorio Nacional de Tiflis. En 1921 emigró a París, donde vivió el resto de su vida. Fue autor de más de 100 obras, entre ellas nueve ballets.

Aleksandr Cherepnin (1899-1977). Hijo del anterior. Pianista y compositor. A raíz de la Revolución Rusa, la familia huyó a Tiflis. Y cuando Georgia fue incorporada a la URSS se estableció en París. Visitó muchos países. Se casó con la china Lee Hsien Ming. En 1948, viajó a los Estados Unidos, vive en Chicago en 1950, y en 1958 adquiere la ciudadanía norteamericana. La Orquesta Sinfónica de Singapur ha grabado muchas de sus composiciones, entre ellas seis conciertos para piano y varias obras orquestales. Murió en París.

Aleksandr Glazunov (1865-1936). Su mentor fue Rimski-Korsakov y su alumno, Dmitri Shostakovich. Escribió ocho sinfonías, varios poemas sinfónicos, conciertos, y música teatral, ceremonial y de cámara. Sus obras más recordadas son sus tres ballets clásicos (RaymondaLas estaciones y Astucias de amor), coreografiadas por Marius Petipa. En 1928, viajó a Viena a representar a la URSS en la celebración del centenario de Franz Schubert, pero, al finalizar el programa decidió desertar y no regresar con su delegación. Viajó por Europa y los Estados Unidos. Murió en París.

Nikolai Médtner (1880-1951). Autor de 38 piezas para piano, entre ellas 14 sonatas. Graduado en el Conservatorio de Moscú en 1900, mención de honor en la programación en homenaje a Anton Rubisntein en Viena. No pudo reconciliar su arte con el régimen bolchevique, deja Rusia en 1921. Visita muchos países y termina residenciándose en Londres, donde muere.

Sergei Liapunov (1859-1924). Partidario del nacionalismo musical, compuso un buen número de obras para piano, música de cámara, obras sinfónicas, conciertos para piano y para violín y un salmo. Como folclorista, en colaboración con Balakirev, recopiló una extensa antología de cantos populares rusos. Después de la revolución, emigró a París en 1923. Allí dirigió una escuela de música para emigrados rusos. Y murió el 8 de noviembre de 1824 de un ataque al corazón.

Entre los directores de orquesta se cuentan:

Serguei Kussevitzki (1874-1951). Estudió desde la edad de 14 años en la Escuela Filarmónica de Moscú. Pronto se dio a conocer como concertista de contrabajo. Actuó como solista de la Orquesta del Teatro Imperial desde 1894 hasta 1897. Aprovechó una gira a Europa, acompañado de su mujer, en mayo de 1920, para no regresar. Se radicó en los Estados Unidos, y fue director durante más de 20 años de la Orquesta Sinfónica de Boston. Compuso un concierto para contrabajo y orquesta.

Alexandr Ziloti (1863-1945). Se graduó en el Conservatorio de Moscú con Medalla de Oro en Piano en 1881. Viajó por muchos países a fines del siglo XIX. Desde 1901 a 1903, dirigió la Filarmónica de Moscú; entre 1903 y 1917 organizó, financió y dirigió los influyentes Conciertos Ziloti en San Petersburgo. En 1918, fue nombrado Intendente en el Teatro Mariinsky, pero a finales del año siguiente huyó de la Rusia soviética a Inglaterra y se estableció en Nueva York en 1921. Desde 1925 hasta 1942 impartió clases en la Juilliard Graduate School y, en noviembre de 1930, dio un concierto íntegro de obras de Liszt con Arturo Toscanini. Falleció en Nueva York.

