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Rififi veloz

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Es interesante el periplo de las películas de robos. Salvo mejor opinión, el primer ejemplo es Mientras la ciudad duerme (The Asphalt Jungle) de 1950 dirigida por John Huston. El filme va a definir el género por al menos dos motivos. El primero es que tras una trama aparentemente sencilla –el robo nocturno de una joyería– el espectador asistía a una radiografía de la sociedad americana de la época. Ahí estaban el abogado corrupto que financiaba la operación, tres delincuentes de poca monta, y un granjero arruinado por la depresión (sin contar con Marilyn Monroe en uno de sus primeros papeles). El segundo punto es que la película, y con ella todo el género, pasaría a ser una apología de los perdedores. En principio por un motivo sencillo. El código Hays –la Ley contra el odio de la época– prohibía terminantemente que los ladrones se salieran con la suya, con lo cual la solución era tomarla al pie de la letra y hacer de los delincuentes seres de carne y hueso que arrastraban tras de sí una historia de rencores y pérdidas.

El cine negro se encontraba en mitad del río, con el cine de inquietud social que había jalonado la década anterior. Siguieron varios ejemplos, notablemente Un asalto audaz (The Killing) de otro maestro en ciernes para la época: Stanley Kubrick. Pero en 1955 el género cruza el gran charco. Gracias a la caza de brujas del senador Joseph Mc Carthy, suerte de lista Tascón de la época, un director inquieto llamado Jules Dassin había tomado la ruta del exilio y rueda en Francia una obra maestra llamada Rififi, siguiendo puntillosamente las reglas del género. Fue un éxito crítico y de taquilla que lo terminó de establecer en la industria europea. Y entonces comenzó el declive.

A alguien se le ocurrió frivolizar el género y Lewis Milestone, un director estimable, dirigió Los once de Ocean con el clan Sinatra, unos buenos muchachos que hacían de las suyas; el playboy Steve Mc Queen y Faye Dunaway robaban cuadros en El affaire de Thomas Crown, y Jules Dassin retornaba al género con Topkapi.

Entra en escena Steve Soderbergh, uno de los directores más prolíficos e interesantes de los últimos años (41 títulos en 28 años). El hombre ha hecho de todo, desde comedias inteligentísimas fuera de acorde (Sexo, mentiras y video), alusiones a Kafka (Kafka), policiales serios y no tanto (Tráfico), ciencia ficción (Solaris) y épica tercermundista (fue el que llevó el mito de Che Guevara a Hollywood, cumpliendo sin duda un deseo secreto del guerrillero heroico). Entre sus traspiés, acaso inevitables por una ley de la estadística, se cuentan no solo un remake de la mencionada Los once de Ocean, sino además dos secuelas innecesarias y tontas. Además, dirigió una serie magistral de dos temporadas llamada The Knick.

La suerte de los Logan es, si se quiere, una mezcla de lo mejor y lo peor de Soderbergh. El director había anunciado un retiro, que nadie creyó y que afortunadamente no cumplió. Para su regreso, además como productor independiente, elige una mezcla de las dos vetas ya mencionadas de las películas de robo. Por un lado se postula un robo rocambolesco, alocado e inverosímil, un villano ricachón; mientras que por el otro los ladrones son en el fondo unos buenos tipos, a los que la vida y los avatares de la política exterior o la cultura competitiva estadounidense ha echado a la vera del camino. Son dos hermanos, uno llamado a ser un deportista famoso, pero de carrera arruinada por una lesión; el otro, un mutilado de la guerra de Irak. La película entonces es una mezcla de frivolidad con ansias de prestarle atención a esos seres perdidos que alguna vez le dieron carne y sentido al género, con lo cual el resultado despista.

Es difícil entender cómo entran en una misma película un proyecto totalmente inverosímil al que se suman además personajes imposibles (un impecable Daniel Craig), con un contexto social de exclusión y tristeza. Tal vez sea un poco el signo de los tiempos que corren. Nadie puede mirar con simpatía a un mundo gobernado por plutócratas sin escrúpulos, pero para nadie es un secreto que, a favor o en contra, son ellos los que marcan la agenda de lo que se muestra y se discute. Y el liberal Soderbergh no puede dejar de contar un cuento de cómo unos mutilados apuestan contra los ricos y les ganan.

Uno hubiera querido que el regreso al ruedo de un director que cabalga con lo mejor y lo peor del cine apuntara un poco más alto, pero por lo menos el ingenio, la buena factura y la ocasional inteligencia siguen allí. Welcome back Steven.

La suerte de los Logan.(Logan Lucky).Estados Unidos, 2017. Director: Steven Soderbergh. Con Channing Tatum, Adam Driver, Daniel Craig, Hillary Swank, Katie Holmes.

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