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Confianza en la economía del posconflicto

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Los últimos años de la dinámica colombiana han estado signados por el único tema de la paz. El empresariado, caracterizado por un sólido y ancestral apego a la eficiencia, consiguió mantener firme el timón de sus actividades sin contar demasiado con el soporte gubernamental, ocupado como este estaba en intentar conseguir tranquilidad para sus ciudadanos y terminar con el ambiente de zozobra que había estado reinando desde medio siglo atrás. Aun así, sector público y sector privado se han comprometido, de cara al mundo que los rodea, a convertirse en el territorio más competitivo de todo el continente, superando a Chile y a México en un periodo de 15 años.

Quienes observan la dinámica industrial y comercial el país desde el exterior consideran, sin embargo, que aún el país tiene un trecho largo por andar en ese terreno.

En primer lugar, la inversión extranjera que consiguen atraer no es suficiente en volumen, por un lado; y por el otro, no contribuye decididamente con la elevación del valor agregado interno de la producción industrial.

En segundo lugar, aún su comercio exterior es deficiente: dos terceras partes de las exportaciones nacionales están concentradas en cinco productos con un bajo nivel de procesamiento industrial. La realidad es que no se ha logrado consolidar una cultura exportadora fuerte. Los productos procesados que alcanzan los mercados externos son, por lo general, los excedentes que superan la demanda nacional, lo que implica que su nivel de incorporación de tecnología y de sofisticación es bajo.

Todo ocurre a pesar de que el país cuenta con todas las herramientas que tanto ProExport como ProColombia han puesto al alcance de los industriales locales. Para ejemplo, un botón: este año el DANE constató que en los primeros 10 meses en los que las exportaciones sumaron más de 30.000 millones de dólares, las manufacturas apenas alcanzaron a aportar una quinta parte de ese monto.

Lo lógico sería pensar que, una vez resueltos parcialmente los problemas de seguridad interna, el país debería concentrarse en mejorar su productividad y en un esfuerzo adicional para penetrar eficientemente los mercados externos. Para esta hora el país cuenta, como punto de partida, con 60 mercados en los que podría hacer valer condiciones de acceso preferencial.

En terreno de las variables internas las cosas no se presentan mal. El país experimentará este año un crecimiento razonable que rondará 3%, y el control de la inflación en niveles cercanos a 4% se ha estado alcanzando con enormes esfuerzos. Sin embargo, en materia de productividad, el Departamento Nacional de Planeación (DNP) ha hecho público que este año la cifra de productividad para 2017 será negativa, -0,24%, debido al débil comportamiento de la actividad económica durante este año.

El Fondo Monetario Internacional acaba de publicar sus previsiones para los años por venir y, aunque Colombia no se ubica aún entre los primeros 5 países del continente, la tendencia que lo acompaña es buena. De acuerdo con los cálculos del FMI, el aumento del gasto en infraestructura y la inversión propiciada por la reforma tributaria son factores que podrían elevar el crecimiento a mediano plazo en 3,5% aproximadamente.

En síntesis, la Colombia del posconflicto está generando un incremento de confianza interna y externa que se pudiera traducir en una importante consolidación económica en los años por venir.

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