Si algo se desprende de las páginas de El señor de los aliños, el más reciente libro de Miro Popic, es la pasión de su autor por Venezuela y sus sabores. Desde hace varios años, este periodista y cocinólogo –como se autodefine– se ha dedicado a indagar en el sustento histórico y emocional de los ritos culinarios que nos identifican y perfilan. Con la trilogía Comer en Venezuela (2013), El pastel que somos (2015) y El señor de los aliños (2017) abona el terreno para establecer las conexiones posibles en torno a la comida y sus modos en esta geografía.
Cuando Miro discurre sobre la cachapa con queso, construye una historia de amor. Sus apetitos por el cerdo se paladean en relatos vívidos, cuyo punto culminante es la descripción de un sándwich de cochino que lo conmovió hasta las lágrimas en el estadio de beisbol de Caracas. La historia de la mozzarella venezolana y el esfuerzo de algunas familias por hacer de ese producto algo excepcional; las cualidades irrepetibles de los cacaos de estas tierras; la riqueza piscícola de nuestras aguas; el perfume de los guisos y aderezos del terruño forman parte de este banquete que, al decir del autor, es “una propuesta culinaria veraz y documentada para determinar la cocina venezolana del siglo XXI ante la inminente desaparición de las abuelas”.
Como postre, Miro moldea conclusiones que incitan al lector a involucrarse con el país desde el paladar; a conocer, valorar y preservar nuestra cultura gastronómica que, al fin y al cabo, es un espacio idóneo para solazarnos en la venezolanidad.
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