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De la dictadura a la tiranía

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Tal vez intentar explicar el maltrecho camino que la Venezuela de los últimos veinte años ha recorrido es tarea imposible sin recurrir a ilustraciones que solo autores del ámbito del realismo mágico son capaces de describir.

“Érase un país muy rico, tan rico, tan rico que supo lograr lo que ningún otro hasta ahora conocido, convirtió su extraordinaria fortuna en lamento y desgracia para su gente. Solo los magos de su corte sabían el secreto y lo guardaron con tanto celo que hasta la fecha se considera como arcano único de los gerifaltes de la cofradía llamada PSUV”.

Así podría comenzar cualquier historia futura que haya de intentar un dibujo del paisaje desolado que va constituyendo el erial venezolano.

Solo escribir sobre la progresiva, aparentemente indetenible destrucción de ese país que otrora fue destino de millones de personas de bien que llegaban a esas tierras como quien llega al final del arcoíris y con su trabajo y esfuerzo conocieron la cara a la prosperidad y lograron abrazar al progreso, nos hunde en la desconsolada tristeza que genera tomar conciencia de que el pasado no tiene reparo, el pasado está allí para siempre, y lo peor es que solo se construye futuro a partir de él.

¿Qué ha pasado en este desdibujar de oportunidades?

Es solo propio de sabios eruditos sacar conclusiones de observaciones y muestras, por ello creo que no intentaré esa aproximación, mas es de seres con sentido común concluir que si haciendo algo para lograr una meta, se fracasa, no se debe repetir la acción si se desea conseguir ese objetivo de nuevo. O lo que es igual, si aplicando una medicina no mejora la enfermedad, debe cambiar el récipe si deseamos la mejora del enfermo.

Algo que pareciera realmente obvio no termina de caber en las testas de nuestros cabecillas del socialismo bolivariano del siglo XXI. Hemos sufrido y seguimos sufriendo una gran intoxicación por exceso de mala medicina que, a pesar de producir una gran diarrea de fracasos, continúan administrándole al paciente moribundo del lánguido pueblo venezolano

El proceso de pasar por la total destrucción de las instituciones y las leyes ha sido como haber burlado la democracia con la sustitución de nuestra Constitución por un vulgar sistema dictatorial que mediante un deterioro acelerado, pero intencional, ya ni siquiera se preocupa de un marco legal ni de leyes arbitrarias; ahora solo vale la voluntad del cogollo y sus maquiavélicos antojos.

Pronto veremos pasar la carroza fúnebre que llevará el ataúd de la Asamblea Nacional, última manifestación real de la voluntad de soberano, y vendrán danzando los bufones de la corte anunciando un resplandor que por su ignorancia no habrán de reconocer, y lo que anuncian como destellos de luz se convertirán en las llamas que traen los jinetes del apocalipsis.

Pero todo tiene su final, e igualmente todo tiene un comienzo. Vendrán los verdaderos patriotas, aquellos que se preocupan por el bienestar de su gente, por el futuro de sus jóvenes, por la dignidad de su investidura como venezolanos.

Es muy duro recordar palabras como las que están a la entrada de un puente en Hungría: “Si nadie está dispuesto a morir por la libertad, entonces todos moriremos bajo la tiranía”.

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