Me preguntaba en estos días un amigo si estaba de acuerdo con la negociación entre el gobierno y la oposición. Le respondí que hacerle esa pregunta a un diplomático es como preguntarle a un carpintero si le gusta la madera. Es obvio que la crisis de Venezuela necesita un proceso de negociación entre los demócratas y quienes ostentan el poder, responsables estos de la trágica situación por la que atraviesa el país. Lamentablemente, hay quienes creen que se negocia para que el gobierno siga ganando tiempo, mientras más se deteriora la oposición y ellos afianzan su régimen ineficiente. Hay otros que ponen en duda la transparencia de los negociadores de la MUD, acusados injustamente de estar sirviendo a los intereses del gobierno.
La verdad es otra, los demócratas siempre deben apelar a la opción negociadora. Ya el país está lo suficientemente deteriorado y saqueado para que sigamos pensando que la fuerza, las intervenciones, los golpes de Estado, son la manera de garantizar que desterremos a quienes son culpables de tanto abuso de poder. Pues no, Venezuela no necesita vengadores, los hemos visto cómo destruyen a su paso. Requerimos sabiduría y respeto hacia quien se ha equivocado, necesitamos exigir justicia a quienes han violado los derechos humanos y han robado las arcas de la nación. Para todo hay espacio y tiempo. Lo que sí es imperdonable es que quienes desde diferentes trincheras han batallado durante tantos años por rescatar al país y sus instituciones, hoy se aboquen a denunciar a quienes se atreven a hablar con el otro.
La negociación puede fracasar, antes fracasó y en la historia hay miles de procesos que han fracasado. Lo que no se puede es no intentarlo. Demostrar la valentía al sentarse con el violento, el opresor. Con el que ha violado tus derechos. Porque al final lo más importante es recuperar a la nación, ayudar a los más necesitados, defender el futuro de nuestros jóvenes, revertir la emigración de muchos de nuestros hijos. Siempre hablar será un mejor recurso. Reconocerse dará frutos y ser honestos más. Si el gobierno no es sincero, más estrecho se le hará el camino a lo inevitable, pagar ante la justicia por sus errores, por su avaricia y por haber engañado a millones que creyeron en su discurso.
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