Nikolai Malkó (1886-1961). Hizo sus primeros estudios en Odessa y luego en el Conservatorio de Moscú, donde tuvo como profesores a Rimsky-Korsakov y Glazunov. En 1908 fue director de la orquesta del ballet del teatro Mariinski y de la Ópera Imperial. Acompañó a bailarines de gran categoría (Fokin, Pavlova, Nijinski) y cantantes (Chaliapin). Ocurrida la Revolución, enseñó y actuó en Moscú, Kiev y Odessa. Fue maestro de Shostakóvich. Realizó giras por Copenhague, Praga, Londres, Berlín, Múnich, Budapest, Roma, Milán, Estocolmo, Bruselas, París y Tel Aviv. En 1940 se fue a Estados Unidos , donde dirigió a Chicago y Boston, y se encargó de la orquesta de la NBC. Después se establece en Chicago, se nacionaliza estadounidense y es nombrado director de la Orquesta Grant Park. En 1957 se traslada definitivamente a Sydney, y allí muere cuando dirigía la Orquesta Sinfónica.

Issai Dobrowen (1891-1953). Pianista, compositor y director de orquesta  de origen judeo-ruso. Nació en Nizhni Nóvgorod (Imperio ruso) y abandonó la Unión Soviética en 1923. Adquirió la ciudadanía noruega en 1929. En cierta ocasión, tocó la Appasionata de Beethoven a Lenin. Entre 1927 y 1931 fue director principal de la Orquesta Filarmónica de Oslo. De 1931 a 1934, de la Orquesta Sinfónica de San Francisco; y de 1941 a 1953, de la Orquesta Sinfónica de Gotemburgo. Murió en Oslo.

Entre los violinistas se cuentan:

Jascha Heifetz (1901-1987). Fue un niño prodigio e hizo su debut público a los 7 años en Kovno (hoy Kaunas, Lituania) tocando el Concierto para violín en mi menor de Felix Mendelssohn. Heifetz ingresó en 1910 en el Conservatorio de San Petersburgo. El 27 de octubre de 1917, Heifetz tocó por primera vez en los Estados Unidos, en un concierto celebrado en el Carnegie Hall, y causó enorme sensación. Heifetz se quedó en los Estados Unidos y se convirtió en ciudadano estadounidense en 1925. Al lado de ser considerado como uno de las más grandes violinistas de todas las épocas, tocó jazz en los comedores de los cuarteles en campos de los aliados de toda Europa durante la Segunda Guerra Mundial. En la URSS fue calificado de traidor porque Heifetz criticó duramente el régimen soviético. 

Nathan Milstein (1903-1992). Nació en Odessa en el seno de una familia judía de clase media. Cuando era niño, su madre lo obligó a tomar clases de violín para que no hiciera travesuras. A los 10 años dio su primer concierto con el Concierto para violín de Alexander Glazunov, bajo la dirección del mismo compositor. En 1921 fue a Kiev y conoció a Vladimir Horowitz. Tocaron juntos por toda la Unión Soviética. En 1925 se fueron de gira conjunta por Europa Occidental. Milstein debutó en EE.UU. en 1929 con Leopold Stokowski y la Orquesta de Filadelfia. Dio una gira por EE.UU con Horowitz y Piatigorsky, y finalmente se estableció en Nueva York, aunque siguió dando conciertos por toda Europa. Falleció en Londres.

Joseph Achron (1886-1943). Hijo mayor de un cantante judío, ya a los dos años tocaba música en un violín casero; a los cinco recibió sus primeras lecciones y lo inscribieron en el Conservatorio de Varsovia. A los siete años escribió su primera composición como violinista y a los diez años dio su primer concierto. Se graduó en 1904 en el Conservatorio de San Petersburgo. Hizo una gira en Alemania con éxito. En Rusia, pasó la Primera Guerra Mundial, dedicado principalmente a tocar para las tropas rusas. En 1918, los soviéticos prohibieron el Arte Popular judío, y en 1922, marchó a Alemania. Se familiarizó con la música de Arnold Schönberg, de quien sería amigo íntimo. Decidió emigrar a los Estados Unidos en 1924. Enfermó gravemente en los años 40. A su muerte dejó casi 100 composiciones manuscritas.

