Jorge Martínez ha venido a la LVBP en las últimas dos temporadas. Ha lanzado en 25 juegos de ronda eliminatoria, 24 como abridor. Ambas veces ha terminado entre los tres más votados para el Premio Carrao Bracho al Pitcher del Año y tiene 1.03 de WHIP, con 2.45 de efectividad.
Son muchas las estadísticas que demuestran el dominio que el cubano ha impuesto desde su llegada a Venezuela. Esta es una de nuestras favoritas: en ronda regular le sacuden apenas 0,45 jonrones por cada 9 innings. Y en postemporadas, después de 37 entradas y dos tercios, únicamente le han sacado la pelota del campo en una ocasión.
Parte del éxito de Cardenales en estas dos campañas tiene que ver con Martínez y los compañeros de importación que han adoptado Barquisimeto como su nuevo hogar: Rangel Ravelo, Tiago Da Silva, Yoanner Negrín, antes Paulo Orlando (cuyo futuro retorno seguirá dependiendo de cuánta acción vea en las Grandes Ligas) y ahora, cruzando los dedos, quizás Henry Urrutia y Ricardo Gómez, que ya asomaron el deseo de repetir.
Richard Gómez, miembro de la alta gerencia cardenalera, llegó públicamente a comparar esta semana al lanzador antillano con su compatriota Diego Seguí. Parece sobredimensión.
Seguí está prendido en el recuerdo de los aficionados mayores. Lamentablemente, nuestra corta memoria beisbolera, disminuida por la carencia de documentos de alcance masivo, hace que los fanáticos más jóvenes pregunten a veces quién es ese jugador de apellido singular.
Es un inmortal de nuestro Salón de la Fama. De no haber ganado 109 encuentros el Carrao, el galardón anual destinado al mejor tirador quizás llevaría su nombre.
Es el forastero con mejores números en la historia del circuito. Sus 95 triunfos únicamente van detrás de la cosecha de Bracho y es el máximo ponchador de todos los tiempos, con 941 fusilados. Luego de 15 campeonatos con Valencia, Caracas y Aragua, cerró con 68 juegos completos y 2.76 de efectividad, un promedio que apenas está a la zaga de su compatriota Luis Tiant (2.27), José Villa (2.45), Omar Daal (2.59) y Oswald Peraza (2.71), entre quienes completaron al menos 500 pasajes aquí.
Pero lo mejor de Seguí está en su historia, labrada en los playoffs con remakes de gestas patentadas en la MLB por Sandy Koufax, como aquella oportunidad en el torneo 1967-1968 en que abrió encuentros en días consecutivos, incluyendo el cotejo que le dio la corona a los Leones ante los Tigres, lanzando los nueve innings.
Martínez no haría eso. Nadie lo hace en estos tiempos modernos, donde la preparación física, el análisis extremo de los contrincantes y una especialización cada día mayor hacen que el esfuerzo, riesgo y desgaste sean mucho mayores. Aunque el efecto es casi el mismo, cuando se ve el aporte global que el nativo de La Habana ha hecho para los pájaros rojos.
José Montilla, webmaster del estupendo sitio Pelota Binaria, diseñó un modo de comparar a cada monticulista con sus pares. Lo llamó Índice de Referencia, y consiste en contrastar la efectividad y el WHIP de cada quien con los promedios de la liga. Entre todos los que al menos han sumado 80 entradas en estos dos años, él tiene la mejor medida: ha sido 73 por ciento mejor que sus colegas.
Seguí, con toda su leyenda, fue 25 por ciento superior a su tiempo. Y el Carrao resultó 6 por ciento mejor.
@IgnacioSerrano
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