El régimen de Maduro ha ejecutado fríamente un proceso de genocidio infantil contra los más pobres de este país. Niños de extracción popular mueren en los hospitales por falta de medicinas, desnutrición, por abandono de las instituciones responsables. Situación agravada por la pérdida de capacidad de protección de las familias, derivada de la destrucción de los salarios y de una hiperinflación mayor a 500.000%. Entre los años 2014 y 2015 han muerto 290 niños y ni siquiera una explicación se le devuelve a una ciudadanía angustiada e impotente. Prefieren que esto ocurra para fabricar argumentos de guerra contra sus enemigos: “Arreaza, culpó por los fallecimientos a las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos. El ‘bloqueo criminal de Estados Unidos’ impide transferir fondos a las instituciones italianas de salud con las que la estatal Petróleos de Venezuela S. A. (Pdvsa) mantenía un convenio para atender en Europa esos casos urgentes”. Arreaza cínicamente sabe que la crisis tiene más de 10 años, y que el bloqueo es a personas y no al Estado. Nunca antes habíamos presenciado esta manera cruel y fría de proceder de un gobierno, en este instante, más de 30 niños agonizan por no tener recursos para trasplantes medulares, al mismo tiempo anuncian, sin misericordia, recursos ingentes para los militares. Maduro-Herodes decreta: “Más de 56 millones de euros para la producción de 786.000 unidades anuales de uniformes militares y la activación de la línea de producción de la subametralladora ‘Caribe’, calibre 9.19 mm”. Mientras, los médicos reclaman que Pdvsa cancele 10 millones de euros para reactivar el programa de trasplante de médula ósea cofinanciado por el gobierno italiano. Con los 50 millones de euros asignados a los militares se podrían resolver 227 trasplantes de medula ósea.
Cuando un grupo en el poder llega a estos extremos, cuáles son sus posibilidades de recuperar el apoyo popular, los bonos, CLAP, ayudas y misiones se tornan insignificantes frente a la magnitud de la crisis y las denuncias de corrupción que nos asolan. El hospital J. M. de los Ríos es una vitrina de la miseria moral del régimen. En 30 años pasó de tener 100.000 a 3.800 ingresos hospitalarios. Las cirugías descendieron de 4.500 anuales a 2.500 y la mortalidad, que se mantenía en 3,7% de los ingresos, aumentó a 4,5% en 2014. De una capacidad para 420 camas, solo entre 130 y 160 están operativas. Carece de agua, equipos médicos, rayos X, tomógrafo, aire acondicionado, resonancia magnética, laboratorios. Los niños hospitalizados no reciben una dieta adecuada. Las instalaciones del hospital están controladas por colectivos violentos adeptos al régimen que organizan tropelías a diario contra el personal de salud que permanece valientemente al cuidado de los infantes. Las madres con niños hospitalizados son amenazadas diariamente por estos colectivos, les prohíben hablar con los medios para comunicar a los venezolanos la tragedia que ocurre puertas adentro. Organizaciones voluntarias de ciudadanos donan –en este país petrolero– los alimentos que requieren los niños enfermos y sus cuidadores.
La corrupción y desmoralización de los responsables de la salud parece no tener límites. En el hospital Universitario de Caracas, igualmente en crisis, la junta directiva contrató un grupo de desnudistas para divertirse, tal como informó la prensa: “Derroche en fiesta navideña del Clínico mientras pacientes mueren por falta de insumos Se filtraron varias facturas de proveedores donde se observa el monto de 26.680.000 bolívares, presupuesto que fue destinado para la fiesta navideña por el director del hospital, Fernando Alvarado, y el subdirector, Pablo Castillo, conocidos por haberse negado a recibir los donativos realizados por la organización humanitaria Médicos Sin Fronteras a la institución hospitalaria”. Lo insólito es que este acto barbárico fue del conocimiento público y sus autores permanecen incólumes en sus mismas posiciones, no hay sanciones porque al régimen no le importa la salud de los venezolanos y mucho menos el futuro de nuestra infancia. Cada día amanecemos con la noticia de una muerte más por la cruel indolencia de Maduro-Herodes, ya resuena el lamento del tirano como predice el poeta José Emilio Pacheco:
Ahora solo puedo pedir perdón,
Y es en vano: los muertos no resucitan,
Las heridas nunca se curan.
Así al buscar la luz y la verdad.
Aumenté con la suma de mis crímenes
El plural sufrimiento de este mundo.
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