El triunfo del chavismo en las elecciones regionales se definió meses antes del pasado 15 de octubre, dice el diario colombiano Semana.
Uno de los logros más importantes del oficalismo fue ganar el estado Miranda asumido por el chavismo como “joya de la corona”. La que pudo ser sucesora de Henrique Capriles, Adriana D’Elia, fue inhabilitada por el gobierno el tres de agosto a cinco días del cierre de inscripciones.
El Consejo Nacional Electoral (CNE) cambió la fecha de las elecciones, no publicó a tiempo el cronograma de los comicios, se subordinó ante la fraduluenta asamblea nacional constituyente y no atendió a tiempo las solicitudes y reclados de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD).
En Bolívar, donde la oposición ganó los comicios, le sumaron al candidato por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) Justo Noguera Pietri 2.000 votos de manera manual y le desaparecieron algunos al candidato por la MUD, Andrés Velásquez, hasta generar una diferencia de 0,2% con la que proclamaron ganador al candidato de gobierno sin importar las actas de las máquinas electorales utilizadas en la entidad que dan el triunfo a Velásquez.
Los comicios no fueron vigilados por observadores internacionales de organismos como la Organización de Estado Americanos (OEA) porque esta figura fue eliminada por el Poder Electoral y reemplazada por “observadores” que son personas traídas por el ente comicial para revisar el desarrollo del proceso y luego dejar un informe final que primero debe ser avalado por el CNE.
Otra de las armas del chavismo luego de ganar las elecciones regionales fue obligar a los triunfadores a juramentarse ante la fraudulenta asamblea nacional constituyente. Los gobernadores salientes afectos al gobierno entregaron dependencias y competencias al gobierno central antes de que los opositores asumieran y amenazaran con convocar a nuevas elecciones en aquellos estados donde la oposición no se subordine ante la constituyente.
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