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Descubre por qué esta ciudad brasileña atrae tanto a los extranjeros

En  la última década ha aumentado la presencia de extranjeros que descubrieron las bondades de sus playas y vientos para los deportes de vela a mar abierto de este recóndito lugar

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Un viento “perfecto” para practicar kitesurf y windsurf, junto a un paisaje con playas paradisíacas, han atraído en los últimos años a un gran número de extranjeros para radicarse definitivamente en Sao Miguel do Gostoso, un pequeño y aislado municipio del litoral brasileño.

Situado en el extremo nororiental del país, a 102 kilómetros de Natal, capital del estado de Río Grande do Norte, la pequeña ciudad de 10.000 habitantes ha visto como en la última década ha aumentado la presencia de extranjeros que descubrieron las bondades de sus playas y vientos para los deportes de vela a mar abierto.

En la joven ciudad, que en julio de 2018 cumplirá 25 años tras su separación en 1993 del municipio de Touros, residen unos 200 extranjeros, en su mayoría italianos, y recibe un gran número de turistas foráneos, provenientes principalmente de Europa, muchos de los cuales son seducidos para radicarse en este lugar.

La Alcaldía de Sao Miguel do Gostoso indicó que los extranjeros representan 30% de la economía local y que del total de turistas que el municipio recibe por año, 70% son foráneos.

De acuerdo con Janielle Linhares, secretaria municipal de Turismo, las inversiones extranjeras impulsan la economía de la ciudad, “pero la mano de obra es local. Muchas personas de aquí no hablaban otra lengua, pero ahora nosotros vemos niños hablando tres y hasta cuatro lenguas”.

En 2016, todo el estado de Río Grande do Norte recibió 30.400 visitantes extranjeros, 12% más que en 2015 y que dejaron para la economía local 80 millones de reales (26,6 millones de dólares), una cifra superior en 10% en la misma comparación.

Sea por el surf practicado con parapente (kitesurf) o con vela (windsurf), deportes que requieren de un “viento perfecto”, una condición climática promocionada por la propia ciudad, o por el potencial turístico ofrecido para invertir, los extranjeros son cada vez más comunes en el vecindario.

El italiano Paolo Migliorini, quien vive desde hace 16 años en Sao Miguel do Gostoso, descubrió la ciudad cuando buscaba un lugar que ofreciera condiciones de temperatura y viento similares a Jericoacoara, en el vecino estado de Ceará y famosa por prácticas deportivas a mar abierto, para abrir una escuela de windsurf.

“El clima, el viento y hasta la comida y las frutas de aquí me hicieron decidir vivir aquí”, señaló el instructor y practicante de kitesurf y windsurf, quien comparte su conocimiento de esos deportes con otros extranjeros que visitan la ciudad y con los propios habitantes de las comunidades locales.

También practicante del kitesurf, el portugués Nuno Gonçalo, jefe de cocina en Lisboa, quería vivir en un lugar brasileño con playa y decidió radicarse desde hace once años en Sao Miguel do Gostoso, donde abrió una posada, en la que no podría faltar el menú lusitano.

“Siempre me apasionaron los deportes de mar, ya practicaba el surf en Portugal y mucho más. Sabía que aquí era un lugar súper bueno para el kitesurf porque alguien ya me había hablado de aquí. Fui subiendo por el Nordeste y paramos aquí y cuando paramos aquí ya fue para quedarnos”, contó Gonçalo.

En el caso del francés José Pires, quien desde hace diez años visitaba la ciudad como turista y se instaló a partir de los últimos seis, fueron las “bellezas naturales” y las “playas” las que lo motivaron para buscar asociarse con otros extranjeros y montar un restaurante, que dio origen a una pequeña red gastronómica.

“Brasil es uno de los pocos países en el mundo donde no necesitas mucho dinero para abrir un negocio. Con 200 reales (unos 66,6 dólares) te compras un carrito y vendes perros calientes. El brasileño tiene eso, es un pueblo que tiene una informalidad que a veces es hasta buena, sabe cuidarse”, dijo Pires.

Otra de las historias parecidas es la de la senegalesa Fátima Ndoye y su esposo italiano, quienes desde hace cinco años abrieron una posada después de apostar por la tranquilidad ofrecida por Sao Miguel do Gostoso.

“La mayoría de los inversores que yo conozco son personas que vinieron para acá buscando una paz, una tranquilidad, porque realmente es muy tranquilo aquí”, apuntó Ndoye.

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