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El hermoso 2018

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El año 2018 será muy complicado para los venezolanos. Nunca el país había sufrido una situación tan comprometida y las perspectivas para un nuevo año no habían sido tan negativas. El sentimiento de pesimismo es general. En Caracas se respira una suerte de “proximidad a una situación al estilo Walking Dead”. El común de las conversaciones solo muta en tres direcciones: entre lo elevado de los precios de los productos, sobre un conocido que huyó al exterior o algún caso de inseguridad. Increíblemente, lo vivido con los “saqueos permitidos” a los supermercados en estos últimos días confirma que lo más sensato es esperar noticias negativas. Copiar a Zimbabue es sinónimo de catástrofe y miseria. En la región no hay precedentes de una tragedia similar (y miren que ha habido crisis importantes por estos lares).

En medio del primer escenario hiperinflacionario de su historia (que ya va para dos meses), Venezuela encara una pérdida cercana a 36% de su economía (en bolívares reales) en los últimos cuatro años (y que fácilmente superará 40% este año), una escasez de medicinas y alimentos que roza la emergencia humanitaria, un default desordenado (que va a terminar en un mayor desastre) de su deuda externa (soberana y de Pdvsa) y todo esto aderezado con un profundo colapso en su industria petrolera. Lo alarmante es que las respuestas gubernamentales retroalimentan la crisis. Para muestra un botón: desde la llegada de Maduro al poder, la inflación acumulada ha sido de 111.432%.

Sin lugar a dudas, la única salida a la crisis pasa por un cambio en lo político. Olvidémonos de la llegada de “milagrosos marines”, como algunos salivan, y también de que un precio petrolero en 100 dólares/barril nos va a salvar (el desmoronamiento actual de Pdvsa ha borrado esos posibles beneficios). En Venezuela, o el gobierno actual comprende sus errores y cambia radicalmente la forma en la cual maneja la economía (empezando por despedir a Serrano) u otro gobierno enfrenta la problemática y corrige el desastre.

Pareciera utópico pensar que el actual gobierno va a resolver la crisis económica. Por más respuestas exóticas que se quiera inventar, como bonos de deuda pública escondidos en supuestas criptomonedas, su intención pareciera ser seguir trabajando para que la crisis continúe y hasta empeore. Ya ha tenido suficiente tiempo para enfrentar el problema y revertir esa fábrica de pobres en que ha convertido a Venezuela.

La única opción viable de cambio en Venezuela es que un nuevo gobierno lo haga. ¿Cómo llega un nuevo gobierno? Solo es posible en elecciones libres, competitivas.

La clase política y la sociedad deben luchar por unas elecciones así en este 2018. La batalla no será fácil, se deben sortear obstáculos del gobierno y de sectores de la misma oposición que juegan a la desmovilización desde su 3% en las encuestas.

Es importante que los políticos de oposición comprometidos con la construcción de un mejor país aprendan a diferenciarse del actual gobierno, pero también a hacer política de verdad, trabajando en la calle, NO haciéndole caso ni basar sus discursos en lo que se escribe en Twitter, tratando de buscar la unidad entre quienes de verdad estén comprometidos con lograr un cambio sostenible, mostrándole a la gente las bondades de un modelo de país muy diferente del actual, uno donde no se necesite un carnet (arrodillarse) para comer, sino que se comprenda lo fundamental de trabajar para poder tener buena calidad de vida y libertad de elección. Mostrarles a los ciudadanos que es factible y necesario salir de los horrores del socialismo.

La única manera de pretender generar un punto de inflexión en este peligroso 2018 es lograr que ocurran esas elecciones libres. Si no, el futuro será muy oscuro.

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