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Las campanas tocan a muerto

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El Observatorio Venezolano de Violencia por el cual estamos informados año a año de cómo se desenvuelve la violencia en el país, el pasado diciembre nos ha comunicado en fecha muy temprana los resultados de su informe anual en un documento bien fundamentado y amplio. En él aparecen no sólo los datos estadísticos correspondientes al 2017 sino una razonada y muy completa información sobre las variedades y las circunstancias que rodean todo el fenómeno así como las novedades que parece presentar en los últimos tiempos y su peligrosa evolución. Mucho habría que comentar al respecto pero ahora deseo detenerme sólo en un aspecto que hasta ahora no formaba parte del conjunto de datos y detalles principales.

En algún momento quien esto escribe se ha atrevido a afirmar, sobre la base de su experiencia en los ambientes populares, que en Venezuela no son frecuentes los suicidios, que por algo el venezolano es considerado en las encuestas mundiales uno de los pueblos más felices del mundo.

Una consulta a las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud vino a confirmar de alguna manera esta afirmación basada en la experiencia. En efecto, hace 2 años, las cifras de 2015, arrojaban 3,1 casos por cada 100.000 habitantes de modo que sólo 16 países, entre 183, tenían una tasa inferior a la nuestra. Sabíamos que en general, pero no siempre, los países más prósperos y desarrollados suelen ser los que más suicidios acumulan en su haber mientras son precisamente los más pobres los que menos suicidios presentan por lo que es válido considerar que ese fenómeno no va asociado con la pobreza.

¿Qué ha sucedido en Venezuela en los últimos meses del 2017 para que las cosas hayan cambiado drásticamente? En efecto, las cifras, todavía parciales, del informe citado nos hablan de que en Mérida se ha quintuplicado la tasa de suicidios entre enero y noviembre de este pasado año, mientras ha disminuido la de homicidios. Otras informaciones nos hablan de haberse triplicado en el país durante el mismo período. Preocupa todavía más el hecho de que esto sucede en personas jóvenes y, sobre todo, varones entre 18 y 30 años. ¿Será que un joven padre de familia, que no tiene cómo alimentar a sus hijos, no puede encontrar otra vía que la total desesperación? El suicidio es un fenómeno muy complejo y puede tener multitud de causas pero este rápido aumento de su frecuencia no podemos sino atribuirlo a las espantosas circunstancias que estamos viviendo.

Las campanas doblan a muerto en Venezuela.

Confiemos en Dios que esto pase pronto.

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