Entre los violonchelistas se cuentan:

Mstislav Rostropovich (1927-2007). Debutó como violonchelista en 1942 a la edad de 15 años y muy pronto llegó a ser considerado como digno sucesor de Pablo Casal. En 1974, después de un período de cuatro años durante los cuales abogó por los derechos humanos en la URSS, abandonó la Unión Soviética junto con su esposa, la soprano Galina Vishnevskaya (1926-2012), quien desde 1952 actuaba en el teatro Bolshoi, y fue su gran diva en los años 50 y 60. Actuó en los mejores teatros del mundo a petición propia. En 1990, después de una ausencia de 16 años, hizo un regreso triunfal a la URSS con la Orquesta Sinfónica Nacional de Washington, dando conciertos en Washington y Leningrado. Dio muy recordados conciertos en el teatro Teresa Carreño de Caracas, y dictó clases del instrumento a varios cellistas venezolanos.

Gregor Piatigorsky (1903-1976). Nació en Ekaterinoslav. Tuvo su primer cello y aprendió a tocarlo a los siete años. Ganó una beca del Conservatorio de Moscú. A la edad de quince años, lo contrataron como cello solista del Teatro Bolshoi, y luego tocó en el Cuarteto Lenin. En 1921, las autoridades rusas no le permitieron viajar al extranjero, pero escapó a escondidas a Polonia, en un tren de ganado junto a un grupo de artistas, lo que cuenta en su autobiografía. En un café de Berlín, tuvo la oportunidad de ser parte del concierto de Arnold Schönberg, “Pierrot Lunaire”. Y el famoso Wilhelm Furtwängler lo contrató como primer chelo de la Filarmónica de Berlín. En 1929 visitó Estados Unidos, tocó con la Orquesta de Filadelfia, dirigida por Leopold Stokowski y la Filarmónica de Nueva York, con Willem Mengelberg. Entre 1941 y 1949 fue el director del departamento de cello en el Instituto Curtis de Música en Filadelfia, y también dio clases en Tanglewood, en la Universidad de Boston. En 1949, es reubicado en California, en la UCLA, donde permaneció hasta 1962, cuando fue trasladado a la Universidad del Sur de California, reuniéndose con su amigo Jascha Heifetz, con quien daría clases y tocaría música de cámara en esos años. Murió de cáncer de pulmón en Los Ángeles, California, en 1976.

Raya Garbousova (1909-1997). Debuta en Moscú en 1923 y abandonó la Unión Soviética en 1925. Vivió y actuó en Europa. Hizo su primera actuación en Nueva York en 1935, y emigró definitivamente a Estados Unidos en 1939. En 1948, se casó con el cardiólogo Kurt Biss y se estableció en DeKalb, Illinois. Enseñó en la Universidad Northern Illinois desde 1973 hasta su jubilación en 1991.También enseñó en el Hartt College of Music de Hartford, Connecticut, y dio muchas clases magistrales en importantes instituciones musicales. 

Entre los pianistas se cuentan:

Alexandr Borovski (1889-1968). Además del muy nombrado Vladimir Horowitz (ver nuestra reseña aterior) Borovski fue un pianista muy acreditado. Nació en Mitau, Rusia. Su primer maestro de piano fue su madre. Completó sus estudios en el conservatorio de San Petersburgo en 1912 con una medalla de oro y el premio de Anton Rubinstein. Abandonó Rusia después de la Revolución de Octubre, comenzó a hacer giras en Europa y finalmente hizo su debut en Estados Unidos en Carnegie Hall en 1923. Se convirtió en estadounidense en 1941 y fue profesor en la Universidad de Boston en 1956. Fue un solista con todas las grandes orquestas en Europa y América del Norte y del Sur, y ejecutó más de 30 conciertos con la Orquesta Sinfónica de Boston bajo la dirección de Serge Koussevitzky. Al mismo tiempo, comenzó a grabar algunas de las obras significativas de Bach y Liszt y fue el primer artista en grabar las 30 invenciones de Bach y todas las Rapsodias Húngaras de Liszt.

Nikolái Orlov (1892-1964). Estudió piano en Moscú y se graduó en el Conservatorio de Moscú en 1910. Su primer concierto público se celebró en 1912, y dio el estreno del primer concierto para piano de Alexander Glazunov en el mismo año. Orlov trabajó como profesor en Moscú en 1913-1921 y luego emigró a Occidente. Hizo varias giras exitosas en todo el mundo, y en 1948 se estableció en el Reino Unido.

