Cincuenta personas esperan ver y fotografiar el momento exacto en que el sol se oculta tras el cerro San Cristóbal. La plataforma de observación es ideal: el piso 62 de la Gran Torre Santiago, la más alta de América Latina. En el nuevo centro de Santiago.
El centro de siempre, con sus dependencias públicas, pasajes comerciales retro, plazas populares donde se festeja y se protesta, queda a media docena de estaciones de metro. La Gran Torre, en cambio, es el emblema de una zona mixta entre los barrios de Vitacura, Providencia y Las Condes a la que algunos llaman Sanhattan, con ironía, pretensión o las dos cosas al mismo tiempo.
La conjunción entre Santiago y Manhattan comenzó a oírse hace más de una década, bastante antes de que la Gran Torre Santiago apareciera en escena en 2012, con sus 105 toneladas de acero, 350.000 metros cúbicos de concreto y 7.000 metros cuadrados de construcción. En los primeros pisos de la torre está el megamall Costanera Center.
Piso 62
Desde 2015 se puede aprovechar la visita a la Gran Torre para subir 260 metros en un ascensor superveloz (60 segundos) hasta el Sky Costanera, un mirador 360° como los de colosos similares en el sureste asiático, Nueva York, Toronto o Londres. Desde una altura cercana a la del cerro San Cristóbal, se pueden contemplar como nunca el telón de fondo de los Andes, el Parque O’Higgins, el cerro Santa Lucía, el río Mapocho y otros íconos de la capital chilena.
Los guías residentes ofrecen a las visitas un recorrido circular por el mirador para identificar esos puntos y conocer algunas historias de la ciudad. Vale la pena seguirlos y prestar atención para enterarse por qué la casa de gobierno chilena se llama La Moneda o recordar que el Estadio Nacional, distinguible allá a lo lejos, fue usado por el general Pinochet como centro de detención y tortura.
También se ven, por supuesto, los otros edificios vidriados de Sanhattan, vecinos que al lado de la Gran Torre parecen modelitos de Lego, mucho más abajo, con apenas treinta y pico de pisos, coronados por helipuertos. Como el Edificio de la Industria, en la avenida Andrés Bello, que inauguró en 1993 este nuevo distrito hoy poblado por unas 50 construcciones modernas, impecables y espejadas. Por supuesto, además de torres, Sanhattan se llenó de restaurantes de todo tipo y de autos, muchos autos que generan grandes congestionamientos para emular aún más acabadamente a su inspiración neoyorquina, Manhattan. La modernización trajo nuevas soluciones y nuevos problemas.
Refugio natural
A pesar del crecimiento vertiginoso de Sanhattan, basta con una caminata moderada o cinco minutos de taxi para llegar, desde los rascacielos, a ese refugio natural en plena ciudad que es el cerro San Cristóbal. El Parque Metropolitano, la reserva natural del cerro, es un paseo imperdible, sobre todo en la primavera. Cumple por estos días cien años y lo celebra con un nuevo teleférico al que hay que subir para seguir descubriendo Santiago desde lo alto, después del Sky Costanera. Inaugurado a fines del año pasado, tiene 46 cabinas cerradas dignas del mejor centro de esquí, en reemplazo del sistema original, inactivo desde 2009. El recorrido cubre dos kilómetros y cuenta con móviles especiales para subir bicicletas, ideales para después bajar el cerro a pura adrenalina, una vez chequeados los frenos.
En la cima del San Cristóbal se encuentra el santuario de la Inmaculada Concepción, con una gran imagen de la Virgen María. Allí también se ven desde ahora los carteles blancos y amarillos que celebran la próxima llegada del papa Francisco a Chile, del 15 al 18 de enero próximo. Además de Santiago, el pontífice visitará Iquique y Temuco, en el norte y en el sur del país.
Al pie del San Cristóbal, muy cerca de la estación del teleférico, hay un buen restaurante para los que no se tienten con los espacios para picnic en el parque. El Divertimento Chileno es uno de los favoritos para almuerzos de trabajo de los habitués de Sanhattan, con un menú tradicionalista con sopaipillas con pebre, machas a la parmesana, chupe de jaiba, porotos granados, caldillo de congrio y otros grandes éxitos que los mozos ayudan a descifrar.
Para comer
Las novedades gastronómicas tienden a aparecer por la calle Alonso de Córdova y adyacencias, en Vitacura y Las Condes, comuna de alto poder adquisitivo, tiendas de diseño y boutiques premium. Apenas unos meses atrás, por ejemplo, abrió ahí Vinolia, un espacio dedicado al vino chileno, difícil de encasillar. Ofrece experiencias que combinan cata de vinos exclusivos, tapas, presentaciones multimedia y (lo mejor del recorrido) una sala de los sentidos para entrenar el olfato.
Muy cerca de Vinolia, el W es el hotel que le dio un giro glam a Las Condes unos pocos años atrás. Allí estuvieron hace unos días, para comprobarlo, Axl Rose, Slash y demás Guns. No llegaron a tiempo para la apertura de Karai, el nuevo restaurante del hotel ideado por el chef estrella peruano Mitsuharu Tsumura. La carta incluye sashimis, tiraditos, ceviches, nigiris, makis y sorpresas como el ceviche sansei, que se prepara con leche de tigre nitrogenada. También Red2One, el bar de la terraza del hotel, se está actualizando totalmente para revalidar su reinado en las noches del verano santiaguino.
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