El día del año en que los consumidores de Estados Unidos descalabran los indicadores que miden el volumen de compras al detal es Black Friday. Se trata de un momento del año que coincide con el cuarto viernes de noviembre, un día después de la celebración de Acción de Gracias. Durante 24 horas la población entera se vuelca a los comercios, físicamente y a través de los canales en línea, para adquirir todo tipo de bienes a precios rebajados o de promoción. Esta tradición existe desde el año 1952.
En China existe algo similar que se llama el “Día de los Solteros”, un evento comercial anual de espectro nacional, que tiene lugar en toda su geografía el día 11 de noviembre. Gracias a las comunicaciones modernas y las nuevas tecnologías, dentro del comercio al detal del coloso de Asia se ha logrado imponer esta costumbre de esperar hasta ese momento del año para adquirir de todo a mejores precios y en fenomenales ofertas comerciales. También en China una especie de locura se apodera de la población entera, no solo de los jóvenes, para apertrecharse de cantidades de bienes ese día de los solteros.
El tema es importante porque en el año que concluyó las cifras de ventas practicadas en esa jornada en los mercados de ambos países es elocuente en cuanto a la inversión de dinero que los ciudadanos en ambas latitudes realizaron comparativamente en consumo individual. En el imperio de Oriente, ese solo día las ventas cibernéticas involucraron operaciones por 28.000 millones de dólares, mientras que en el evento equivalente en Estados Unidos, el mejor exponente de la sociedad de consumo, el consumo digital apenas alcanzó la mitad: 14.000 millones de dólares.
Las monumentales cifras quitan el habla. Ellas muestran la manera en que Alibaba se ha convertido en un titán chino del comercio electrónico, pero igualmente dicen mucho acerca de la manera como el país, cuyos gobernantes se honran en mostrar un modelo comunista de economía severamente controlada, se está convirtiendo en un gigantesco enclave consumista individual.
Entender esa tendencia a escala macro es importante para comprender la gravitación mundial que China está teniendo en el terreno de la demanda en el ámbito de los individuos. Dos tercios del producto interno bruto del líder de Asia hoy provienen del consumo, y es bueno anotar que el consumo de los hogares alcanzó la sideral cifra de 4,5 trillones de dólares en 2016 y que las cifras de comercio de detal vienen creciendo en los últimos años a razón de 10% interanual. También la composición de ese consumo se está alterando. A los bienes de primera necesidad se suman masivamente artículos y servicios que no son de consumo básico. Los productos originarios de terceros países adquieren relevancia creciente también, por ser considerados símbolos de bienestar y de estatus social.
Ya el solo hecho de disponer de un contingente 1.400 millones de personas dentro de su geografía y de masas de población que se urbanizan a toda marcha, tiene una relevancia determinante para los números del planeta –representa 18% de la población mundial– pero lo que está poniendo de bulto es la incorporación creciente de los seres de a pie de esas latitudes al consumo. Ello solo confirma la fortaleza que China revestirá en los próximos años para las industrias globales de manufactura. Y ello es imposible ignorarlo.
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