Un hito en la historia de la música, Igor Stravinsky (1882-1971), adquirió su gran fama antes de la revolución y fuera de la URSS. Y no le atrajo el bolchevismo. En 1936, en Buenos Aires dijo: “Muy poco conozco de la música de mi país en la actualidad… creo que, en el fondo, no hay gran cosa, o, más bien dicho, nada nuevo. Pienso que una nación que ha sufrido tal vuelco en su estructura social, no puede producir, por el momento, obra de arte interesante”. Fue calificado por los revolucionarios rusos como “desvergonzado profeta del modernismo burgués” y “músico de alma castrada”. Y Nikita Jrushchov luego de la única visita, muy fugaz, de Stravinski a Moscú en 1962 lo estigmatizó así: “Estamos en contra de la cacofonía… La música sin melodía no hace otra cosa que crear irritación… Es difícil saber lo que el término dodecafonía quiere decir, pero aparentemente es lo mismo que la cacofonía. Lo rechazamos. El pueblo no puede hacer nada con esta baratija. No puede servir a su ideología”. 

Sergio ProkofievAran Jachaturian y Vano Muradelli tuvieron que inclinar la cerviz ante la intolerancia bolchevique, ante el despiadado ataque de que fueron objeto por el pontífice del marxismo gobernante Andrei Zhdanov, quien descargó sobre ellos la acostumbrada batería de descalificativos.

Las estrellas del ballet soviético, llamadas a frecuentes giras al exterior, dada la especial nombradía de que gozaba este arte en el extranjero, no desaprovecharon la ocasión de escapar de la férrea disciplina de sus capataces, para nada compatible con las normas de exigencia bien entendidas que demanda el ballet. Ya en entregas anteriores nos referimos a los casos de Maya Plisetskaia y Rudolf Nureyev. Los imitó Mijaíl Baryshnikov (1948-), la gran estrella del teatro Kirov. Después de actuar en el exterior y conocer al coreógrafo Roland Petit en Leningrado, este lo invitó a una gira por Canadá. En 1974, durante esa gira pidió asilo en Toronto. Fue primera figura del American Ballet Theater de los Estados Unidos. Y también los imitó Alexander Godunov (1949-1995), quien en 1970 se incorporó al ballet Bolshoi. Rápidamente, obtuvo fama internacional. Durante una gira por Estados Unidos pidió asilo político, se unió al American Ballet Theatre. Participó además en varias películas. Contrajo matrimonio con la actriz de cine británica Jacqueline Bisset. Murió alcoholizado.

Y quien también abandonó la URSS fue Natalia Makárova (1940-). Entre 1956 y 1970 formó filas en el Ballet Kírov. En 1970 durante una gira al exterior solicitó asilo político en Londres. De allí ingresó en el American Ballet Theatre de New York. Bailó por invitación en el Paris Opera Ballet, el Ballet of Canada, el Stuttgart Ballet, el Royal Danish Ballet, el London Festival Ballet, el Ballet del Siglo XX de Maurice Béjart y el Ballet de Marseille de Roland Petit. Tuvo un regreso breve a Moscú en 1989.

Peor suerte le cupo a otros. Ahí está el ejemplo de Khadija Gayibova (1893-1938), hija de musulmanes azeríes sunitas, fue la primera mujer pianista en interpretar música de Azerbaiyán. Fue jefe del Departamento de Música Oriental en el Comisariado del Pueblo de Azerbaiyán para la Educación. Detenida presuntamente por espionaje en 1933, fue liberada a los tres meses por falta de pruebas. Al ser detenido su segundo marido, fue acusada de mantener vínculos con el partido Musavat (de las nacionalistas independientes). No se declaró culpable. Y el 19 de octubre de 1938, después de una audiencia final de 15 minutos, fue condenada al fusilamiento.

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Bibliografía consultada

Carlos Pietro. De la URSS a Rusia. Tres décadas de experiencias y observaciones de un testigo. México: Fondo de Cultura Económica, 1993.

Wikipedia, Internet.

El Mercurio. Chile: 04/03/17.

Makarova, Natalia. A Dance Autobiography. New York: Alfred A. Knopf, 1979.

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