Venezuela está viviendo la época más infeliz de su historia contemporánea. Nadie en su sano juicio podría hablar de “navidades felices” o de un país que está “esperanzando” o lleno de “optimismo” ante el futuro. Solo aquellas mentes fanatizadas por la vacuidad, o bien por razones de interés económico y político movidos por dineros provenientes de la corrupción, o de aquellos cuya senectud solo les sirvió para convertirla en papel higiénico untado de la más fétida bazofia al avalar el hambre, la destrucción y la miseria humana que ellos mismos sufren, pero que en una clara sed de venganza les alegra que sus generaciones posteriores tengan que vivir la más cruenta y destructiva barbarie social.
Se va un 2017 lleno de cifras negativas en lo social. Tenemos una educación destruida en todos los componentes pedagógicos, incluyendo la desaparición del otrora programa de alimentación escolar. La salud se encuentra en ruinas con hospitales y ambulatorios que carecen de insumos médico-quirúrgicos básicos, pero además han reaparecido las enfermedades que una vez fueron erradicadas de nuestro territorio. Los servicios públicos están colapsados en todos sus estadios y niveles. Nuestros pensionados y jubilados duermen frente a las aceras de las sedes financieras de la mal llamada “banca pública”, para intentar “cobrar” unos míseros ingresos, semejantes al salario de la inmensa mayoría de los trabajadores, que ni siquiera alcanzan para comprar un cartón de huevos o un kilo de carne.
Leer noticias muy graves y dolorosas, como por ejemplo, que grupos de hermanitos, todos menores de cinco años, son abandonados por sus progenitores en severos estados de desnutrición. ¡Por Dios! No salgan ahora los defensores de un gobierno que los responsables de tal hecho son una padres “irresponsables”, cuando una acción de esa naturaleza significa la destrucción íntegra de una familia, que prefiere que los niños sean encontrados por alguien con el objeto de que las “autoridades” sean quienes en lo sucesivo tengan que alimentarlos, así como darles algún techo, es porque estamos en presencia de una inmensa crisis económica y social cuya profundización de sus males al parecer tendrá sus límites dibujados con mucha sangre.
¿Y qué hace Nicolás Maduro y quienes integran su gobierno para resolver esta realidad? ¡Nada! Solo ha creado una inmensa red de clientelismo político a través de un “carnet de la patria”, prometiendo entregar “bonos en efectivo” que solo alcanzan para comprar dos o tres productos alimenticios. Es más, tal es la mentira y la pérdida de la praxis política que hasta entrega de “perniles” o “juguetes” para los niños se convirtieron en parte del menú de clientela electoral que sacudió al país para que el partido oficialista recibiera unos votos en las pasadas elecciones regionales y municipales, pero que ahora al no poder cumplir con tantas promesas, y ese pueblo hambriento y lleno de necesidades se levanta a protestar por lo incumplido, pues nuevamente es reprimido de manera salvaje, al punto de que hasta una de las gobernadoras electas con el voto de quien llamaba “pueblo” en época electoral, ahora los llama “despechados políticos” y promotores de “guarimbas” ¡Cínica!
Hacia el final de 2017 muchos, como una familia que abandona a sus hijos, comienzan a rendirse. Otros cruzan la frontera hacia donde sea, huyendo de esta perversa crisis económica. Otros incluso se suicidan por estados depresivos que ni siquiera pueden superarse, porque en Venezuela tampoco se encuentran medicamentos, y más grave resulta ser asesinado, o bien por la delincuencia desbordada o porque este gobierno se convierte en el autor intelectual del asesinato de muchos venezolanos, cuando no les garantiza que puedan con su trabajo alimentarse de manera decente y balanceada, o porque nunca tuvieron el acceso al medicamento oportuno y con precios que pueda pagar la mayoría de la población.
Y en el medio de esta vorágine social y existencial, será que desde la instancia del poder político piensan que nunca tendrán que escoger entre: ¿Rendirse o escaparse? ¿Suicidarse o ser asesinado?
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