El departamento colombiano del Quindío, ubicado en el Eje Cafetero del centro del país, aspira a diversificar su oferta turística y proyectarla más allá del grano rojo que le ha dado la fama a nivel mundial para promover la riqueza cultural de sus municipios.
Esta región, la más pequeña de Colombia, emerge entre los Andes a una altura media de 1.500 metros y se dedica en su mayoría a la agricultura, pero entre el café germinan exóticos frutos como la pomarrosa, la macadamia y el limón naranjo, un injerto entre los dos cítricos.
Entre el verde de las montañas emergen casas hacienda y edificaciones con tapias de barro teñidas de naranja, amarillo y azul, muchas con miradores que permiten observar la vegetación donde abundan orquídeas como la Cattleya trianae, la flor nacional.
Uno de los productos más cultivados en la región es el maíz, que sirve como base para preparaciones gastronómicas como las arepas que acompañan al chorizo y otros embutidos en la dieta diaria.
El chef Julián Hoyos, abanderado de la iniciativa Vive el Quindío, está dedicado a mantener las tradiciones campesinas de la zona, para lo cual cultiva en los jardines de su restaurante semillas de fríjol y maíz, con las cuales busca rescatar las raíces gastronómicas.
“Las semillas ancestrales vienen de los indígenas quimbayas que habitaban la región y las conservan los guardianes (de ese pueblo), quienes las protegen de generación en generación”, dijo Hoyos.
El Silo, restaurante de Hoyos ubicado en el municipio de Montenegro, que atrae a miles de turistas a sus haciendas cafeteras convertidas en hoteles, es una apuesta del chef para preservar recetas e ingredientes y contar en platos la historia de la región, donde tiene fuerte arraigo la cultura de los arrieros.
“La cultura arriera reemplazó a la Quimbaya, yo lo que busco con el restaurante es crear un concepto de lo que pasa cuando se sientan un arriero y un indígena a hablar sobre comida”, agregó.
Un municipio que rinde honor a la extinta tribu en su nombre es Quimbaya, lugar en el que fue descubierto el poporo, una de las más reconocidas artesanías precolombinas que reposa en el Museo del Oro de Bogotá.
No muy lejos de allí está Salento, la joya turística del Quindío, conocido por sus pintorescas casas de fachadas, puertas y balcones de colores en los que cuelgan flores que dan un permanente aire festivo al pueblo.
Salento es una visita obligada al Quindío no solo por la belleza de sus casas y por las artesanías, sino también por las fincas cafeteras de sus alrededores y por el Valle del Cocora, una reserva natural en la que crece majestuosa la Palma de cera del Quindío, árbol nacional de Colombia.
Este pueblo, muy apetecido por extranjeros y por almas bohemias, ofrece, además de hostales, zonas de camping y deportes extremos como el parapente, que permite contemplar un paisaje de belleza inigualable.
Sin embargo, el “buque insignia” de la región es el café, como el que se degusta en la hacienda San Alberto, que acumula doce premios internacionales y está a unos pocos kilómetros de Armenia, capital departamental.
Allí los amantes del café pueden conocer el proceso de elaboración del producto, desde la siembra hasta que está listo para exportar, guiados por baristas profesionales.
Otro activo turístico son los recorridos entre pueblos en los Willys, todoterrenos fabricados a mediados del siglo XX por la marca Jeep y que todavía son ampliamente utilizados en la zona cafetera por su potencia para transitar por las carreteras construidas entre las escarpadas montañas.
Los Willys son usados como medio de transporte de personas y de carga y cada año son el centro del Yipao, un festival que se celebra en Armenia.
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