¡Vaya! Los equipos venezolanos tienen balance positivo en la Serie del Caribe con el nuevo formato de la competencia.
Magallanes clasificó primero en 2014, con 3-1, aunque cayó en semifinal. Anzoátegui barrió en la ronda regular de 2015, con 4-0, y se despidió en la semi. Aragua fue segundo en la eliminatoria de 2016, con 3-1, para ceder en el duelo por la corona. Zulia pasó con 3-1 en 2017, antes de perder en la penúltima ronda. Y la tribu ahora tuvo balance de 2-2, antes de esta instancia decisiva.
Para nada es feliz el no exhibir coronas en ese lapso. Pero el récord combinado de 16-9 (con porcentaje de .640) antes de conocer el destino de los Caribes en 2018 es una prueba a favor de la LVBP y su nivel en la región.
Los clubes venezolanos han evadido la eliminación desde que aquella edición en Margarita diera la bienvenida a Cuba y a un novedoso esquema de competencia. Los dominicanos estuvieron dos veces fuera de las semifinales, por una de los puertorriqueños, cubanos y mexicanos, eliminados en esta oportunidad.
Los aztecas tienen dos títulos y foja de 18-10 (.643), lo que les da la vanguardia. Los boricuas suman dos cetros, con 12-13 (.480). Los cubanos, campeones en una ocasión, pusieron registro de 11-13 (.458) antes de estas semifinales. Los quisqueyanos, otrora amos de la cita, no han logrado títulos, con 6-16 (.273).
No está mal. Apenas los manitos han triunfado en más compromisos y nadie ha perdido menos que los criollos. Es cierto que Venezuela se mantiene como el país con menos trofeos en la reunión, exceptuando Panamá, que no participa desde 1960, pero el vistazo no deja mal parados a los representantes de nuestro circuito.
Esto permite plantear la pregunta que no pocos han hecho desde que la Serie del Caribe dejó de consagrar como campeón al equipo que gana más juegos. ¿Es justo este sistema de juego?
La respuesta es obvia: no lo es. Pero el beisbol dejó de ser justo cuando, en 1969, las Grandes Ligas crearon las divisiones y permitieron que escuadras de una misma liga con menos victorias que otras se metieran en la Serie Mundial. Tal desigualdad aumentó cuando nació el concepto del wild card y se multiplicó cuando se multiplicaron los comodines.
Los Cardenales de San Luis tuvieron marca de 83-78 en 2006, pero resultaron vencedores en el Clásico de Octubre. Repasemos ese récord: es prácticamente jugar para .500, pero el beisbol decidió sacrificar justicia a cambio de emoción.
Bueno, el actual formato de la Serie del Caribe es mucho más emocionante que el anterior.
Hasta 2012, el más ganador era el campeón. Excelente. Pero a menudo, ese campeón celebrada su título fuera del terreno, con frecuencia en el hotel. Como todo dependía de la aritmética, la definición sucedía a veces cuando el otro aspirante caía derrotado. El comisionado Juan Francisco Puello Herrera prometió que nunca más pasaría algo así, que los sucesivos vencedores festejarían como debe ser, en el diamante, aunque eso conllevara aceptar que sucedieran casos como los de San Luis en 2006 en la MLB, los Vegueros de Pinar del Río en 2015 o los Criollos de Caguas en 2017, elencos, los últimos, que cerraron con balance de 3-3 y el premio mayor.
La Serie del Caribe se ha reinventado. No es lo que era hace 40 años. Pero al menos ha vuelto a ser entretenida.
@IgnacioSerrano
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