La frase “Con la Iglesia hemos dado Sancho” pronunciada por Don Quijote a su escudero en la obra de Cervantes; modificada ligeramente, a través del tiempo, “Con la Iglesia hemos topado Sancho”, ha sido utilizada para significar las delicadas consecuencias que se pueden afrontar al enfrentar a la Iglesia Católica.
Nicolás Maduro, por lo que se ve, no la conoce. Al injuriar a monseñor Antonio López Castillo, arzobispo de Barquisimeto, y a monseñor Víctor Hugo Basabe, obispo de San Felipe, para responder a sus homilías pronunciadas con motivo de los recientes actos celebrados en honor de la Divina Pastora, ofende, injustificadamente, a la mayoría de los venezolanos que profesamos la fe católica. Al afirmar calumniosamente, en cadena nacional: “Uno de ellos nos llamó a todos nosotros peste; llamó al pueblo chavista, peste. Habría que ver…si las palabras emitidas por alguno de estos personajes corresponden a verdaderos delitos de odio…Ese mensaje pretende generar enfrentamiento entre los venezolanos: violencia, muerte, exclusión y persecución, y demuestran la maledicencia de los funcionarios católicos, su maldad, su veneno, su odio, su perversidad. Nadie cree en estos diablos con sotana, que vinieron a llamar al enfrentamiento entre venezolanos, a la guerra civil”.
No pretendo erigirme en defensor de los obispos mencionados. Ellos tienen sobrada autoridad ética y moral, así como suficiente sabiduría para hacerlo. Lo que sí deseo es expresar la verdad sobre los hechos ocurridos. Sus homilías estuvieron orientadas por firmes e indubitables principios cristianos y expresaron sentidas palabras de solidaridad con el pueblo que sufre las iniquidades de un régimen que lo ha sumido en la tragedia y la desesperanza.
Monseñor López Castillo, en medio de profundas palabras de fe, expresó: “Yo como pastor siento un dolor muy grande porque ustedes no tienen comida ni medicina, porque se mueren niños y ancianos por falta de medicamentos. La mayoría de nuestro pueblo no cree en el comunismo socialista que ha llevado al país a la miseria. Yo no callaré jamás, hablaré siempre por el bien común del pueblo. Debemos respetar la Constitución para que no sea parcializada como muchas veces se hace. Les ruego a mis feligreses que oren para propiciar los profundos cambios que necesita Venezuela”.
La emotiva respuesta que produjeron sus palabras expresó el agradecimiento de la inmensa multitud que asistió a dichos actos al demostrar su conocimiento sobre sus penurias y estar dispuesto a acompañarlos en su lucha por conquistar la libertad.
Igualmente, monseñor Basabe, además de resaltar los principios marianos, el amor a Dios e invitar a la feligresía a renovar nuestro amor y confianza en la Virgen María, expresó lo siguiente: “Ante la verdad de la migración, insisto también en llamar la atención a los jóvenes que están pensando en la posibilidad de marcharse del país. A ustedes les repito las palabras que tantas veces en mis encuentros con los jóvenes de Yaracuy he pronunciado: No son ustedes muchachos los que tienen que irse. Si alguien tiene que irse de Venezuela es quien es responsable de este desastre… Si alguien tiene que irse es quien es responsable de que miles de niños hayan ya atravesado la frontera de la desnutrición severa. Si alguien tiene que irse es quien es responsable de que haya miles de venezolanos hurgando en la basura…Si alguien tiene que irse es quien es responsable de la corrupción que condena a los enfermos a morir de mengua por falta de atención en los hospitales, escasez de insumos médicos y medicamentos. Si alguien tiene que irse de Venezuela es quien está empeñado en pisotear la dignidad de los venezolanos al pretender convertirnos en mendigos y pordioseros”.
Conviene reflexionar sobre las reales causas de esa desproporcionada reacción de Nicolás Maduro. La razón política es otra totalmente distinta. Ese mismo día las autoridades militares del estado Lara se vieron obligadas a abandonar una tarima especialmente dispuesta para su uso, desde la cual se podía observar el paso de la tradicional procesión, debido al abucheo de los feligreses, muchos de los cuales lanzaron frutas y botellas de agua en contra de los uniformados, a la vez que gritaban consignas antigubernamentales.
La mencionada tarima fue posteriormente ocupada por los feligreses para esperar a la santa imagen de la Divina Pastora. Las autoridades eclesiásticas hicieron énfasis en volver al origen y la religiosidad de la procesión. Sin embargo, los comentarios de prensa destacaron que “el tema político hizo acto de presencia. Diversas pancartas pidiendo libertad con consignas No + muertes; No + hambre se pudieron observar durante el recorrido”. Esa noticia debe haber corrido como pólvora en los cuarteles de toda Venezuela.
No hay duda de que esa gran mayoría de militares institucionales, que aspira a ver a la Fuerza Armada Nacional regresar a sus funciones profesionales y apolíticas, debe de haber concluido que el camino señalado por Hugo Chávez y mantenido por Nicolás Maduro, con la complicidad de todos los altos mandos de estos trágicos dieciocho años, es absolutamente desacertado, porque compromete el futuro del país, de la institución y de las futuras generaciones militares. No está demás recordar que la Fuerza Armada Nacional es una institución del Estado “al servicio exclusivo de la nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política”. No se dejen engañar. El rechazo de millones de venezolanos a la institución armada, en la procesión de la Divina Pastora, no es consecuencia del contenido de las homilías de los obispos López y Basabe y, mucho menos, que la Iglesia Católica siembre odios y resentimientos. En verdad es el inmenso repudio popular a los desmanes de un gobierno corrupto, inepto, cobarde y criminal.
Se puede entender que Nicolás Maduro esté desesperado, pero toparse absurdamente con la Iglesia no es el mejor camino para enfrentar la compleja situación venezolana. Tampoco violar flagrantemente los derechos humanos: no se puede olvidar el elevado número de muertos y heridos producto de la cruel represión de los primeros meses de 2017, ni la muerte de Oscar Pérez y de los otros venezolanos que fueron cobardemente asesinados en un sangriento operativo en El Junquito, cuando era público, a través de las redes sociales, su clara intención de rendirse.
También hay que rechazar el uso de la fuerza para imponer unos precios artificiales que solo conducirán a incrementar el hambre de los venezolanos. Para colmo, la irresponsable declaración del ministro Reverol provocó la protesta de la delegación venezolana y la suspensión de las negociaciones en Santo Domingo.
Estos hechos constituyen la confirmación de que el madurismo está convencido de que la única manera posible de mantenerse en el poder es mediante el uso de la fuerza y la violación flagrante y permanente de la Constitución Nacional. Por todo esto creo también necesario y urgente hacer un llamado a la dirigencia política opositora, para que tome conciencia, deponga cualquier ambición personalista y actúe solo en beneficio de las grandes mayorías nacionales. No nos defrauden.
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